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Las gentes se acostumbraron a ver a dos Marios Cipollini: el invencible sobre la bicicleta y el otro, el de los numerosos males, con la popularidad como fuente de poder y ese poder como herramienta para pasar por encima de cualquiera. El grosero y machista. El deportista aceleraba y aceleraba y derrotaba rivales como si fueran niños a su lado; el otro era repentino, furibundo cuando las cosas no salían bien, de comportamientos inesperados, de estar molesto por no ganar una etapa del Giro y empezar a romper una vajilla, plato a plato, hasta que sirvieran la comida.
No toleraba un retraso, mucho menos de su tren de lanzadores, entre ellos Giovanni Lombardi (mánager de Fernando Gaviria) y Mario Scirea. El primero tenía más temple a la hora de enfrentarlo, el segundo era más bien mediador.
Los pecados de Cipollini son tantos como sus victorias, las 42 etapas en el Giro de Italia (el máximo ganador de la historia), las 12 en el Tour de Francia, las tres en la Vuelta a España. Pero en Italia todo se le perdonó, siempre, a un hombre que más parecía un volcán, que alcanzaba fácilmente los 60 km/h, el más rápido en Italia durante 15 años y quien reinventó el ser velocista. Un personaje único, como sus uniformes. De esa figura del que se dicen muchas cosas, quizá algunas no ciertas, queda poco, al menos él lo hace ver así.
Cipollini le dolió mucho a su país, dio alegrías, pero generó sufrimiento. Y se le quiso de tal manera que se le exculpó con rapidez, sin cuestionamientos.
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La relación con la prensa no fue fácil desde que su número de fax apareció en documentos de la Operación Puerto. De hecho, La Gazzetta dello Sport tituló en 2013 “Una verdad que duele” cuando su nombre se relacionó con el de Eufemiano Fuentes, cuando se habló de Cipollini y la EPO, de las transfusiones y las hormonas, del apodo de María para disimular el Mario en las comunicaciones. Entonces el más alto, el rubio, el más lindo, cayó a lo más bajo. O así se lo hizo ver al país entero el diario deportivo más importante de Italia.
Su imperio y dominio llegó a tal punto que en 2001, luego de la redada de San Remo, de las seis horas de sobresalto para corredores, mecánicos y directores (la policía entró a los doce hoteles de los equipos del Giro para registrar habitaciones en busca de sustancias prohibidas), Cipollini pidió que se anulara la etapa más montañosa. Incluso, junto a Marco Pantani comandó una pequeña huelga. Y logró el cometido.
Más allá de una vida de absurdos, del corredor que una vez le metió un puñetazo al español Francisco Cerezo por haberlo cerrado en un embalaje (lo expulsaron de la Vuelta de 2000), Cipollini dedica los días a su marca de bicicletas (tiene un equipo de ciclismo femenino), a montar por las colinas de la Toscana, muy cerca de Florencia, donde reside, y a dejar atrás los errores que lo condenaron en un pasado muy de su estilo.
Antes que nada, cómo sigue del corazón luego de la operación que le hicieron en 2019…
Muy bien. He cambiado mis hábitos y procuro ser muy saludable. Se trató de algo congénito, pero por fortuna los médicos del hospital de Ancona fueron acertados. Eso sí, sigo haciéndome chequeos constantes para estar pendiente del corazón.
De los colombianos contra los que corrió, ¿a cuál recuerda más?
A Lucho Herrera, delgadito, muy fuerte en la montaña, malo para las pruebas contra el reloj, Sufría con las etapas llanas y el viento. Incluso contrataron a Mario Scirea, gran amigo mío, para que le ayudara en esos días y le diera trucos para las etapas de crono. Era el estilo colombiano, lo sigue siendo.
¿Cómo así?
Ahora se habla de Egan Bernal y otros buenos corredores, pero si bien llevan su nacionalidad en la sangre, son formados en otra escuela. Él, por ejemplo, corre como el equipo inglés quiere que lo haga. Las maneras son distintas. Todo esto es fruto de la globalización y de que los colombianos lleguen a escuadras fuertes, lo que por cierto tiene un mérito enorme.
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¿Y qué opina de Fernando Gaviria, velocista como usted?
Bueno, no lo conozco, pero la impresión que me da es que no está haciendo los grandes sacrificios que son necesarios para ganar. Tiene un talento enorme, pero si no entiende que hay que trabajarlo, puede que no logre más cosas. Repito: es la imagen que me da sin conocerlo. Un ciclista debe entregar su vida entera para cumplir metas, vivir por y para la bicicleta.
¿Usted cree que lo hizo en su época de corredor?
¡Sí! Me cuidaba en la alimentación, en los entrenamientos, procuraba llevar una vida organizada, cero mujeres.
¿Cero mujeres?
Bueno, es una forma de decir.
¿Qué consejo le daría entonces a Gaviria?
Que el talento no basta, que ahora necesitas ser más y más veloz con el paso de los años. Y que este deporte, como todos, tiene una vida activa corta y hay que sacarle provecho.
¿Qué opina de Filippo Ganna, su compatriota?
Es un atleta impresionante. Pero lo que está haciendo en este Giro, lo que hizo en el pasado, no es lo mejor para él, para su carrera.
¿Por qué?
Porque no es bueno que un ciclista de sus condiciones, campeón del mundo en la crono, esté tirando tan fuerte apenas comienza la montaña y durante jornadas largas. Se está quemando trabajando así para los escaladores. Necesita que el Ineos le dé otro tipos de espacios, pues la gasolina se agota y seguramente en Milán no tenga las fuerzas para demostrar que es el mejor contra el reloj.
Vincenzo Nibali no está en su mejor momento, Elia Viviani no es el de antes. ¿Qué opina del futuro del ciclismo italiano cuando estos referentes se retiren?
En mi época y mucho más atrás, Italia era una gran escuela para este ciclismo. Fíjate Eddy Merckx, sus mejores años fueron con equipos de este país. Se tuvo un alto nivel y no solo me refiero a corredores, también masajistas, directores, mecánicos, etc. Ahora no hay proyectos serios, nadie quiere invertir en algo que no sea fútbol, no les interesa. La pasión por este deporte se va perdiendo y eso afecta para que aparezcan nuevas figuras.
Hay tantas victorias en su palmarés que preguntarle por una sería un absurdo…
Todas fueron importantes, tanto el Mundial de 2002 (en Zolder, Bélgica, cuando Santiago Botero ganó la crono), como la Milán-San Remo de ese año. Pero te puedo decir que cuando me puse la Maglia Rosa en el Giro de 1995, luego de ganar la primera etapa, fue un día especial, porque mi papá estaba viéndome correr. Y eso me dio una nostalgia enorme.
¿Qué opina de Egan Bernal?
Candidato a ganar este año, seguro. Si sigue así, el mundo entero lo va a amar. Ojalá tenga ese equilibrio que necesitan los grandes campeones. Tiene la responsabilidad de buscarlo y encontrarlo. Por él y por Colombia.
Por: Camilo Amaya