En Saint-Étienne todavía recuerdan la sangre de Lucho Herrera
En la capital de Loira, donde termina la etapa 13 de esta edición del Tour, la gente rememora el día en el que el colombiano se quedó con el triunfo de la etapa 14 en 1985.
Al lado del estadio del equipo Sportive de Saint Étienne, donde es la llegada de la octava etapa del Tour de Francia 2019, un aficionado francés, de pantaloneta azul, tenis blanco y una gorra de pepas rojas, ve a una familia con una bandera de Colombia y corre para soltar las únicas palabras que quizá sabrá decir en Español. “Me acuerdo de Lucho y su sangre”. El más pequeño de los Ruiz no entiende a qué se refiere, pero su padre, Javier, estira la mano mientras responde: “la hazaña más grande de nuestro ciclismo”.
Puede que hayan pasado 34 años y que el tiempo trate de derrotar el recuerdo, pero Luis Herrera y su triunfo siguen presentes, también su manera de arrancar en la subida y su pedaleo endemoniado para los demás ciclistas.
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La humildad, la lucha y la perseverancia de ese día (sábado 13 de julio) está latente, como la imagen del nacido en Fusagasugá perdiendo el control en una curva cerrada en un descenso a tumba abierta, rebotando en el asfalto y encaramado de nuevo en la bicicleta. La sangre, escandalosa, preocupó a los colombianos que lo seguían a la distancia, mas no a Raúl Mesa, su entrenador en el Café de Colombia, que iba en un Peugeot rojo con el médico Carlos Osorio.
Recordaría el doctor, muchos años después, que la noche anterior Lucho había roto su silencio y con su voz apacible arrojó una predicción que se haría realidad: “médico, no voy a atacar en los primeros premios de montaña. Que otros hagan el desgaste. Me guardo para el último ascenso y si bajo con más de minuto y medio la etapa era mía”.
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Los planes coincidieron, pero el Tour y sus peligros le dieron una sorpresa a Herrera. Cuando los que iban en el carro trataron de auxiliarlo, Lucho ya estaba montando de nuevo y su sangre se mezclaba con el sudor, y el dolor con la rabia de lo sucedido. El español Pedro Delgado se enteró del traspié y salió a su búsqueda, el líder Bernard Hinault y su equipo apretaron el paso, y lo que era una cómoda diferencia de un minuto y 50 segundos empezó a disminuir.
Herrera y su rostro de acólito bañado en sangre le dieron la vuelta al mundo. En Colombia generó más efusividad verlo impavido y mesurado luego del porrazo que sufrió. Y con el empuje de sus piernas, y de miles de colombianos que seguían la etapa por radio y por televisión, Lucho ganó, y Lucho fue noticia en el mundo entero, y quedó en la memoria de los franceses que aún hoy aseguran, sin dudarlo, que es el mejor corredor que ha dado nuestro país.
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“Es el rey de la montaña. Estaba en la oficina de correos y todos paramos para saber lo que estaba pasando. Como pude corrí hacia la meta. Quería ver al hombre con cuerpo de niño que escalaba mejor que todos”, dice Eric, en un inglés que domina a medias y que refuerza con unos cuantos oui.
Lucho se inmortalizó en Saint Étienne al igual que la sangre brotando de su ceja izquierda y cubriendo ese lado de la cara. Ese día, la camiseta de pepas tuvo otras manchas rojas, más deformes, pero que le dieron valor a la proeza de un hombre que fue héroe en ese instante y que los sigue siendo mucho después. “No he visto a otro igual. Uno de los más grandes de la historia. Y no creo que lo haya, así Colombia tenga grandes figuras en este momento como Nairo y Egan”, concluye Eric antes de irse para la meta.
Al lado del estadio del equipo Sportive de Saint Étienne, donde es la llegada de la octava etapa del Tour de Francia 2019, un aficionado francés, de pantaloneta azul, tenis blanco y una gorra de pepas rojas, ve a una familia con una bandera de Colombia y corre para soltar las únicas palabras que quizá sabrá decir en Español. “Me acuerdo de Lucho y su sangre”. El más pequeño de los Ruiz no entiende a qué se refiere, pero su padre, Javier, estira la mano mientras responde: “la hazaña más grande de nuestro ciclismo”.
Puede que hayan pasado 34 años y que el tiempo trate de derrotar el recuerdo, pero Luis Herrera y su triunfo siguen presentes, también su manera de arrancar en la subida y su pedaleo endemoniado para los demás ciclistas.
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Recordaría el doctor, muchos años después, que la noche anterior Lucho había roto su silencio y con su voz apacible arrojó una predicción que se haría realidad: “médico, no voy a atacar en los primeros premios de montaña. Que otros hagan el desgaste. Me guardo para el último ascenso y si bajo con más de minuto y medio la etapa era mía”.
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Herrera y su rostro de acólito bañado en sangre le dieron la vuelta al mundo. En Colombia generó más efusividad verlo impavido y mesurado luego del porrazo que sufrió. Y con el empuje de sus piernas, y de miles de colombianos que seguían la etapa por radio y por televisión, Lucho ganó, y Lucho fue noticia en el mundo entero, y quedó en la memoria de los franceses que aún hoy aseguran, sin dudarlo, que es el mejor corredor que ha dado nuestro país.
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Lucho se inmortalizó en Saint Étienne al igual que la sangre brotando de su ceja izquierda y cubriendo ese lado de la cara. Ese día, la camiseta de pepas tuvo otras manchas rojas, más deformes, pero que le dieron valor a la proeza de un hombre que fue héroe en ese instante y que los sigue siendo mucho después. “No he visto a otro igual. Uno de los más grandes de la historia. Y no creo que lo haya, así Colombia tenga grandes figuras en este momento como Nairo y Egan”, concluye Eric antes de irse para la meta.