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Dicen que reinventó la forma de embalar. No porque lo haga diferente a los demás, sólo que levanta mucha más velocidad en menor tiempo que el resto. En otras palabras: es fulgurante en los metros finales. Fernando Gaviria no tiene el tren inferior del alemán Andre Greipel, tampoco el superior del eslovaco Peter Sagan. No es tan alto como Marcel Kittel ni tan cauto y cuidadoso como el italiano Elia Viviani.
El colombiano, manso, tranquilo y pasivo cuando faltan algunos kilómetros para la meta, es potencia, y se va lejos de todos, con tanta ventaja que casi siempre tiene tiempo de levantar los brazos para celebrar el triunfo. Ambición y furia, dos palabras que describen al antioqueño de 23 años. Y además temerario, porque siempre se mete por el espacio más recóndito, cuando va arriba de 60 kilómetros por hora sin importarle su integridad física, sin pensar que es probable que termine contra el asfalto.
Gaviria, que comenzó en la pista, que lo ganó todo en el velódromo, hizo una transición definitiva, crucial, en un país en el que las figuras eran los escaladores y en el que los hombres rápidos estaban opacados por los triunfos de los que suben como locomotoras. Fueron 14 veces las que estuvo en lo más alto del podio, cuatro de ellas en el Giro de Italia, competencia en la que se convirtió en el cuarto colombiano en vestirse con la maglia rossa.
Su capacidad para mover el mundo y para hacer sencillo lo que para otros es imposible, lo tiene como uno de los mejores ciclistas de la temporada, apenas su tercera en el World Tour. “Yo no soy el mejor, sólo el que tiene mejores piernas en el momento indicado”, dijo el colombiano tras imponerse en la tercera etapa de la Corsa Rosa con una comodidad abrumadora a ese alto nivel. El antioqueño, quien además se consagró como el mejor de la clasificación por puntos en Italia, es uno de las nominados a Deportista del Año de El Espectador y Movistar. Ese trabajo arduo que hace para dejar el nombre de Colombia en alto y la entrega con la que compite en cada carrera le tienen un puesto asegurado entre los grandes del deporte nacional. No le gusta que le digan Misil, así como Nairo Quintana odia que le digan El Cóndor. Simplemente Fernando, un adolescente con la barba tupida de un veterano, un corredor que no rompe esquemas; construye uno propio.
Describir a Gaviria, palabra por palabra, puede ser complicado, puede requerir un diccionario de adjetivos. Por eso es más fácil utilizar sólo una: campeón. Sí, todavía no ha llegado el título de una carrera, pero las victorias en etapas pueden convertirlo en el corredor más ganador de la historia de nuestro país y, por qué no, en una leyenda de las competencias de un día, de esas carreras de muchos kilómetros en las que realmente importan apenas unos cuantos metros. Apenas tiene 23 años y ya sabe cómo se hacen las cosas en las principales carreteras del mundo; ya sabe cómo funcionan las hegemonías en el pelotón internacional.
Por eso y mucho más es uno de los nominados a Deportista del Año de El Espectador y Movistar. Como es costumbre, en nuestra ceremonia, el lunes 4 de diciembre, se premiarán los podios de las categorías mayores y juvenil, Técnico del Año, Dirigente, Equipo, Revelación, Vida y Obra, y el más importante, el Juego Limpio Guillermo Cano. Usted podrá ser parte de esta elección, votando por su deportista favorito ingresando a nuestra página de internet (www.elespectador.com/deportista) o diligenciando un cupón que sale publicado en el impreso. No necesariamente el más votado por internet es el Deportista del Año. Los lectores hacen parte del jurado, junto con la sección de Deportes de El Espectador. El favorito en la web recibirá un premio aparte.