El resurgir de Esteban Chaves
El ciclista colombiano del Mitchelton Scott tuvo un complicado 2017, en el que no obtuvo buenos resultados y terminó con un fuerte accidente en el Giro de Emilia. Este jueves, volvió a sonreir tras quedarse con la sexta etapa del Giro de Italia 2018.
Luís Guillermo Montenegro
Descenso peligroso. 90 kilómetros de velocidad. Giro leve a la derecha. La rueda delantera de la bicicleta de Esteban Chaves se desliza por la humedad en el asfalto. Rebota contra el piso. Con los pies aún enchoclados a los pedales, vuelve y rebota. Sin poderse mover, termina sobre el pasto, al borde de la carretera. Esta escena ocurrió en el Giro de Emilia, en Italia, el 30 septiembre de 2017. Luego de las revisiones, los médicos lanzaron el diagnóstico: fractura de dos costillas y una fisura en el omoplato. Final de la temporada.
(Le puede interesar: La historia de Colombia en el Giro de Italia).
Quietud y reposo por 20 días. En su cabeza, frustración. “¿Por qué otra vez a mí?”, se preguntó. Era, en conclusión, un 2017 malo en resultados que lo llenó de dudas e incertidumbre. Pero su equipo lo acompañó, confió en su talento y lo esperó otra vez.
Desde final de año se supo que el objetivo del bogotano sería el Giro de Italia 2018, así que desde los primeros meses comenzó su preparación de cara a esta competencia. Recuperó la movilidad de su cuerpo, no le costó volverse a subir a la bicicleta y por eso, desde los primeros meses del año, participó en competencias en Australia, país de donde es su equipo, el Mitchelton Scott.
Sus piernas estaban bien, había fuerzas, pero su cabeza no. Decidió reinventarse, volver a los orígenes, a las raíces, a lo que le dio resultado para convertirse en uno de los mejores ciclistas colombianos. “Buscó tranquilidad, se aisló de todo, dejó de ser tan visible para los medios de comunicación. Lo acompañé y lo guié de la misma manera que lo hice cuando comenzamos. Sólo pensaba en trabajo. Nada lo distraía”, le cuenta Jairo, su papá, a El Espectador.
(Le puede interesar: El primer triunfo de Colombia en las grandes vueltas del ciclismo).
Cuando uno está acostumbrado a ganar y a ser el mejor, pero los resultados no se dan a pesar de la buena preparación, la cabeza se llena de incógnitas. ¿Ya no sirvo para esto?, o, ¿ya no soy tan feliz sobre una bicicleta? El trabajo psicológico fue tan importante como el físico para Esteban. Mucho más porque los resultados no se dieron como esperaba en las competencias en las que participó luego de la gira por Australia. “Llegó con muchas dudas a este Giro. Ni en la París Niza ni en Cataluña le rindió, a pesar de que se sentía bien”, reconoce su padre.
La fase final de la preparación para esta carrera fue en Paipa, Boyacá. Lo acompañaron por 20 días, en una cabaña a la orilla del lago Sochagota, su compañero de equipo Sam Bewley, su entrenador, un masajista, un fisioterapeuta y el mecánico de confianza de la familia, Lucho Parra.
“Salíamos a las 8:30 de la mañana. Eran jornadas de tres o cuatro horas, claro que en algunos casos nos extendíamos hasta seis. El entrenamiento en altura es lo mejor para preparar las grandes carreras, así que debíamos aprovechar mucho el tiempo”, cuenta Parra, quien conoció a Esteban cuando era un niño, pues se hizo amigo de Jairo en la Universidad La Gran Colombia.
Las mejores imágenes del triunfo de Esteban Chaves
El almuerzo todos los días era ensalada verde y proteína. Por las tardes sesión de masajes, un café, risas, televisión y al otro día seguir la misma rutina.
Así resurgió Esteban. Viajó a Italia con la mentalidad de volver a ser él. Y ayer, en la primera etapa de alta montaña, comprobó que era él. Cruzó de primero la meta en el volcán Etna, su segunda victoria en la historia del Giro de Italia. Líder de la montaña y tercero en la general. Falta carrera, pero ya consiguió algo que estaba buscando desde hace tiempo: recuperar su confianza.
Descenso peligroso. 90 kilómetros de velocidad. Giro leve a la derecha. La rueda delantera de la bicicleta de Esteban Chaves se desliza por la humedad en el asfalto. Rebota contra el piso. Con los pies aún enchoclados a los pedales, vuelve y rebota. Sin poderse mover, termina sobre el pasto, al borde de la carretera. Esta escena ocurrió en el Giro de Emilia, en Italia, el 30 septiembre de 2017. Luego de las revisiones, los médicos lanzaron el diagnóstico: fractura de dos costillas y una fisura en el omoplato. Final de la temporada.
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Quietud y reposo por 20 días. En su cabeza, frustración. “¿Por qué otra vez a mí?”, se preguntó. Era, en conclusión, un 2017 malo en resultados que lo llenó de dudas e incertidumbre. Pero su equipo lo acompañó, confió en su talento y lo esperó otra vez.
Desde final de año se supo que el objetivo del bogotano sería el Giro de Italia 2018, así que desde los primeros meses comenzó su preparación de cara a esta competencia. Recuperó la movilidad de su cuerpo, no le costó volverse a subir a la bicicleta y por eso, desde los primeros meses del año, participó en competencias en Australia, país de donde es su equipo, el Mitchelton Scott.
Sus piernas estaban bien, había fuerzas, pero su cabeza no. Decidió reinventarse, volver a los orígenes, a las raíces, a lo que le dio resultado para convertirse en uno de los mejores ciclistas colombianos. “Buscó tranquilidad, se aisló de todo, dejó de ser tan visible para los medios de comunicación. Lo acompañé y lo guié de la misma manera que lo hice cuando comenzamos. Sólo pensaba en trabajo. Nada lo distraía”, le cuenta Jairo, su papá, a El Espectador.
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Cuando uno está acostumbrado a ganar y a ser el mejor, pero los resultados no se dan a pesar de la buena preparación, la cabeza se llena de incógnitas. ¿Ya no sirvo para esto?, o, ¿ya no soy tan feliz sobre una bicicleta? El trabajo psicológico fue tan importante como el físico para Esteban. Mucho más porque los resultados no se dieron como esperaba en las competencias en las que participó luego de la gira por Australia. “Llegó con muchas dudas a este Giro. Ni en la París Niza ni en Cataluña le rindió, a pesar de que se sentía bien”, reconoce su padre.
La fase final de la preparación para esta carrera fue en Paipa, Boyacá. Lo acompañaron por 20 días, en una cabaña a la orilla del lago Sochagota, su compañero de equipo Sam Bewley, su entrenador, un masajista, un fisioterapeuta y el mecánico de confianza de la familia, Lucho Parra.
“Salíamos a las 8:30 de la mañana. Eran jornadas de tres o cuatro horas, claro que en algunos casos nos extendíamos hasta seis. El entrenamiento en altura es lo mejor para preparar las grandes carreras, así que debíamos aprovechar mucho el tiempo”, cuenta Parra, quien conoció a Esteban cuando era un niño, pues se hizo amigo de Jairo en la Universidad La Gran Colombia.
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El almuerzo todos los días era ensalada verde y proteína. Por las tardes sesión de masajes, un café, risas, televisión y al otro día seguir la misma rutina.
Así resurgió Esteban. Viajó a Italia con la mentalidad de volver a ser él. Y ayer, en la primera etapa de alta montaña, comprobó que era él. Cruzó de primero la meta en el volcán Etna, su segunda victoria en la historia del Giro de Italia. Líder de la montaña y tercero en la general. Falta carrera, pero ya consiguió algo que estaba buscando desde hace tiempo: recuperar su confianza.