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Rodillo, puro rodillo. Una porción del resumen del confinamiento de Esteban Chaves en su casa en Bogotá. Porque la otra tiene un poco más de color: All or Nothing, la serie que lo sedujo. Un recorrido por la ilustre temporada 2017-2018 del Manchester City, en la que se coronó campeón de la Premier League cruzando la barrera de los 100 puntos por primera vez en la historia. En las entrañas del equipo liderado por Pep Guardiola, un obsesivo por el juego, pero a la vez un tipo difícil de digerir a nivel personal. Y antes de dormir, un libro: Rey del mundo, una lectura que retrata la historia de Muhammad Ali desde esa noche de 1964 en la que el negro, tan mirado con recelo por su color de piel, seis asaltos después noqueó a Sonny Liston y se coronó campeón mundial de los pesos pesados. El tren que tomó para convertirse en un símbolo de la cultura popular en la lucha contra el racismo tan marcado de Estados Unidos.
Efectos colaterales de la cuarentena... no se tenía que sumergir en el mundo de los simuladores desde hace siete años. Cuando se fracturó la clavícula en el Trofeo Laigueglia perdió la movilidad total de su brazo derecho y el pensamiento de dejar el ciclismo estuvo en la baraja de posibilidades. Pero le cogió el gusto a la tecnología en la plataforma Zwift: montaba de manera virtual al mismo tiempo con su papá, hermano y amigos de manera conjunta, así estuvieran en locaciones distintas. “Es increíble la capacidad para adaptarse que tiene el ser humano, fue una experiencia dura, pero muy bonita. Nos adaptamos a lo que sea. El mundo no va a ser como antes y todos estamos aprendiendo”, dice Esteban en entrevista con El Espectador.
En enero se subió al tercer piso, una edad que, a veces, es un tiempo para replantear la vida. “Después de este encierro he tenido mucho tiempo para pensar. Al principio fue muy duro, porque llevo más de la mitad de mi vida despertándome con un objetivo en mente: una carrera, una fecha. Y de repente fue como si te quitaran todo y ese todo fuera incertidumbre. Pero fue un buen tiempo para estar con la familia, con los amigos. Para ‘resetear’ la cabeza: nosotros vamos a mil por hora, que los hoteles, los aeropuertos, maletas... teníamos que calmarnos y apreciar un poco más las cosas”.
Y también tuvo tiempo de sobra para trabajarle a su otro gran proyecto de vida: la Fundación Esteban Chaves, que tiene dos enfoques: el primero, operar junto con el equipo de ortopedia de la Fundación Cardioinfantil a niños con dificultades para caminar, jugar y escribir. “Los ves llegar en muletas y sillas de ruedas, y al cabo de unos meses ya pueden caminar, eso es impresionante. Son niños con problemas de cadera, rodillas o pies que dependen de sus familias y no tienen recursos. Ya hemos operado a 32 niños”.
El segundo: el plano deportivo. Dos personajes formados en la fundación llegaron este año al World Tour, máxima categoría del ciclismo mundial, y son dos de los mayores prospectos del país: Éiner Rubio (Movistar Team) y Santiago Buitrago (Bahrain-McLaren). Y más atrás vienen hombres como Daniel Méndez (Kern Pharma) y Brayan Malaver (Aran Cucine Vejus).
“¿El secreto? Es que hay mucho talento en Colombia, es impresionante. Salen de la tierra y con un poco de amor y dirección para enseñarles un poco acerca de la profesión se pueden generar este tipo de cosas. Hace cuatro años, cuando llegaron Éiner y Santiago, sabíamos de su talento, pero jamás imaginamos verlos en el World Tour tan rápido. Ser compañero de la selección de Santiago y rival de Éiner en el Tour Colombia fue algo que a mí me dio mucho orgullo”.
También viene Brayan Chaves, su hermano menor, del equipo filial del Caja Rural español. “Tiene más talento que yo a su edad. Como todos necesita un poco de suerte. Pero tiene disciplina y ganas, y eso a veces es incluso más importante que el talento”.
En tiempos de pandemia, Esteban ya sabía lo que era lidiar contra un virus. Un microorganismo que se mimetizó con el cansancio y que le hizo pasar los días más difíciles de su carrera. El detonante: la décima etapa del Giro de Italia 2018, en la que su cuerpo mandó un mensaje contundente y perdió 25 minutos. Viajó a Pamplona, estuvo internado 45 días hasta que le descubrieron su mononucleosis, que lo bajó por 255 días de la bicicleta. Un año después, otra vez en el Giro, dejó atrás todo lo malo con su victoria en la etapa 19.
“Sí, en algún momento llegué a odiar el ciclismo, al principio fue muy duro porque se confundía con el cansancio y se iba y volvía. Ya es un tema superado, son virus que los humanos recogemos de chiquitos y nosotros, como vamos al límite de nuestro cuerpo, los despertamos para que vuelvan a atacar. Los virus que estuvieron replicándose ya están controlados, obvio toca hacer tests, pero tema superado”.
Y tras superar los tiempos difíciles, Esteban sigue soñando con grandes logros en el Tour de Francia. “Me siento igual que hace 15 años: con el mismo sueño, nada ha cambiado. El Tour me hizo enamorarme del ciclismo y el sueño sigue vivo y sigo trabajando... como el año pasado y el anterior, y el anterior a ese. Y el que viene”.
Después de todo, Esteban antepone un verbo sobre otro: disfrutar sobre ganar. “Muchas veces por estar ‘persiguiendo’ el sueño y querer más y más se te olvida que ya lo estas viviendo. A veces damos las cosas por garantizadas y no te das cuenta de que ya estás en el sueño”.