Iván Sosa, el ciclista de Pasca que brilla en las carreteras europeas

Esta es la historia del ciclista cundinamarqués del equipo Ineos que ganó la etapa reina del Tour de la Provence.

Camilo Amaya
13 de febrero de 2021 - 04:08 p. m.
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A diferencia de muchos niños que viven en la vereda Gúachipas, en Pasca, Cundinamarca, a Iván Sosa no le tocó recoger de tiempo completo tomate de árbol, sembrar fríjol y arveja o gulupa cuando el clima dejaba. La tarea del adulto, el trabajo en el campo como manera de dignificar la existencia, fue su responsabilidad parcial. Y no porque su padre, Jorge Antonio, fuera benevolente, tampoco porque no quisiera ayudar. Solo que el compromiso era otro: ser ciclista.

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El corredor del equipo Ineos se llama así por la admiración de su papá hacia Iván Parra, hermano menor de Fabio Parra. Por los relatos grandilocuentes de los narradores de Boyacá, que aseguraban que el menor de la dinastía Parra iba a ser el mejor de todos los tiempos. Por las horas escuchando un pequeño radio en medio de cultivos de mora, soñando con el destino que no fue propio para alguien venidero.

“Quería un hijo deportista y me fue mejor: salió ciclista. Escuchaba las carreras mientras estaba en el campo y el nombre que más pronunciaban los especialistas era Iván. Por eso le puse así”. El fulgor del momento potenció la idea, hizo pensar de manera repentina en la notaría, justificó cuando su esposa cuestionó las cuatro letras. Y, para su fortuna, primó la intuición, pues las montañas de Pasca convertirían a su hijo en un escalador por convicción, mas no por necesidad. “El tío Joaquín lo empezó a sacar por la vereda, a montar por el páramo. Desde ahí entendió que la mejor forma de vivir era con una bicicleta”.

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Iván estudió el bachillerato en el colegio Adolfo León Gómez de Pasca, pero no pudo graduarse al tener bajas calificaciones en química y en física. “Mi esposa yo lo sacamos para que pudier entrenar más tiempo". Obtuvo el diploma en el Instituto Triángulo de Fusagasugá, donde validó dos años en uno.

La primera bicicleta que le compraron costó un millón de pesos y cuatro meses de sacrificio, de trabajar más para poder ahorrar 250 mil cada 30 días. “Era de segunda, de hierro, muy pesada. No hubo para más, pero el chino respondió”. La disciplina creó un hábito y este ya fue una costumbre. Recorriendo las mismas subidas, Iván les demostró a sus papás y a sí mismo que el placer ya era una pasión de la cual podía hacer su profesión. Que no importaba si los demás niños le ganaban, que lo trascendental en este deporte era la perseverancia para llegar al éxito. “Lo vimos juicioso y guardamos más dinero para comprarle otra, la que llevó a la Vuelta al Porvenir en 2015”.

Ese año, en la última etapa de montaña de la prueba, Sosa se impuso en El Crucero, un alto de primera categoría de 24 kilómetros con repechos que varían entre el 7,3 y el 11% de inclinación. Ganó en solitario, superando en los últimos metros a Sergio Higuita y a Adrián Bustamante. “Pues vi que la carretera se empinó y rompí el grupo”, dijo luego del triunfo un joven de sonrisa fácil, de voz mansa, que se toma confianza a medida que va hablando y que tiene un humor álgido cuando la conversación languidece.

Esa actuación le valió un cupo a la selección de Colombia que participó en el Tour de L’Avenir en 2016, pero fue en 2017, en la misma prueba, cuando su vocación de trabajar en equipo lo hizo un hombre fundamental para el título de Egan Bernal. Estuvo adelante, le puso la rueda al que hoy es su compañero en el Ineos, y hecho el desgaste se limitó a defender a su compañero de los ataques de los franceses, suizos y holandeses.

Ese atrevimiento, respetando las posiciones de carrera, el oficio de quien ve en el ciclismo un deporte colectivo que genera triunfos individuales, ya había llamado la atención de Gianni Savio, el mánager del Androni, un enamorado de la épica natural de los escarabajos, un experto en escoger los que son y para lo que son, y que a principio de temporada lo había contratado por recomendación del mismo Bernal y de Rodolfo Torres. También le abrió las puertas para hacer parte del mejor equipo del mundo.

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“Creo mucho en él porque, desde pequeño, le vi una determinación inmensa, algo que los otros niños no tenían. Y en el deporte, como en la vida misma, se necesita coraje y entrega”. Cuando no está en Europa, Iván sigue ayudando en la casa a llevar los paquetes de mora en una carreta hasta la entrada, porque el carro no tiene cómo llegar a los cultivos. Sigue siendo uno más en su vereda, pues, después de todo, así lo educaron, para ser siempre el mismo.

*Texto publicado en de agosto de 2019, que se revive por la victoria de Iván Sosa en el Tour de la Provence.

Por Camilo Amaya

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