Comenzó la conquista de Italia
Egan Bernal ganó la novena etapa y es el nuevo líder del Giro. El ciclista del Ineos se convirtió en el quinto colombiano en vestir la “Maglia Rosa”. Ahora, a defenderla hasta Milán.
Camilo Amaya - Enviado especial a L'Aquila
La historia parece un poco irreal, pero sí que es verdad. Egan Bernal dentro de una burbuja en los últimos 1.600 metros de la novena etapa del Giro de Italia, quizá recordando las épocas de ciclomontañista cuando llegó el sterrato (camino de tierra), de una crianza en terrenos más fangosos y complicados que el de ayer en Campo Felice.
Y por eso no solo siguió la rueda de Alexandr Vlasov cuando al ruso le dio por atacar, sino que pasó derecho y, como si tuviera una marcha extra, dejó atrás a Koen Bouwman y a Geoffrey Bouchard, los de la fuga, los que se quitaron para no ser arrollados por el colombiano.
Bernal fue pura fuerza, pura mente, puro corazón. Y pura espalda. Y lo fue por él, por el año complicado que tuvo, por el recuerdo de un Tour de Francia en su bolsillo sin haber ganado una sola etapa y el de un retiro forzoso en la edición del año pasado.
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“La mejor manera de mandarle un mensaje a mi país en estos momentos es con una victoria”, dijo antes de la salida, cuando el rumor de que el clima ponía en peligro el ascenso a los Abruzos.
Y, claro, ahí una reacción calma y directa. “No sería justo que pasara, me harían un daño”. Pues no pasó. Y Bernal lo logró. Durante cuatro minutos, y en una pendiente del 8,8 %, pedaleó tan fuerte como pudo, con el viento siendo otro obstáculo, y la lengua por fuera, una cátedra deslumbrante que no será sencilla de olvidar. Un instante irrepetible.
– ¿En serio gané la etapa?
¡Sí!
Y sin ningún pudor arrojó una grosería, con vigor, que se legitimó por lo que acababa de suceder. Ya luego Bernal confesaría que no fue él quien pidió ponerle fin a la escapada del día, que fueron sus compañeros los que le dijeron que podían apretar el paso, ir por todo, por la Maglia Rosa.
Y que se impresionó por la confianza. Y ya después vino la determinación gracias al poderoso sentimiento colectivo y, seguido, la construcción de un relato común, de ser el líder del Giro.
Bernal no quiso ser solo palabras, quiso expresarlas con hechos. Y darle alegría a Colombia, mostrar de otra forma su descontento con lo que está pasando, hacerlo del modo en el que llega a las entrañas de un pueblo sufrido: a través de la esperanza.
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Y qué importa vestirse de rosa tan temprano, mucho menos que todavía falten las Dolomitas, o el imponente Zoncolan. “Quería tener la camiseta rosa”.
Bernal, que con este ataque nos confirma esa fuerza gravitacional tan diferente que tiene, se desmorona. Y trata de ocultar el llanto, pero el hablar, tan encima, se convierte en un ejercicio de nostalgia. No solo para él, sino para todos. El largo camino, el de las lesiones y el que la ansiedad hizo eterno, parece haber terminado.
Ahora, fisioterapia, masajes y ya está, a la carretera a defender lo propio, a pelear por lo suyo, tal cual lo está haciendo en las calles el pueblo colombiano. Termina su primera rueda de prensa como líder del Giro y Bernal entiende que el que acepta halagos por montones termina siendo dominado. Y eso es lo que menos quiere. “Me gustaría la Maglia y ya está”.
El todopoderoso Ineos
Filippo Ganna y un ritmo arrollador en terrenos que no son los suyos, Jonathan Castroviejo tirando 500 metros a pesar de tener la rueda trasera pinchada, Daniel Martínez y Jhonatan Narváez adelante sin importar la lluvia, y Gianni Mosconi y Salvatore Puccio gastando hasta la energía que no tienen.
Eso resume la determinación del Ineos en estos primeros nueve días de carrera, y hace pensar que sobrará vehemencia para defender a Bernal de cualquier arremetida, de los que quieran alterar el orden ya impuesto, porque este Ineos ha hecho recordar al todopoderoso de Froome, solo que ahora quien maneja los hilos es el colombiano.
Lea también: La emotiva reacción de Egan Bernal luego de ganar la novena etapa del Giro
La primera de tantas pruebas será el miércoles, luego del primer día de descanso, 162 kilómetros, y la llegada a Montalcino, una pequeña Strade Bianche con cuatro sectores de sterrato (35,2 km), el terreno perfecto para que aparezca de nuevo el Bernal ciclomontañista y disfrute mientras los otros sufren para no caerse y por ir al paso acelerado de una máquina inglesa, comandada por un colombiano, que solo piensa en ganar.
Por: Camilo Amaya
La historia parece un poco irreal, pero sí que es verdad. Egan Bernal dentro de una burbuja en los últimos 1.600 metros de la novena etapa del Giro de Italia, quizá recordando las épocas de ciclomontañista cuando llegó el sterrato (camino de tierra), de una crianza en terrenos más fangosos y complicados que el de ayer en Campo Felice.
Y por eso no solo siguió la rueda de Alexandr Vlasov cuando al ruso le dio por atacar, sino que pasó derecho y, como si tuviera una marcha extra, dejó atrás a Koen Bouwman y a Geoffrey Bouchard, los de la fuga, los que se quitaron para no ser arrollados por el colombiano.
Bernal fue pura fuerza, pura mente, puro corazón. Y pura espalda. Y lo fue por él, por el año complicado que tuvo, por el recuerdo de un Tour de Francia en su bolsillo sin haber ganado una sola etapa y el de un retiro forzoso en la edición del año pasado.
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“La mejor manera de mandarle un mensaje a mi país en estos momentos es con una victoria”, dijo antes de la salida, cuando el rumor de que el clima ponía en peligro el ascenso a los Abruzos.
Y, claro, ahí una reacción calma y directa. “No sería justo que pasara, me harían un daño”. Pues no pasó. Y Bernal lo logró. Durante cuatro minutos, y en una pendiente del 8,8 %, pedaleó tan fuerte como pudo, con el viento siendo otro obstáculo, y la lengua por fuera, una cátedra deslumbrante que no será sencilla de olvidar. Un instante irrepetible.
– ¿En serio gané la etapa?
¡Sí!
Y sin ningún pudor arrojó una grosería, con vigor, que se legitimó por lo que acababa de suceder. Ya luego Bernal confesaría que no fue él quien pidió ponerle fin a la escapada del día, que fueron sus compañeros los que le dijeron que podían apretar el paso, ir por todo, por la Maglia Rosa.
Y que se impresionó por la confianza. Y ya después vino la determinación gracias al poderoso sentimiento colectivo y, seguido, la construcción de un relato común, de ser el líder del Giro.
Bernal no quiso ser solo palabras, quiso expresarlas con hechos. Y darle alegría a Colombia, mostrar de otra forma su descontento con lo que está pasando, hacerlo del modo en el que llega a las entrañas de un pueblo sufrido: a través de la esperanza.
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Y qué importa vestirse de rosa tan temprano, mucho menos que todavía falten las Dolomitas, o el imponente Zoncolan. “Quería tener la camiseta rosa”.
Bernal, que con este ataque nos confirma esa fuerza gravitacional tan diferente que tiene, se desmorona. Y trata de ocultar el llanto, pero el hablar, tan encima, se convierte en un ejercicio de nostalgia. No solo para él, sino para todos. El largo camino, el de las lesiones y el que la ansiedad hizo eterno, parece haber terminado.
Ahora, fisioterapia, masajes y ya está, a la carretera a defender lo propio, a pelear por lo suyo, tal cual lo está haciendo en las calles el pueblo colombiano. Termina su primera rueda de prensa como líder del Giro y Bernal entiende que el que acepta halagos por montones termina siendo dominado. Y eso es lo que menos quiere. “Me gustaría la Maglia y ya está”.
El todopoderoso Ineos
Filippo Ganna y un ritmo arrollador en terrenos que no son los suyos, Jonathan Castroviejo tirando 500 metros a pesar de tener la rueda trasera pinchada, Daniel Martínez y Jhonatan Narváez adelante sin importar la lluvia, y Gianni Mosconi y Salvatore Puccio gastando hasta la energía que no tienen.
Eso resume la determinación del Ineos en estos primeros nueve días de carrera, y hace pensar que sobrará vehemencia para defender a Bernal de cualquier arremetida, de los que quieran alterar el orden ya impuesto, porque este Ineos ha hecho recordar al todopoderoso de Froome, solo que ahora quien maneja los hilos es el colombiano.
Lea también: La emotiva reacción de Egan Bernal luego de ganar la novena etapa del Giro
La primera de tantas pruebas será el miércoles, luego del primer día de descanso, 162 kilómetros, y la llegada a Montalcino, una pequeña Strade Bianche con cuatro sectores de sterrato (35,2 km), el terreno perfecto para que aparezca de nuevo el Bernal ciclomontañista y disfrute mientras los otros sufren para no caerse y por ir al paso acelerado de una máquina inglesa, comandada por un colombiano, que solo piensa en ganar.
Por: Camilo Amaya