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EL HOMBRE DE ACERO

Hijo, hermano y padre de ciclistas, Fabio Enrique Parra Pinto supo combinar la austeridad en tiempos de gloria deportiva con la disciplina para sus estudios. Ahí radica la clave de su éxito personal y profesional.

Élber Gutiérrez Roa
07 de diciembre de 2013 - 09:00 p. m.
Fabio Enrique Parra Pinto, leyenda del  ciclismo colombiano en los 80. / Diego Sierra Gil
Fabio Enrique Parra Pinto, leyenda del ciclismo colombiano en los 80. / Diego Sierra Gil
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No ha perdido la costumbre de madrugar, sólo que ahora se sube a la bicicleta por razones de salud. El corazón anda bien, aclara, pero es mejor cuidarse. Hace rato pasaron los años de las jornadas de ocho horas diarias rodando por las carreteras en busca de trofeos y ahora es mejor practicar en una estática durante 40 minutos con la única meta de mantenerse en forma. “Los tiempos cambian”. Y Fabio Parra sonríe. Sonríe con la misma timidez que evidenciaba ante las nubes de periodistas que lo perseguían tras las gloriosas etapas de pedaleo que en los años ochenta lo convirtieron en héroe del deporte colombiano.

Vea más de la vida y obra de Fabio Parra en este video

Etapas en las que, por encima de los resultados deportivos, logró un equilibrio asombroso que aún hoy lo caracteriza. Modesto en el triunfo y en la derrota, consagrado en el deporte y en la actividad académica, cauto en la bonanza y en la sequía. Demoledor en las etapas de ascenso, más veloz aún en las bajadas y amigo incondicional de las competencias contra el cronómetro.

“Fabio Parra no parece colombiano”, decían los narradores europeos cuando lo veían coronarse en las fracciones de la Vuelta a España o el Tour de Francia (curiosamente nunca participó en el Giro de Italia). Hoy lo recuerda y se emociona. En eso es bien distinto del serio personaje que llenaba las páginas de las publicaciones deportivas en los diarios en Colombia y Europa. Le sobraba presión o su humildad le impedía ser más expresivo. Como sea, hoy luce más tranquilo.

Además, han pasado casi 30 años desde aquel accidente en tierras boyacenses en el que en plena práctica para la Vuelta a España se estrelló contra una persona y se fue de cara contra el pavimento. Quedarse sin chance para la competencia ibérica fue lo de menos, pues se salvó de que se le desfigurara la cara y terminó con una Le Fort II, que es como los expertos le dicen a una fractura piramidal muy común por golpes descendentes sobre la nariz. La imagen adusta que de él comenzaban a reproducían los medios de comunicación de entonces resultaba, por la suma de todas estas razones, hasta paradójica tratándose de un campeón en plena celebración.

Si semejante porrazo no pudo persuadirlo para que se alejara del mundo de las bicicletas, ya nada lo haría. Había abandonado ese deporte en 1982, con sólo un año en el profesionalismo y una camiseta de campeón de la Vuelta a Colombia colgada en la pared de su casa. Volvió en 1984.

Pedaleó más fuerte su estirpe de deportista que la de administrador de empresas y a los salones de la Universidad Externado de Colombia les tocó esperar a que él fuera a traer un podio del Tour de Francia y un subtítulo de la Vuelta a España para concluir, ahí sí, su pénsum. El diploma se lo dio el entonces rector, Fernando Hinestroza, por quien sentía especial admiración.

Parra también se emociona cuando habla de Luis Carlos Galán, el inmolado candidato presidencial que lo iba a saludar en las carreras y cuyos discursos sobre una Colombia mejor se convirtieron en motivador a la hora de competir en el extranjero.

Tal vez por eso fue que Parra, ya como exciclista, se dejó tentar por la política en dos oportunidades y aspiró sin éxito al Concejo de Bogotá y a la Cámara de Representantes, en nombre de Cambio Radical. No se arrepiente. De derrotas también está construida su historia y reconoce que —tanto en el deporte como en la política— cuando le tocó vivirlas fue porque se equivocó.

La diferencia está en que cuando perdía en la bici había preparado mal el remate de carrera (el sprint final, dicen los narradores de ese deporte), mientras que en las campañas políticas lo que le falló fue el arranque. No tenía idea de buscar votos, de la importancia de hacer conexiones ni de cómo se arman los cuadros de campaña. En honor a la verdad, en ese campo no tenía chance de enfundarse la camiseta de mejor novato y ahora admite con algo de pesar que “tal vez los deportistas no sean los más adecuados para la política”.

De aquí a La Línea, prefiere el ciclismo antes que la política. Y se las arregló para continuar cerca de los detalles de ese deporte, al que ahora provee con su empresa de plásticos. Contenedores y botellas son algunos de los productos que elabora para los corredores que empiezan en la senda que él trazó: novato, profesional, técnico y ahora empresario.

Camino en el que varios miembros de su familia han estado. Su padre se hizo famoso como “el novato de acero” en la Vuelta a Colombia. Sus hermanos Humberto e Iván también resultaron corredores, siendo este último ganador de etapas en el Giro de Italia. Hasta el abogado Fabio Andrés, su hijo mayor, fue ciclista profesional en 2010, pero como con los Parra nunca se sabe, guardó la bicicleta para montarse en sus actuales estudios de maestría.

Ana María, la segunda hija, de Fabio, cursa especialización en medicina; y Diana Carolina, estudiante de gastronomía, practica nado sincronizado y dicta clases en el complejo acuático de Bogotá.

Todos madrugan, hacen ruido desde temprano y Fabio los escucha, se levanta, realiza su rutina de ejercicios, desayuna y sale para la oficina. No trasnocha, ni se pierde los noticieros de televisión y se emociona con los programas deportivos. Prefiere cenar en casa y no porque le falten amigos, sino porque así ha sido incluso en los gloriosos años 80.

De las épocas de infancia recuerda a Pedro Barrera, quien se fue para la marina y nunca más volvió. Era su mejor amigo en Sogamoso, una ciudad que Parra también le dijo adiós hace 30 años y a cuyo potencial siderúrgico le debe el mote deportivo de “el hombre de acero”. Del ciclismo también le quedaron amigos colombianos como los excorredores Martín Ramírez y el ya desaparecido Néstor Mora, o españoles como Juan Martínez Oliver y Paco Antequera.

Y de Lucho Herrera, la otra gran figura del ciclismo colombiano en los años 80, recuerda los años compartidos en el equipo Café de Colombia, más que los que tuvieron que enfrentarse cuando Parra fue contratado por escuadras europeas. La prensa de la época aludía por ese entonces a una rivalidad entre el mejor escalador del momento (Herrera) y el ciclista más completo (Parra), pero ninguno quiso darles alas a los comentarios. Preferían volar en sus bicicletas.

Por Élber Gutiérrez Roa

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