El ciclismo detrás del ciclismo. Capítulo 6: luchando contra el tiempo
Última entrega de las crónicas de Nicolás Borrás, deportista y periodista, que nos relata detalles de sus experiencias en el camino hacia el ciclismo profesional.
Nicolás Borrás - @borrasnicolas
Estoy de vuelta en el pelotón. Como cada año, se siente extraño volver a competir después de todos los meses de preparación. El pelotón es una criatura muy particular, está formado por una manada de ciclistas que se mueven como partículas, todos quieren hacer parte de él a toda costa. El grupo no se detiene jamás voluntariamente, no importa si hay lluvia, truenos, caídas o pinchazos; nunca se detiene.
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Estoy de vuelta en el pelotón. Como cada año, se siente extraño volver a competir después de todos los meses de preparación. El pelotón es una criatura muy particular, está formado por una manada de ciclistas que se mueven como partículas, todos quieren hacer parte de él a toda costa. El grupo no se detiene jamás voluntariamente, no importa si hay lluvia, truenos, caídas o pinchazos; nunca se detiene.
Todos luchan por seguir haciendo parte de él, buscando la inercia de rodar en grupo protegido del viento. En el pelotón hay jerarquías y los sitios que están bien protegidos del viento y lo suficientemente lejos de la zona roja de caídas se venden muy caros. Moverse dentro de él es todo un arte, es dinámico y sus piezas nunca están quietas, sus movimientos ocurren en función de muchos factores, como la meteorología, los trazados, la superficie y, sobre todo, el momento de la carrera. Especialmente en el ciclismo amateur, donde los equipos se mezclan y hay menos orden que en el ciclismo profesional.
La tensión dentro del pelotón está directamente relacionada con lo importante del momento de la etapa. Por ejemplo: durante esos kilómetros donde la carrera está en marcha, una fuga a una distancia prudente, terreno y geografía regular y un par de horas para llegar a meta, se escucharán conversaciones casuales. Los modales son frecuentes y hay espacio para moverse dentro; se siente paz. Todos sabemos, sin embargo, que eso tiene sus minutos contados. Por otro lado, todo cambia cuando se acerca algún puerto importante, alguna curva peligrosa o un descenso sinuoso.
Sorprendentemente, ya no encuentras espacio, las voces se callan, los codos se convierten en armaduras, los modales son escasos y la expresión de “eres tú o soy yo” es inconfundible en la cara de todos los ciclistas que te rodean. Es como ir en el tráfico, con los carros a centímetros de distancia, pero a 50 kilómetros por hora y sin un chasis que te proteja.
El deporte de competición saca los instintos más primitivos del hombre y, cuando la meta se acerca, la tensión aumenta. Si hay caídas, solo empeora. Se pierde la percepción del tiempo, se cierra la visión y con el corazón a 200 pulsaciones por minuto. El instinto de supervivencia se pone a prueba hasta que se pasa la línea de meta. Allí se acaba la tensión, todo vuelve a la normalidad. Usualmente, no hay rencores, porque, en la medida en que el honor deportivo se haya respetado, los codazos y la lucha por la posición hacen parte del oficio.
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Con esas líneas imprimí las emociones de volver a competir y estar dentro de un pelotón en Europa este año 2024, volver a comenzar el calendario español con el equipo mallorquín Illes Balears-Arabay, en una escuadra y país conocido. Es reconfortante llegar y ser esperado; esta vez empezando con una serie de carreras en el País Vasco, con el tiempo que caracteriza la zona con sus carreteras estrechas. Los nervios de siempre son la confirmación de que el corazón sigue latiendo al ritmo de los sueños. Arrancar una nueva temporada es emocionante, volver a los viajes por el país para competir, volver a las emociones intensas de las carreras y a comer arroz en grandes cantidades en el camino.
La preparación en Colombia me permitió comenzar con pie derecho en España, sintiéndome parte de las carreras, y cada vez más cerca la posibilidad de disputar, y eso es algo que también se aprende. Es ver el progreso y sentir un poco más cerca esa anhelada victoria que hace unos años se sentía tan lejana.
Siento que el ciclismo como deporte ha cambiado mucho. Ahora siempre parece ser muy tarde. De repente el ciclismo se volvió más precoz y tengo la sensación inevitable de que estoy luchando contra el tiempo. Me genera impotencia pensar que, a pesar de que año a año me voy encontrando mejor deportivamente, sea muy tarde para el ciclismo actual, donde los ciclistas de 22 o 23 años están ganando el Tour de Francia y no solo disputándose un lugar en el ciclismo profesional. El deporte se basa en la meritocracia pura y así ha funcionado siempre, por eso ocupa el lugar que ocupa en la sociedad.
Hoy, con la temporada en marcha y con más de la mitad de las carreras por delante, entre ellas la Vuelta a Navarra, una de las vueltas por etapas más importantes de la categoría en España, estoy ansioso por seguir escribiendo las páginas de esta historia.
Haber plasmado en esta serie el camino en retrospectiva de mi experiencia recorriendo algunos países sobre la bicicleta fue un ejercicio de profunda reflexión y de esperanza como antídoto a la incertidumbre de cumplir un sueño en el que, como muchos deportistas del país, apostamos todo para cumplirlo. Traer hasta aquí la historia me emociona por entender la manera en la que el deporte ha cambiado mi vida, más allá del desenlace, que espero sea después de una larga y emocionante carrera deportiva.
Esta historia no es tan extraordinaria. Como yo existen cientos más de ciclistas jóvenes del país que luchan todos los días por una oportunidad, por un sueño. Para ser sincero, se ven truncados, en su mayoría, por falta de guía y dirección adecuada. Vivimos en un ciclismo eurocentrista que cambia y es difícil de transmitir a un océano de distancia. Para un colombiano no hay una opción diferente a tener la capacidad de rápida adaptación y no solo a la dinámica deportiva, a la cultura y a los idiomas.
Estoy escribiendo las últimas líneas de este capítulo desde Mallorca, volviendo de entrenar y cerrando el cuaderno que uso como bitácora. Contando los días para uno de los objetivos de la temporada, con la misma ilusión que el día en el que decidí que quería ser un ciclista profesional.
A usted, que siguió esta serie de anécdotas redimidas de su condición original en estas crónicas, gracias. Espero profundamente poder volver a presentarme en letras y con noticias.
Todas las entregas de El ciclismo detrás del ciclismo
- El ciclismo detrás del ciclismo. Capítulo 1: A un océano de distancia
- El ciclismo detrás del ciclismo. Capítulo 2: Bailando entre nostalgias y asombros
- El ciclismo detrás del ciclismo. Capítulo 3: Los pinchazos forjan el carácter
- El ciclismo detrás del ciclismo. Capítulo 4: Incertidumbres y sueños
- El ciclismo detrás del ciclismo. Capítulo 5: Aprender a cerrar etapas
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