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Era un 10 de agosto de 2012 y Mariana Pajón tenía la medalla de oro a solo a 38 segundos. Y ese campeonato era una certeza, no solo una sensación. Hasta ese momento, y en los años posteriores también, Pajón había dominado de forma absoluta el BMX. Con solo 20 años, la antioqueña llegaba a las olimpiadas con el peso de 18 campeonatos mundiales sobre sus hombros.
Ocho competidoras para tres medallas, solo una de oro. El título olímpico estaba ahí, pero Laura Smulders, de los Países Bajos, o Sarah Walker, de Nueva Zelanda, podían aguar la fiesta. Por no hablar de la francesa Laetitia Le Corguille o de la británica Shanaze Reade, pedalistas de dos potencias, eclipsadas por la oriunda de Medellín, la reina de la disciplina que buscaba su máxima corona.
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Pajón llegó a la final en Londres demostrando jerarquía, con la tranquilidad que da la superioridad y con la suficiencia de su rendimiento, superlativo en todos los aspectos. En las rondas de clasificación la colombiana fue la más destacada; en la contrarreloj individual quedó tercera y en las tres rondas posteriores (Heats de clasificación), la colombiana ganó sobrada como había demostrado siempre a lo largo de su carrera.
La ansiedad de la salida, el silencio de la expectativa, se rompió con el sonido de la chicharra. Mariana Pajón salió desde el quinto carril, una zona incomoda, a solo dos de la tercera vía que ocupaba su gran rival, Sarah Walker.
En el impulso inicial, la neozelandesa le sacó poco más de un cuerpo a la colombiana, a la que solo le bastó llegar a la primera subida, exactamente cinco segundos tras pasar los dos primeros montículos, para subirse al primer puesto, del cual nunca pudieron bajarla.
Por esa explosividad que Pajón demostró en los metros iniciales de aquella histórica jornada es que la apodaban, desde los inicios de su carrera, la hormiga atómica. La antioqueña, desde muy temprana edad, tuvo una impresionante capacidad para explotar en las subidas y tomar impulso apoyada en su cadera cuando empezaban las pendientes de los circuitos.
Siempre, desde sus inicios cuando empezó a montar en bicicleta en Medellín, a los tres años. Hija de deportistas, su padre practicó automovilismo y su madre equitación, la reina del BMX demostró ser un prodigio desde los arreboles de su vida. A los cuatro años, al no tener una categoría adecuada para su edad, competía con niños de seis y de siete años, y siempre les ganaba. Su asenso, una escalada sin límite, empezó a coronarla en campeonatos juveniles nacionales y no pasó mucho para empezará a coronarla también por fuera de Colombia.
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Su inteligencia para correr la caracterizó desde el principio, una audacia consumada para superar con distancia a sus contrincantes, como pasó en 2012.
Superando la primera curva del circuito de Londres, Pajón ya dejaba sobre su estela a sus rivales. Antes de entrar al túnel, miraban su rueda, y con distancia, las otras siete competidoras. Walker, una de las pocas capaces de discutirle su liderazgo en los campeonatos del mundo, luchaba con su propia biela para acercarse a la sombra de la colombiana.
Volando en dos ruedas al salir del túnel para encarar la última curva y encarar la meta, el presagio de la medalla, que se había esperado y sentido desde hace años, no tenía pinta de desmoronarse en el suelo británico.
La superioridad de Pajón se avizoraba con cuatro de años de antelación cuando en los Juegos Olímpicos de Beijing de 2008 anunciaron que el ciclismo de BMX sería incluido en el calendario.
En Colombia ya se escuchaba la leyenda de una niña antioqueña, que por aquel entonces solo tenía 16, y de la cual se presumía que conseguiría el segundo oro en las historia de Colombia, después del que consiguió la icónica hija dorada del barrio Mariano Ramos, María Isabel Urrutia, en Sídney 2000.
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Antes de la última curva, cuando Mariana Pajón ya había alcanzado una diferencia que rozaba el escandalo, Sarah Walker intentó reaccionar, pero no estuvo ni cerca. En el último envión, después del trazado de la última curva, la colombiana dio un golpe extra con su bicicleta y se impulsó por los aires de los últimos montículos para cruzar la meta en solitario, confirmando las certezas que la antecedían, aflorando las sensaciones de una coronación dorada para una de las deportistas más grandes en la historia de Colombia.
La leyenda de Mariana Pajón no terminó ahí, ni tampoco cuatro años después cuando, en Rio de Janeiro, volvió a colgarse la medalla de oro para convertirse en la única colombiana que ha logrado la gesta de tener dos preseas de oro olímpicas.
A la antioqueña, la reina del BMX, la hormiga atómica de Medellín, todavía le queda campo para seguir bordando su nombre en la historia olímpica de Colombia. Este miércoles, Mariana Pajón inicia su camino en Tokio ¿asistiremos nuevamente a la coronación del tercer oro de la reina?
Por: Fernando Camilo Garzón - @FernandoCGarzon