El calvario que vivió Jarlinson Pantano: “la UCI se la tiene montada a Colombia”
Tras cuatro años suspendido por dopaje, el vallecaucano volvió a competir en 2023. En entrevista con El Espectador, hizo un balance de su regreso al ciclismo y contó el martirio que vivió. Los abismos de Jarlinson Pantano.
Fernando Camilo Garzón
Jarlinson Pantano apenas empezaba en el ciclismo cuando se encontró con su primer abismo. Era un vacío monumental, que se le reveló tras la escalada de una montaña en su bicicleta. Al mirar hacia abajo y ver la carretera, que, empinada y zigzagueante, se perdía con sus curvas entre la frondosidad de la montaña, sintió cosquillas en el estómago. Nunca fue miedo, pero sí curiosidad. Y ante la incertidumbre, Pantano se lanzó cuesta abajo sin temor. No una, sino mil veces. Tantas que incluso en una de esas bajadas, muchos años después, en 2016, consagró la gran victoria de su vida: una etapa en el Tour de Francia.
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Jarlinson Pantano apenas empezaba en el ciclismo cuando se encontró con su primer abismo. Era un vacío monumental, que se le reveló tras la escalada de una montaña en su bicicleta. Al mirar hacia abajo y ver la carretera, que, empinada y zigzagueante, se perdía con sus curvas entre la frondosidad de la montaña, sintió cosquillas en el estómago. Nunca fue miedo, pero sí curiosidad. Y ante la incertidumbre, Pantano se lanzó cuesta abajo sin temor. No una, sino mil veces. Tantas que incluso en una de esas bajadas, muchos años después, en 2016, consagró la gran victoria de su vida: una etapa en el Tour de Francia.
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Nunca entrenó los descensos, confiesa. ¡Jamás! Pero, bajando se sentía libre y por eso lo hacía tan bien, dice. La adrenalina, descendiendo en plena carrera, lo hacía feliz. Una alegría que no sentía en otro lado, pues era en los abismos de la carretera donde disfrutaba la vida.
El 17 de julio de 2016 era domingo. Jarlinson Pantano fue el protagonista del día, tras una fuga de casi una treintena de valientes, un ascenso en el que Rafal Majka lo dejó botado y un descenso inolvidable en el que el colombiano recortó todas las diferencias para definir la jornada en un esprint.
“Fue muy especial ese día, me cambió la vida. Desde el inicio con el equipo queríamos la fuga. Y después, en la subida, sabía que si Majka no me sacaba más de tres minutos, en la bajada lo cogía. En los últimos metros le dije que trabajáramos por ganar la etapa. Él o yo. No importaba quedar segundo o primero, era el Tour de Francia”.
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En su gran cima, Jarlinson Pantano disfrutó lo conseguido. Fue momentáneo, un suspiro. No lo sabía, pero vendrían tiempos más oscuros. No vio el abismo, como siempre, y entonces sí era momento para tenerle miedo.
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Tras ganar en el Tour de Francia, recuperar ese nivel fue difícil. Un año después quedó a nada de ganar una etapa en la Vuelta a España, pero en 2017 la toxoplasmosis —infección causada por el parásito Toxoplasma gondii— lo hizo bajarse de la bicicleta. Entrenaba como siempre, pero los resultados desaparecieron. El esfuerzo era en vano, los sueños se esfumaban y las críticas atacaban a un corredor que “no llegó a ser lo que había prometido”. Cruel antesala del verdadero terror, el vacío definitivo: 2019, el año en el que Jarlinson Pantano fue sancionado por dopaje.
Jarlinson Pantano: de la oscuridad a la luz
Ya pasaron cuatro años, un vendaval. Jarlinson Pantano volvió al pelotón. Esta temporada, entre otras carreras, corrió con el EPM la Vuelta a Colombia. A poco estuvo de ganar una etapa, pero el nivel de Miguel Ángel López no tuvo rival, fue descomunal. Entre los cascos y las gafas de los ciclistas, amontonados y ansiosos ante la línea de salida, la sonrisa de “País”, como mejor lo conocen todos, era inconfundible.
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Regresar al ciclismo fue como empezar de cero. Volver a competir se sintió como la primera vez. Incluso, mejor: “Ya no siento la presión de antes. Lo que tenía que hacer ya lo hice. Quise volver para cerrar un ciclo, porque antes no pude hacerlo. Tenía esa deuda pendiente y ya la cumplí. Por eso, ahora disfruto más que nunca”.
Sobre todo porque en 2019, cuando se desató la tormenta, volver parecía imposible. El abismo primero fue un rumor. Creía que era una tomada de pelo. Estaba en su casa con su hijo Maximiliano, el mayor, cuando entró la llamada. Era un compañero y se la soltó como venía: “Jarlinson, diste positivo por dopaje”. Tenía que ser una broma. “Dejá la recocha”, le dijo Pantano, pero rápido se dio cuenta de que se le había derrumbado el mundo. Colgó y se quebró ante la mirada indefensa de su hijo. “¿Qué pasa, papá?”, preguntó el pequeño, pero País no tenía respuesta. Atinó a llamar a su esposa y a su familia. Los reunió de urgencia, pero cuando llegó a la cita, la noticia ya era un escándalo mundial: había sido suspendido por dar positivo para EPO.
“Ustedes me conocen, saben qué clase de persona soy. Saben de dónde vengo. No hice nada, no sé qué pasó, pero vamos a averiguarlo”, les dijo como pudo, pues nunca pudo parar de llorar. Ni entonces ni mucho después. Se encerró por meses. No quería ver a nadie, no quería estar con nadie, no quería comer ni ver a sus hijos. Sentía vergüenza. Un día fue un héroe y ahora era un bandido. A Maximiliano le dijo que no escuchara nada de lo que le dijeran en el colegio, que creyera en su papá, que era inocente.
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Deprimido, solo y encerrado en su tristeza, fue su esposa, Yessenia Narváez, la que le soltó una verdad que lo sacó de la somnolencia de sus lágrimas. En la cara le dijo un día, sin poder aguantar más la situación, que era un desagradecido. Así de cruda. “No te podés olvidar de todo lo que hiciste, Jarlinson. Todo lo que construiste. Dejá de ser desagradecido, mirá atrás y sigamos adelante”, le dijo la vez en la que rompió el maleficio.
Jarlinson Pantano salió del abismo y volvió a mirar la bicicleta, agradecido. Empezó a montar de nuevo, por su cuenta, y se sorprendió del amor de la gente. De las personas en la carretera que lo recordaban con tanto cariño. País, un ciclista amado. Lejos de la imagen del villano que él se había vendido a sí mismo. Incluso, a quienes lo juzgaban cuando se lo encontraban en la carretera les agradecía, porque ninguno fue grosero, dice. “Me decían su opinión con respeto”.
Siempre defendió su inocencia. Hoy, se mantiene en su postura, aunque frente a la justicia nunca alegó nada. Recibió la sanción y la cumplió, consciente de que siempre llevaría las de perder ante la Unión Ciclística Internacional y que el proceso sería demasiado costoso para defenderse en instancias extranjeras.
“Me di cuenta de que en el ciclismo todos somos máquinas de producción. Y cuando ya no sirves, te desechan. Me costó entenderlo, pero el tiempo me dio esa lección. Esos cuatro años me enseñaron, de verdad, quiénes estaban a mi lado”. Su voz la reconoce como un testimonio de valor y hoy una de sus alegrías es poder compartir de nuevo con jóvenes ciclistas. Es feliz hablando con los equipos del pelotón nacional y siente que debe devolverle a la bicicleta todo lo que le dio.
No guarda rencor, aunque siente que fue víctima de una persecución, parecida a la que viven Miguel Ángel López y Nairo Quintana, dice. “Al final cada uno sabe qué hizo. En Miguel Ángel confío porque es un ciclista limpio, que ha dejado el ciclismo colombiano en alto. Él es víctima de la UCI, como Nairo. Lo digo así de claro, es mi opinión. No sé qué pasó con los colombianos, pero la UCI nos la tiene montada. Eso siento, que nos quieren cerrar las puertas de Europa”.
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Desde que suspendieron a Supermán, Pantano confiesa que han hablado varias veces. Y que le dice que solo confíe en los que ama. Que se aferre a ellos para salir del pozo. “Me da tristeza por él, porque todavía tiene mucho para dar”.
No hay que mirar atrás, es la consigna de Pantano. “Cuando comencé en el ciclismo tenía unos sueños y ya los cumplí. No le debemos nada a nadie. No nacimos con una bicicleta en las piernas, hay vida más allá de eso”, afirma mientras planea su futuro, sus últimos días en el pelotón entre subidas y descensos. Vacíos que un día lo hicieron sentir libre y creyó que nunca más viviría porque se los habían arrebatado. Pero, de nuevo ante los abismos de la carretera, mucho menos peligrosos que los de la vida misma, agradece por cada nueva oportunidad de vivir su razón en el mundo.
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