Esteban Chaves y lo que significa sonreír para los demás
Mientras se prepara para la temporada 2020, el ciclista de 29 años sigue trabajando en dos proyectos importantes: su equipo de ciclismo y un “crowdfunding” para operar niños con problemas ortopédicos en Colombia.
Camilo Amaya
Si hay algo que ha entendido Esteban Chaves es que el sufrimiento curte para el futuro. Y que los malos pasajes se vuelven formativos, fortalecen y, de una forma que no queremos, enseñan; desde que nació con déficit de oxígeno y tuvo que pasar sus primeros días en una incubadora, hasta que se fue de frente contra una señal de tránsito en los alrededores de Laigueglia, Italia, en 2013. En el primer suceso, como en el segundo, el verbo a conjugar fue el mismo: “sobrevivir”. Eso ha hecho que el ciclista bogotano entienda la tragedia ajena como propia, porque sabe lo que es estar en una clínica, tener que ir a terapias, pasar semanas enteras en una cama, incluso perder la memoria. De hecho, cuando por poco se mata en Europa (fractura en el pómulo, en el cráneo, de la clavícula, en el yunque del oído derecho y una contusión pulmonar), Esteban borró todo —su mente lo hizo— y solo recuerda lo que sucedió días después.
Chaves, que conserva la sonrisa permanente que conocimos cuando ganó el Tour de L’Avenir en 2011, que no puede evitar mostrar sus dientes enormes cada vez que habla, decidió volver a las raíces y a compartir con los suyos como el camino para reencontrarse luego de sufrir mononucleosis en 2018, de tener fatigas, dolores de garganta y un desaliento repentino que no lo dejó llevar una temporada normal. “Fueron meses duros en los que pensé en retirarme. Sin embargo, el apoyo de mis papás y mi hermano, el de mi fundación y el del Mitchelson Scotto, que siempre ha sido incondicional, me hicieron cambiar de perspectiva y tomar un segundo impulso”.
Y lo hizo en 2019, en la etapa 19 del Giro de Italia, la penúltima que tuvo final en alto, el día en el que el bogotano recuperó la moral, la fuerza y las ganas de seguir batallando. En esa jornada, que terminó en San Martino di Castrozza, el colombiano pegó siete arranques para dejar atrás a quienes lo acompañaron en los últimos kilómetros, y mientras que el belga Pieter Serry y el francés François Bidard se sentaron, él siguió parado en pedales, con el zigzagueo habitual de los escaladores.
Y Chaves, con plato grande y piñón intermedio (quizás un 53-16), se alejó mucho y recorrió los últimos metros solo. Y la mirada de Carolina, su mamá, que esperaba en la meta, fue la misma del hijo y ambos se fundieron en un abrazo y las lágrimas fueron mutuas. “Fue un instante para reencontrarme y para darme cuenta de que no todo estaba acabado, que tenía, perdón, que tengo mucho por dar. Son las motivaciones que uno necesita en la vida deportiva, que lo llene de ganas de mirar para adelante sin olvidar lo que ha quedado atrás”.
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El corredor de 29 años, que perdió la movilidad de un brazo tras su primer accidente, y que en sus comienzos no era querido por nadie porque no había ganado nada (en el Colombia es Pasión, Luis Fernando Saldarriaga lo defendió para que no lo sacaran, pues a diferencia de los demás no tenía triunfos para mostrar), espera que el otro año venga con cosas mejores luego de haber aceptado la carga de la infelicidad, varias veces, con su mejor arma: una sonrisa.
“Ayudar”, otro verbo infaltable
A Esteban Chaves siempre le ha gustado entrenar en Santa Elena, un corregimiento de Medellín con carreteras serpentinas, subidas muy empinadas, con yarumos, guayacanes amarillos y pinos que proveen sombra para quienes quieren huir de los punzantes rayos del sol. En otras palabras, carreteras perfectas en medio de montañas verdes, unas más que otras, porque el ciclista siempre busca la naturaleza. Y qué mejor horizonte que tener a Rionegro a un lado y la Piedra de El Peñol al otro. “Me encuentro con los amigos de toda la vida y a mi familia le gusta venir. Además, el clima es perfecto, la comida es muy rica y la gente muy amable. El lugar adecuado para descansar y prepararse a la vez”.
En esta oportunidad, hubo una razón más para pasar las fiestas decembrinas en Antioquia: rodar por una causa justa. “Es una campaña de donación colectiva. La idea es recoger la mayor cantidad de dinero para operar niños con problemas ortopédicos de la mano con la Fundación Cardioinfantil. El año pasado recaudamos $150 millones y fueron intervenidos quirúrgicamente 28 niños. Ahora vamos por los $200 millones para que la cifra de pequeños sea superior a treinta. Pueden donar hasta el 17 de enero”. El domingo pasado, quienes colaboraron en este crowdfunding tuvieron la oportunidad de pedalear con Esteban por el oriente antioqueño, además de conversar y conocer su equipo de ciclismo, un proyecto que busca ayudarles a las promesas de este deporte en su proceso formativo (Einer Rubio, nuevo corredor de Movistar, y Santiago Buitrago, con el Bahrain Mérida, salieron de su club).
“Estamos muy contentos por la manera en la que se han dado las cosas, porque te incentiva a continuar con más ganas. Hay mucho talento y no se me haría raro que dentro de un par de años más ciclistas de nuestro equipo den el salto al World Tour”. Por ahora, mientras el tiempo libre se convierte en un periodo para estar con los demás, Chaves no tiene muy clara la hora de ruta del 2020, pues el Mitchelton Scott, que casi siempre tiene como primera parada las pruebas en Australia, definirá el calendario en enero, cuando sea la concentración en Europa. “La perspectiva es buena. Creo que soy una persona más madura, más calmada y con la ventaja de tener la experiencia adquirida durante años de correr fuera. La ilusión está intacta”, concluye un hombre que mantiene la esperanza de las gentes sencillas porque, al final, es lo único que realmente importa.
Si hay algo que ha entendido Esteban Chaves es que el sufrimiento curte para el futuro. Y que los malos pasajes se vuelven formativos, fortalecen y, de una forma que no queremos, enseñan; desde que nació con déficit de oxígeno y tuvo que pasar sus primeros días en una incubadora, hasta que se fue de frente contra una señal de tránsito en los alrededores de Laigueglia, Italia, en 2013. En el primer suceso, como en el segundo, el verbo a conjugar fue el mismo: “sobrevivir”. Eso ha hecho que el ciclista bogotano entienda la tragedia ajena como propia, porque sabe lo que es estar en una clínica, tener que ir a terapias, pasar semanas enteras en una cama, incluso perder la memoria. De hecho, cuando por poco se mata en Europa (fractura en el pómulo, en el cráneo, de la clavícula, en el yunque del oído derecho y una contusión pulmonar), Esteban borró todo —su mente lo hizo— y solo recuerda lo que sucedió días después.
Chaves, que conserva la sonrisa permanente que conocimos cuando ganó el Tour de L’Avenir en 2011, que no puede evitar mostrar sus dientes enormes cada vez que habla, decidió volver a las raíces y a compartir con los suyos como el camino para reencontrarse luego de sufrir mononucleosis en 2018, de tener fatigas, dolores de garganta y un desaliento repentino que no lo dejó llevar una temporada normal. “Fueron meses duros en los que pensé en retirarme. Sin embargo, el apoyo de mis papás y mi hermano, el de mi fundación y el del Mitchelson Scotto, que siempre ha sido incondicional, me hicieron cambiar de perspectiva y tomar un segundo impulso”.
Y lo hizo en 2019, en la etapa 19 del Giro de Italia, la penúltima que tuvo final en alto, el día en el que el bogotano recuperó la moral, la fuerza y las ganas de seguir batallando. En esa jornada, que terminó en San Martino di Castrozza, el colombiano pegó siete arranques para dejar atrás a quienes lo acompañaron en los últimos kilómetros, y mientras que el belga Pieter Serry y el francés François Bidard se sentaron, él siguió parado en pedales, con el zigzagueo habitual de los escaladores.
Y Chaves, con plato grande y piñón intermedio (quizás un 53-16), se alejó mucho y recorrió los últimos metros solo. Y la mirada de Carolina, su mamá, que esperaba en la meta, fue la misma del hijo y ambos se fundieron en un abrazo y las lágrimas fueron mutuas. “Fue un instante para reencontrarme y para darme cuenta de que no todo estaba acabado, que tenía, perdón, que tengo mucho por dar. Son las motivaciones que uno necesita en la vida deportiva, que lo llene de ganas de mirar para adelante sin olvidar lo que ha quedado atrás”.
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El corredor de 29 años, que perdió la movilidad de un brazo tras su primer accidente, y que en sus comienzos no era querido por nadie porque no había ganado nada (en el Colombia es Pasión, Luis Fernando Saldarriaga lo defendió para que no lo sacaran, pues a diferencia de los demás no tenía triunfos para mostrar), espera que el otro año venga con cosas mejores luego de haber aceptado la carga de la infelicidad, varias veces, con su mejor arma: una sonrisa.
“Ayudar”, otro verbo infaltable
A Esteban Chaves siempre le ha gustado entrenar en Santa Elena, un corregimiento de Medellín con carreteras serpentinas, subidas muy empinadas, con yarumos, guayacanes amarillos y pinos que proveen sombra para quienes quieren huir de los punzantes rayos del sol. En otras palabras, carreteras perfectas en medio de montañas verdes, unas más que otras, porque el ciclista siempre busca la naturaleza. Y qué mejor horizonte que tener a Rionegro a un lado y la Piedra de El Peñol al otro. “Me encuentro con los amigos de toda la vida y a mi familia le gusta venir. Además, el clima es perfecto, la comida es muy rica y la gente muy amable. El lugar adecuado para descansar y prepararse a la vez”.
En esta oportunidad, hubo una razón más para pasar las fiestas decembrinas en Antioquia: rodar por una causa justa. “Es una campaña de donación colectiva. La idea es recoger la mayor cantidad de dinero para operar niños con problemas ortopédicos de la mano con la Fundación Cardioinfantil. El año pasado recaudamos $150 millones y fueron intervenidos quirúrgicamente 28 niños. Ahora vamos por los $200 millones para que la cifra de pequeños sea superior a treinta. Pueden donar hasta el 17 de enero”. El domingo pasado, quienes colaboraron en este crowdfunding tuvieron la oportunidad de pedalear con Esteban por el oriente antioqueño, además de conversar y conocer su equipo de ciclismo, un proyecto que busca ayudarles a las promesas de este deporte en su proceso formativo (Einer Rubio, nuevo corredor de Movistar, y Santiago Buitrago, con el Bahrain Mérida, salieron de su club).
“Estamos muy contentos por la manera en la que se han dado las cosas, porque te incentiva a continuar con más ganas. Hay mucho talento y no se me haría raro que dentro de un par de años más ciclistas de nuestro equipo den el salto al World Tour”. Por ahora, mientras el tiempo libre se convierte en un periodo para estar con los demás, Chaves no tiene muy clara la hora de ruta del 2020, pues el Mitchelton Scott, que casi siempre tiene como primera parada las pruebas en Australia, definirá el calendario en enero, cuando sea la concentración en Europa. “La perspectiva es buena. Creo que soy una persona más madura, más calmada y con la ventaja de tener la experiencia adquirida durante años de correr fuera. La ilusión está intacta”, concluye un hombre que mantiene la esperanza de las gentes sencillas porque, al final, es lo único que realmente importa.