"El Zipa" que creyó en la Vuelta a Colombia
Cuando todo el mundo pensaba que era imposible realizar una competencia ciclística alrededor del país, por la precaria infraestructura vial, Efraín Forero tomó el riesgo en 1951 y sacó adelante la ronda nacional. La historia detrás de la primera edición de la carrera.
Redacción deportiva - @DeportesEE
Organizar la primera Vuelta a Colombia fue algo caótico, fue un vaivén de noticias alentadoras y otras desmoralizantes. Querer impulsar un deporte precario en un país con muchos aficionados y pocos patrocinadores. En ese entonces las carreras no pasaban de dos etapas, con trayectos largos, pero seguros para los pedalistas. Implementar una competencia de más jornadas era una locura y mucho más cuando la infraestructura vial era insegura, cuando las carreteras polvorientas se convertían en lodazales con una tierna llovizna, cuando pequeños riachuelos mutaban en enormes torrentes que generaban derrumbes. Una crueldad insoportable para quien intentara desafiar la geografía nacional. A Efraín Forero Triviño lo tildaron de loco, incluso de irracional, el día que propuso la creación de una prueba de 10 etapas que recorriera el país. Que cómo se le ocurre, que nadie va a poner dinero para una travesía suicida, que nadie va a querer participar, por la dureza del terreno, fueron algunas de las frases altivas que escuchó este zipaquireño cada vez que trató de materializar su idea.
La ambición y la furia, generadas por el orgullo, llevaron a un joven de 20 años –que apenas pedaleaba en su bicicleta de mensajero para ir de su casa a la Planta Colombiana de Soda, donde trabajaba en Zipaquirá– a tocar puertas durante un año por Bogotá. Con su propia visión de las cosas intentó defender lo indefendible, intentó demostrar que había personas con un umbral de dolor tan alto que eran capaces de resistir la severidad que él proponía. Ciclismo puro, ciclismo de leyendas, lento y certero.
Donald Raskin, un inglés que adoraba las bicicletas como si tuvieran vida, y Guillermo Pignalosa, un empresario de avisos luminosos, fueron los únicos, en principio, que escucharon la propuesta sin tener de antemano un no en la punta de la lengua. La locura cuerda también llegó a los oídos de Pablo Camacho y Jorge Enrique Buitrago, periodistas de El Tiempo, quienes organizaron una reunión en el Café Pasaje, en el centro de Bogotá, para evaluar las opciones reales que había. Ese día también llegó Enrique Santos Castillo, dueño del reconocido periódico, del que se esperaba fuera el patrocinador de la competencia. No todo coincidió con los planes, pues Santos no se negó, pero tampoco tomó el riesgo de manera inmediata.
Y ante la duda, y aprovechando la oportunidad, Forero hizo una propuesta: hacer él solo las dos primeras etapas demostrando que sí era posible, físicamente, realizar la carrera. Si un ciclista pequeño, delgado, aparentemente frágil, podía ir de Bogotá a Honda y luego a Manizales, no había razón por la que otros, mucho más preparados, no estuvieran en condiciones de hacer el recorrido.
Con la misma bicicleta que utilizaba para transportarse, Efraín enfrentó el recorrido agreste, mermando el dolor y el hambre con las ganas de tener por fin una competencia más o menos similar a las grandes carreras de Europa. No había casco, mucho menos la indumentaria adecuada. La única forma de engañar el calor era poniendo un repollo debajo de la gorra para evitar que la humedad afectara la cabeza y obnubilara la poca razón que quedaba al pedalear en esas condiciones. Con polvo hasta el tuétano (y eso que hizo una pausa antes de entrar a la capital caldense para lavarse en una quebrada) y con el sudor y el fango mezclados luego de 304 kilómetros de constante pedaleo, El Zipa llegó a la capital caldense, donde varios periodistas esperaban al hombre que huía de lo seguro para fomentar una nueva forma de correr en Colombia, en la que el cansancio y la fatiga fueran elementos de convivencia diaria, en la que el sufrimiento se hiciera algo habitual para cualquiera que quisiera llamarse a sí mismo ciclista.
La aventura sirvió. No solo el importante periódico tomó el riesgo de invertir en la prueba. El heroísmo de Forero hizo eco logrando que otras empresas, como Avianca, Bavaria y la Flota Mercante Grancolombiana, decidieran poner los recursos faltantes. La primera edición de la Vuelta a Colombia se inició un año después, en 1951, con una etapa de 163 kilómetros entre la capital del país y Honda. Ese día, Forero ganó, y tomó el liderato para no soltarlo más. El 17 de enero entró triunfante por las calles de Bogotá, en medio de centenares de personas que se agolparon frente a la Escuela General Santander para ver al ciclista que había implementado una nueva forma de conocer el país, sus carreteras, sus montañas y su voluble clima.
Efraín Forero Triviño ganó siete de las 10 jornadas y se convirtió en espectáculo, cuando lo único que quería era emular lo que se hacía en el Tour de Francia, en los Alpes y en los Pirineos, lo que había leído en unos cuantos libros.
El padre del ciclismo colombiano
Forero fue rebelde desde niño, mas no maleducado. Incluso era un poco tímido. En el colegio de Zipaquirá siempre tenía problemas cuando había que pasar al frente y exponer. Un día, un maestro que llamaba a la disciplina a punta de gritos, se cansó de esperar que las palabras salieran de su boca y lo tomó del pelo, echó su cabeza para atrás y le propició unas cuantas cachetadas. Efraín no pudo contener la ira y tomó el tintero del maestro y lo arrojó con todas sus fuerzas contra el tablero. Algunas gotas cayeron en el traje del profesor, dañándolo por completo. Su maniobra, por más justa que pareciera, desembocó en su expulsión de la institución. Esta anécdota resume el temperamento que ha mantenido El Zipa durante toda su vida y que lo ha hecho acreedor a otro distintivo: el padre del ciclismo colombiano. Ser vehemente y arriesgado sigue siendo su marca. No en vano en su cumpleaños 87 les pidió a sus hijos que lo llevaran a Sopó, Cundinamarca, para lanzarse en parapente, para sentir que la vida sigue siendo la misma: un camino de riesgos en el que el mayor peligro siempre será decir que no.
Este martes arranca la edición 67 de la Vuelta a Colombia
Con una contrarreloj por equipos sobre 18,4 kilómetros entre Rionegro y La Ceja, en el oriente antioqueño, arranca este martes la edición 67 de la Vuelta a Colombia Oro y Paz 2017, que esta temporada contará con la participación de 181 ciclistas, repartidos en 24 escuadras, tres de ellas extranjeras. El recorrido de 1.689 kilómetros, divididos en 12 etapas, terminará el 13 de agosto con un circuito en Pereira, luego de pasar por los departamentos de Antioquia, Santander, Boyacá, Cundinamarca, Tolima, Caldas, Valle y Risaralda.
Mauricio Ortega, campeón del año pasado, no estará en la competencia, que tendrá como grandes candidatos al título al español Óscar Sevilla (Medellín Inder), tres veces ganador; Álex Cano (Coldeportes Zenú), Edwin Ávila (Illuminate), Alexis Camacho (GW Shimano), Camilo Gómez (Bicicletas Strongman), Danny Osorio (Aguardiente Antioqueño), Fabio Duarte (EPM), Óscar Rivera (EBSA), José Serpa (Súper Giros) y el boliviano Óscar Soliz (Movistar América).
La primera gran exigencia será este viernes, con la llegada al alto de El Picacho, en el municipio santandereano de Encino. El próximo miércoles habrá una crono individual sobre 36 kilómetros entre Honda y Mariquita, en la que seguramente el calor desgastará a los pedalistas justo antes de la etapa reina, entre La Dorada y el Alto de Letras. Sin embargo, cada una de las jornadas tiene dificultad y los ciclistas deberán estar siempre muy atentos a los movimientos de sus rivales.
“Será, como siempre, una Vuelta muy peleada, sin un claro dominador. Aquí no se puede parpadear. Como se corre tan rápido en Colombia, un descuido nos puede costar la carrera”, admitió ayer, en la presentación, Óscar Sevilla, quien advirtió que no llega en plenitud física y por eso trabajará para que uno de sus compañeros consiga el título.
Organizar la primera Vuelta a Colombia fue algo caótico, fue un vaivén de noticias alentadoras y otras desmoralizantes. Querer impulsar un deporte precario en un país con muchos aficionados y pocos patrocinadores. En ese entonces las carreras no pasaban de dos etapas, con trayectos largos, pero seguros para los pedalistas. Implementar una competencia de más jornadas era una locura y mucho más cuando la infraestructura vial era insegura, cuando las carreteras polvorientas se convertían en lodazales con una tierna llovizna, cuando pequeños riachuelos mutaban en enormes torrentes que generaban derrumbes. Una crueldad insoportable para quien intentara desafiar la geografía nacional. A Efraín Forero Triviño lo tildaron de loco, incluso de irracional, el día que propuso la creación de una prueba de 10 etapas que recorriera el país. Que cómo se le ocurre, que nadie va a poner dinero para una travesía suicida, que nadie va a querer participar, por la dureza del terreno, fueron algunas de las frases altivas que escuchó este zipaquireño cada vez que trató de materializar su idea.
La ambición y la furia, generadas por el orgullo, llevaron a un joven de 20 años –que apenas pedaleaba en su bicicleta de mensajero para ir de su casa a la Planta Colombiana de Soda, donde trabajaba en Zipaquirá– a tocar puertas durante un año por Bogotá. Con su propia visión de las cosas intentó defender lo indefendible, intentó demostrar que había personas con un umbral de dolor tan alto que eran capaces de resistir la severidad que él proponía. Ciclismo puro, ciclismo de leyendas, lento y certero.
Donald Raskin, un inglés que adoraba las bicicletas como si tuvieran vida, y Guillermo Pignalosa, un empresario de avisos luminosos, fueron los únicos, en principio, que escucharon la propuesta sin tener de antemano un no en la punta de la lengua. La locura cuerda también llegó a los oídos de Pablo Camacho y Jorge Enrique Buitrago, periodistas de El Tiempo, quienes organizaron una reunión en el Café Pasaje, en el centro de Bogotá, para evaluar las opciones reales que había. Ese día también llegó Enrique Santos Castillo, dueño del reconocido periódico, del que se esperaba fuera el patrocinador de la competencia. No todo coincidió con los planes, pues Santos no se negó, pero tampoco tomó el riesgo de manera inmediata.
Y ante la duda, y aprovechando la oportunidad, Forero hizo una propuesta: hacer él solo las dos primeras etapas demostrando que sí era posible, físicamente, realizar la carrera. Si un ciclista pequeño, delgado, aparentemente frágil, podía ir de Bogotá a Honda y luego a Manizales, no había razón por la que otros, mucho más preparados, no estuvieran en condiciones de hacer el recorrido.
Con la misma bicicleta que utilizaba para transportarse, Efraín enfrentó el recorrido agreste, mermando el dolor y el hambre con las ganas de tener por fin una competencia más o menos similar a las grandes carreras de Europa. No había casco, mucho menos la indumentaria adecuada. La única forma de engañar el calor era poniendo un repollo debajo de la gorra para evitar que la humedad afectara la cabeza y obnubilara la poca razón que quedaba al pedalear en esas condiciones. Con polvo hasta el tuétano (y eso que hizo una pausa antes de entrar a la capital caldense para lavarse en una quebrada) y con el sudor y el fango mezclados luego de 304 kilómetros de constante pedaleo, El Zipa llegó a la capital caldense, donde varios periodistas esperaban al hombre que huía de lo seguro para fomentar una nueva forma de correr en Colombia, en la que el cansancio y la fatiga fueran elementos de convivencia diaria, en la que el sufrimiento se hiciera algo habitual para cualquiera que quisiera llamarse a sí mismo ciclista.
La aventura sirvió. No solo el importante periódico tomó el riesgo de invertir en la prueba. El heroísmo de Forero hizo eco logrando que otras empresas, como Avianca, Bavaria y la Flota Mercante Grancolombiana, decidieran poner los recursos faltantes. La primera edición de la Vuelta a Colombia se inició un año después, en 1951, con una etapa de 163 kilómetros entre la capital del país y Honda. Ese día, Forero ganó, y tomó el liderato para no soltarlo más. El 17 de enero entró triunfante por las calles de Bogotá, en medio de centenares de personas que se agolparon frente a la Escuela General Santander para ver al ciclista que había implementado una nueva forma de conocer el país, sus carreteras, sus montañas y su voluble clima.
Efraín Forero Triviño ganó siete de las 10 jornadas y se convirtió en espectáculo, cuando lo único que quería era emular lo que se hacía en el Tour de Francia, en los Alpes y en los Pirineos, lo que había leído en unos cuantos libros.
El padre del ciclismo colombiano
Forero fue rebelde desde niño, mas no maleducado. Incluso era un poco tímido. En el colegio de Zipaquirá siempre tenía problemas cuando había que pasar al frente y exponer. Un día, un maestro que llamaba a la disciplina a punta de gritos, se cansó de esperar que las palabras salieran de su boca y lo tomó del pelo, echó su cabeza para atrás y le propició unas cuantas cachetadas. Efraín no pudo contener la ira y tomó el tintero del maestro y lo arrojó con todas sus fuerzas contra el tablero. Algunas gotas cayeron en el traje del profesor, dañándolo por completo. Su maniobra, por más justa que pareciera, desembocó en su expulsión de la institución. Esta anécdota resume el temperamento que ha mantenido El Zipa durante toda su vida y que lo ha hecho acreedor a otro distintivo: el padre del ciclismo colombiano. Ser vehemente y arriesgado sigue siendo su marca. No en vano en su cumpleaños 87 les pidió a sus hijos que lo llevaran a Sopó, Cundinamarca, para lanzarse en parapente, para sentir que la vida sigue siendo la misma: un camino de riesgos en el que el mayor peligro siempre será decir que no.
Este martes arranca la edición 67 de la Vuelta a Colombia
Con una contrarreloj por equipos sobre 18,4 kilómetros entre Rionegro y La Ceja, en el oriente antioqueño, arranca este martes la edición 67 de la Vuelta a Colombia Oro y Paz 2017, que esta temporada contará con la participación de 181 ciclistas, repartidos en 24 escuadras, tres de ellas extranjeras. El recorrido de 1.689 kilómetros, divididos en 12 etapas, terminará el 13 de agosto con un circuito en Pereira, luego de pasar por los departamentos de Antioquia, Santander, Boyacá, Cundinamarca, Tolima, Caldas, Valle y Risaralda.
Mauricio Ortega, campeón del año pasado, no estará en la competencia, que tendrá como grandes candidatos al título al español Óscar Sevilla (Medellín Inder), tres veces ganador; Álex Cano (Coldeportes Zenú), Edwin Ávila (Illuminate), Alexis Camacho (GW Shimano), Camilo Gómez (Bicicletas Strongman), Danny Osorio (Aguardiente Antioqueño), Fabio Duarte (EPM), Óscar Rivera (EBSA), José Serpa (Súper Giros) y el boliviano Óscar Soliz (Movistar América).
La primera gran exigencia será este viernes, con la llegada al alto de El Picacho, en el municipio santandereano de Encino. El próximo miércoles habrá una crono individual sobre 36 kilómetros entre Honda y Mariquita, en la que seguramente el calor desgastará a los pedalistas justo antes de la etapa reina, entre La Dorada y el Alto de Letras. Sin embargo, cada una de las jornadas tiene dificultad y los ciclistas deberán estar siempre muy atentos a los movimientos de sus rivales.
“Será, como siempre, una Vuelta muy peleada, sin un claro dominador. Aquí no se puede parpadear. Como se corre tan rápido en Colombia, un descuido nos puede costar la carrera”, admitió ayer, en la presentación, Óscar Sevilla, quien advirtió que no llega en plenitud física y por eso trabajará para que uno de sus compañeros consiga el título.