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Un Tour apasionante

La generación actual de escarabajos promete ofrecernos una carrera emocionante. Desde 1992 no teníamos a 10 colombianos en la competencia más importante del ciclismo mundial.

Rafael Mendoza
28 de agosto de 2020 - 05:06 p. m.
El colombiano Egan Bernal defenderá el título obtenido en 2019.
El colombiano Egan Bernal defenderá el título obtenido en 2019.
Foto: Agencia EFE
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37 años después de la primera participación de los colombianos en el Tour de Francia y 13 meses después de que Egan Bernal lograra por primera vez para el país la victoria que habían soñado varias generaciones, se iniciará este sábado en Niza una nueva versión de la prueba más importante del calendario ciclístico internacional, que pinta muy emocionante por la igualdad de fuerzas de los principales favoritos que se van a encontrar con una prueba extraña que en esta ocasión tendrá importantes cambios.

Sin que la carrera pierda su carácter épico y su tradicional rudeza será muy diferente de las que hemos visto en las últimas décadas. Y será distinta no solamente porque se realizará en medio de una pandemia que sigue azotando al mundo sin clemencia alguna, lo que hará que se viva cada etapa como si fuera la última, sino por diversas circunstancias que mostrarán un panorama muy diverso: en primer lugar, en esta ocasión extrañaremos las multitudes que se agolpaban al borde la ruta para disfrutar de una multicolor caravana publicitaria y del paso relampagueante de los corredores. La razón es muy sencilla: justamente este fin de semana termina la época de las vacaciones en Europa y por ello no saldrán a la carretera los millones de espectadores que celebraban “la fiesta del verano” de Francia cada vez que la prueba estaba a menos de 100 kilómetros de sus pueblos y ciudades; además los ascensos y las llegadas tendrán un rígido control de los organizadores que limitarán al máximo el acceso y las caravanas (coches camas) en las que los gomosos del ciclismo del país y de las naciones vecinas seguían día a día la competencia brillarán por su ausencia. Los que seguramente no faltarán a la cita serán los colombianos que se darán mañas para faltar a sus trabajos y que con las camisetas de la selección de fútbol y ondeando las banderas tricolores, van a aplaudir a sus muchachos porque quieren sentir con ellos el sabor y el recuerdo de la patria lejana y además porque quieren darles ánimos en la búsqueda de nuevas conquistas tras la emoción aún incontrolable de la victoria por fin conseguida.

Otro cambio significativo será el recorrido bien exigente de la prueba. Casi se podría decir que todas las jornadas giran en torno a los cinco sistemas montañosos que tiene el Hexágono: los Alpes, el Macizo Central, los Pirineos, el Jura y los Vosgos. Es una verdadera rareza que en la segunda etapa ya se encuentre un ascenso de primera categoría y que doce de las veintiuna etapas favorezcan a los escaladores. Pero esto no quiere decir que vamos a ver batallas en las cumbres más altas ya que solamente en la etapa 17 se pasará en una ocasión de los 2.000 metros en la llegada del Col de Loze, a 2.304 metros sobre el nivel del mar. Los restantes ascensos estarán alrededor de los 1.200 a los 1.700. Encontrar la razón de esta situación es quizás tarea de un malpensado: hace 35 años que los franceses no ven ganar a uno de sus corredores y el año pasado estuvieron muy cerca de conseguirlo con Julián Alaphilippe, quien estuvo vestido de amarillo por catorce días y solamente llegó a ser doblegado por Egan Bernal a dos días del final, cuando las cumbres tocaron los 2.700 metros en las que el zipaquireño se mostró más fuerte que todos… Si el Tour del año pasado hubiera tenido los perfiles del que se va a correr ahora posiblemente el resultado hubiera sido otro. Pero, para infortunio de los locales, en esta temporada el corredor del Quick Step no ha mostrado ni siquiera un vestigio del estado de gracia que lo acompañó en 2019 y en las competencias previas ha estado más cerca de los grupetos de los rodadores que llegan a una minutada del vencedor que a los puestos de comando. Tal vez a los galos les quede una esperanza remota: que ese Thibaut Pinot que batalló en solitario con el coraje de los bravos en el Dauphiné para tratar de conseguir la victoria tenga un poco de suerte y se ilumine en la búsqueda de la camiseta amarilla.

De todas maneras la opción de derrota menos dolorosa para los franceses es la victoria de Egan Bernal. Desde ese remoto 1983 comenzaron a encariñarse con los “escarabajos” cuando vieron que unos corredores pequeños y escuálidos venidos de los Andes, apaleados por las exigencias de los profesionales para aceptarlos, con nueve kilométricas jornadas llanas –una de 350 kilómetros-, por los inmisericordes pavés del norte, por una cronómetro llana de 100 kilómetros, sacaban fuerzas de alguna parte para romper el lote en mil pedazos en el ascenso al Tourmalet, con Patrocinio Jiménez en cabeza y “Condorito” Corredor muy cerca, rememorando las hazañas de uno de sus ídolos más amados, Charly Gaul. Y dos años más tarde se enamoraron perdidamente de un frágil muchachito al que llamaban Lucho, que se les metió en el corazón cuando batió en L Alpe D Huez a Bernard Hinaul y a Laurent Fignon, y que luego, vestido con la camiseta blanca de pepas rojas del mejor escalador acompañó al pentacampeón bretón en Avoriaz en la consolidación de su victoria, y luego compartió con él la ambulancia a la que los subieron ensangrentados al finalizar la etapa en Saint Etienne. Desde entonces especialistas y aficionados que aman la gran leyenda del Tour siguieron con atención el lento aprendizaje de los colombianos que poco a poco fueron corrigiendo sus deficiencias y superando etapas hasta llegar a los primeros planos del ciclismo mundial en el que se están metiendo con un ataque en masa en las grandes vueltas y en las clásicas y pruebas en las que la carretera se empina hacia las nubes.

Con un trazado en el que en las dos primeras semanas se alternarán las etapas planas con las de media y alta montaña y una tercera en la que se encontrarán seguidas cinco jornadas de duros ascensos se puede pensar que los dos grandes equipos que van a pelear la camiseta amarilla, encabezados por el esloveno Primo Roglic y el colombiano Egan Bernal, llegarán con planes bien definidos. Los amarillos del Jumbo-Visma, que han dominado las competencias previas de menos de cinco días, seguramente se emplearán a fondo en la parte inicial para tratar de llegar con una ventaja cómoda de su líder a la última semana. Ellos saben que el líder único del Ineos va a llegar a su mejor momento bien avanzada la carrera, como ocurrió el año pasado y así mismo entienden que los “escarabajos” que llegaron a Europa con menos días de trabajo en carretera pueden causarles dolores de cabeza en los días definitivos y que muy seguramente no van a tener que pelear con uno solo de ellos sino quizás con tres o cuatro, como se vio en el Dauphiné Liberé que ganó Daniel Felipe Martínez. Tienen muy presente que tendrán que vérselas con un Nairo Quintana que sin un equipo muy poderoso ha sabido defenderse y se presenta como un tercero en discordia en la batalla por el título. Además deben tener en cuenta que se pueden presentar alianzas ocasionales con Miguel Angel López, el líder del Astana, quien tras podios en la Vuelta a España y en el Giro de Italia llega por primera vez con muchas ilusiones al Tour; con un Sergio Higuita que progresa día a día y hasta con el mismo Martínez que debe crecerse tras su sonada victoria en el Dauphiné y ello sin mencionar a un Esteban Chaves que tiene como primer objetivo velar por Yates y a un Rigoberto Urán que tratará de sacarle el mejor provecho a los aventajados alumnos con que cuenta.

La lucha, sin embargo, no es solamente entre el Jumbo de Roglic y Tom Dumoulin y los colombianos. Habrá que contar con Adam Yates, con Richie Porte, con el sorprendente Tadej Pogacar, con Thibaut Pinot y con Mikel Landa a quien siguen esperando ya casi sin esperanzas los españoles. Quizás harán falta en los grupos de avanzada los pedalistas del Movistar que estarán encabezados por Alejandro Valverde, un admirable veterano que ya cumplió los 40 años, con 18 de profesionalismo. Es raro que el patrón del equipo que ha estado ligado tanto tiempo con Colombia, Eusebio Unzúe, quien hace un buen tiempo vaticinó el ascenso de los colombianos y hasta llegó a decir que llegaría el día en que se pelearían las grandes vueltas entre ellos, no tenga en este momento a ninguno de los astros de nuestro país.

Por Rafael Mendoza

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