Fabián Puerta, el hombre de las chispas
Luego de que los comisarios le quitaran la opción de ganar medalla de Río 2016, este paisa de 26 años demostró que es uno de los mejores del mundo en su especialidad. Perfil.
Redacción deportes
El velódromo Alcides Nieto Patiño de la ciudad de Cali es el escenario en el que Fabián Puerta ha conquistado los logros más importantes de su carrera. Tres oros en Copa Mundo y una plata en el Mundial de 2014 dan buena cuenta del rendimiento del velocista antioqueño sobre este maderamen, que ayer una vez más lo despidió con aplausos y cánticos, como a los más grandes. “Estoy muy feliz. Para mí siempre es muy gratificante correr en Cali las Copas del Mundo. El público me acoge no solamente a mí, sino también a toda la delegación colombiana”, dijo Fabián, finalista olímpico en el keirin.
Lea: Fabián Puerta, oro en el keirin del Mundial de Apeldoorn
“Llegué mejor de lo que esperaba y poder entregar una medalla fue grandioso”, afirmó el antioqueño de 26 años, ex número uno del ranquin de la Copa Mundo, actual campeón panamericano y carta de primer nivel para el mundial que se disputará en Hong Kong. “Allá sólo pienso llegar al ciento por ciento”, confiesa.
Camino a la gloria
El 24 de diciembre de 1996, al lado del árbol de Navidad de la casa de la familia Puerta Zapata en la vereda La Chuscala, en el municipio antioqueño de Caldas, había un juguete que llamaba la atención. Era una bicicleta roja con rueditas de apoyo, que sería el regalo de Julio César para su único hijo, Fabián, de cinco años. Por esos días su hiperactividad era tal que cuando se aburría de estar encerrado salía a corretear caballos de fincas aledañas y a molestar a cuanto vecino estuviera desapercibido por las calles.
Esa bicicleta fue una herramienta perfecta para que Fabián estuviera ocupado y por eso su madre, Luz Adriana, fue quien más se preocupó porque pronto aprendiera a tener equilibrio y pudiera pasar tiempo rodando. “Me acuerdo que rápidamente me quitó las rueditas de apoyo para que aprendiera a mantener el equilibrio. Me pegué unas caídas impresionantes, pero lo logré”, le recordó Fabián a El Espectador.
Antes del ciclismo, sus padres lo metieron a clases de fútbol y karate, pero por esos deportes nunca sintió pasión. Claro que por esa época, una tarde estaban en la calle y pasó un niño con una bicicleta de montaña “superbacana”, como la describe Fabián. Le preguntaron en dónde entrenaba y él les recomendó el Club de Ciclomontañismo Chaquiñanes. Lo único que necesitaba era una bicicleta de montaña y pagar una mensualidad. La abundancia no habitaba con la familia Puerta Zapata, así que con una prima de Fabián consiguieron una bicicleta y con esfuerzo pudieron pagar mes a mes. Al completar varias sesiones de entrenamiento se dieron cuenta de su potencial y por eso con esfuerzo le compraron una bicicleta profesional.
Ómar Restrepo, su entrenador en esta escuela, decía: “Eh ave María, a este pelao tan hiperactivo nunca se le acaba la chispa”. Así que desde ahí, a los siete años, Chispas quedó siendo su apodo. Y ahora es reconocido así a nivel mundial.
“Si por mí fuera, hoy sería ciclomontañista”, dice Fabián. “La pista nunca fue de mi agrado y yo decía que eso era ir a darle vueltas a un óvalo como un bobo”, continúa. Sin embargo, la idea cambió y terminaría destacándose dándole vueltas a un óvalo. Su amigo Carlos Andrés Álvarez le dijo que por sus condiciones debería entrenar en la pista, que no perdiera el tiempo en la montaña ni en la ruta. Tras negarse durante muchos meses, finalmente hizo caso y se presentó en la escuela de Efraín Domínguez, quien ha sido su guía y, junto con Jaime González, lo ha llevado a convertirse en el gran pedalista que es hoy.
El velódromo Alcides Nieto Patiño de la ciudad de Cali es el escenario en el que Fabián Puerta ha conquistado los logros más importantes de su carrera. Tres oros en Copa Mundo y una plata en el Mundial de 2014 dan buena cuenta del rendimiento del velocista antioqueño sobre este maderamen, que ayer una vez más lo despidió con aplausos y cánticos, como a los más grandes. “Estoy muy feliz. Para mí siempre es muy gratificante correr en Cali las Copas del Mundo. El público me acoge no solamente a mí, sino también a toda la delegación colombiana”, dijo Fabián, finalista olímpico en el keirin.
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“Llegué mejor de lo que esperaba y poder entregar una medalla fue grandioso”, afirmó el antioqueño de 26 años, ex número uno del ranquin de la Copa Mundo, actual campeón panamericano y carta de primer nivel para el mundial que se disputará en Hong Kong. “Allá sólo pienso llegar al ciento por ciento”, confiesa.
Camino a la gloria
El 24 de diciembre de 1996, al lado del árbol de Navidad de la casa de la familia Puerta Zapata en la vereda La Chuscala, en el municipio antioqueño de Caldas, había un juguete que llamaba la atención. Era una bicicleta roja con rueditas de apoyo, que sería el regalo de Julio César para su único hijo, Fabián, de cinco años. Por esos días su hiperactividad era tal que cuando se aburría de estar encerrado salía a corretear caballos de fincas aledañas y a molestar a cuanto vecino estuviera desapercibido por las calles.
Esa bicicleta fue una herramienta perfecta para que Fabián estuviera ocupado y por eso su madre, Luz Adriana, fue quien más se preocupó porque pronto aprendiera a tener equilibrio y pudiera pasar tiempo rodando. “Me acuerdo que rápidamente me quitó las rueditas de apoyo para que aprendiera a mantener el equilibrio. Me pegué unas caídas impresionantes, pero lo logré”, le recordó Fabián a El Espectador.
Antes del ciclismo, sus padres lo metieron a clases de fútbol y karate, pero por esos deportes nunca sintió pasión. Claro que por esa época, una tarde estaban en la calle y pasó un niño con una bicicleta de montaña “superbacana”, como la describe Fabián. Le preguntaron en dónde entrenaba y él les recomendó el Club de Ciclomontañismo Chaquiñanes. Lo único que necesitaba era una bicicleta de montaña y pagar una mensualidad. La abundancia no habitaba con la familia Puerta Zapata, así que con una prima de Fabián consiguieron una bicicleta y con esfuerzo pudieron pagar mes a mes. Al completar varias sesiones de entrenamiento se dieron cuenta de su potencial y por eso con esfuerzo le compraron una bicicleta profesional.
Ómar Restrepo, su entrenador en esta escuela, decía: “Eh ave María, a este pelao tan hiperactivo nunca se le acaba la chispa”. Así que desde ahí, a los siete años, Chispas quedó siendo su apodo. Y ahora es reconocido así a nivel mundial.
“Si por mí fuera, hoy sería ciclomontañista”, dice Fabián. “La pista nunca fue de mi agrado y yo decía que eso era ir a darle vueltas a un óvalo como un bobo”, continúa. Sin embargo, la idea cambió y terminaría destacándose dándole vueltas a un óvalo. Su amigo Carlos Andrés Álvarez le dijo que por sus condiciones debería entrenar en la pista, que no perdiera el tiempo en la montaña ni en la ruta. Tras negarse durante muchos meses, finalmente hizo caso y se presentó en la escuela de Efraín Domínguez, quien ha sido su guía y, junto con Jaime González, lo ha llevado a convertirse en el gran pedalista que es hoy.