José Tito Hernández: ser infiel a los demás para ser fiel a sí mismo
Su vida gira en torno a una filosofía oriental llamada taoísmo. No come animales como principio de vida en un deporte en el que las proteínas son religiosas. Esta es la historia del vigente campeón del Clásico RCN y el nuevo ganador de la Vuelta a Colombia.
Thomas Blanco- @thomblalin
Una filosofía de vida, tal vez religión procedente de China. Que entre líneas se resume en estar en equilibrio con el universo y la vida misma. No come animales, una ruta casi inexplorada en el mundo del ciclismo en el que las proteínas lo son casi todo. Casi, porque José Tito Hernández demostró que la vida premia cuando no se busca serle fiel a los demás sino a uno mismo. El antioqueño de 25 años del Team Medellín es el nuevo y primer campeón exponente del taoísmo de la Vuelta a Colombia.
Su menú predilecto son las lentejas, fríjoles, garbanzos, huevos, yogurts, queso, mani, almendras, nueces. En el que la miel de abejas tiene un espacio sagrado para él. Todo integral, todo natural. “En mi casa me enseñaron que no se deben matar animales, que la carne sí tiene proteínas, pero no es tan saludable. Y la verdad es que las proteínas se pueden sacar de otros alimentos, yo le saco más gusto a unos frijoles o a una sopa. Yo me preparo duro, entreno bien y no necesito de la carne, todo es hacer balances”, dice en entrevista con El Espectador.
“Estoy muy feliz de su victoria, esto tengo que agradecérselo a nuestra filosofía que lo ha formado para mostrarle que sí se puede en un mundo que dice que sin comer carne no se puede vivir. Él siempre se ha nutrido con otras cosas naturales. Para que haya carne debe haber un muerto, matar a un ser que tiene vida. No hay que sacrificar otros seres vivos para alimentarnos”, las palabras felices de José Luis Hernández Muñoz, padre de José Tito, quien se dedica a trabajar con café, plátano, yuca, naranja y limón en su finca en El Carmen de Viboral.
Su sobrenombre en el taoísmo es Pedalogro, que significa que la fuerza le llega pedaleando las cosas. “Nuestra forma de vivir es sana, es decirnos: ‘Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo’”.
Al final de las temporadas, Tito se va con sus papas a un templo taoísta de Boyacá, retirado de la ciudad, a recargarse con la naturaleza en búsqueda de una de las palabras más importantes de su diccionario: armonía. “Sé que es algo totalmente diferente a lo que está acostumbrada la gente, pero para mí es una gran enseñanza y forma de vivir la vida. Es tener pensamientos positivos y saber que el valor de la palabra es muy importante. A mí me gusta todo eso”, dice Tito.
Su carrera en el ciclismo empezó cuando Juan de Dios Fajardo, un hombre que quería forjar su escuela de ciclismo en el municipio de El Carmen de Viboral fue a la institución educativa Santa María a convocar niños. Tito, de ocho años, más seducido por la determinación de un vecino con el que se iba en bicicleta a estudiar, dio un sí que hoy lo tiene como el ilustre ganador de las dos carreras más importantes del ciclismo colombiano.
“Yo le dije a mi amigo que ni teníamos bici, pero nos metimos. Él se salió al poco tiempo, pero yo seguí. Me fueron prestando una bici, la gente me ayudaba con los uniformes, hasta que empecé a competir”. Un verbo que se tradujo en ser campeón de la vuelta al Futuro 2010, la carrera prejuvenil más importante del país. Y luego siguió la estela al subirse en lo más alto del podio en la juvenil, en la Vuelta del Porvenir.
“Un pelado que empezó de la nada, de la miseria, junto a Walter Vargas y muchos más. Verlo ganar es un orgullo. Como persona es una gran ser humano y como deportista ni hablar. Ya en el estatus que está y no se ha crecido, eso habla mucho de él. Le digo que hay que ser grande, pero humilde siempre. Y él es un grande”, las palabras de Juan de Dios Fajardo, su padrino en el ciclismo y miembro del Orgullo Paisa, equipo en el que militó Tito hasta el año pasado.
Llegó al equipo más poderoso de Latinoamérica a hacer fila, a trabajar para los demás. O al menos eso decían sus planes. En el Clásico RCN 2020, tras la gran contrarreloj que hizo en Filandia en la quinta etapa se quedó con la camiseta amarilla de líder por centésimas de diferencia con respecto a su compañero Óscar Sevilla. En la charla técnica del siguiente día el guión fue apoyar a Tito.
“Yo dije: yo voy a aprender, estoy joven, sé que Sevilla es un gran líder y hay que ayudarle. Cuando entré al equipo encontré una armonía gigante, vi la calidad de persona que es Óscar y eso me motivó aún más para ayudarle. Y él me dijo que quería que yo ganara. Yo estoy recién llegado y ver todo lo que pasó me da mucha confianza y alegría”, apuntó Tito acerca de uno de sus referentes. “A Sevilla yo lo admiro, desde que empecé a correr lo miraba y verlo acá con la edad que tiene… Mucha gente dice que se retire, pero cómo se va a retirar si es el más disciplinado del equipo, uno lo ve juicioso con los horarios de comida, madruga, está de primero en el comedor, es el primero que se acuesta en las noches, entrena como pocos, es mucho profesionalismo y dedicación juntos. Le he aprendido mucho”, agregó. Una tendencia que se repitió en esta Vuelta a Colombia.
Un título que es la muestra de su crecimiento como ciclista. Siempre un talentoso en las montañas cortas, pero no en las cuestas largas. Tampoco en las pruebas contra el reloj. “Me enfoqué en preparar esos dos punticos y eso me ha llevado a ser campeón”, cierra Pedalogro con una armonía total entre su ciclismo y la vida misma.
Thomas Blanco- @thomblalin
Una filosofía de vida, tal vez religión procedente de China. Que entre líneas se resume en estar en equilibrio con el universo y la vida misma. No come animales, una ruta casi inexplorada en el mundo del ciclismo en el que las proteínas lo son casi todo. Casi, porque José Tito Hernández demostró que la vida premia cuando no se busca serle fiel a los demás sino a uno mismo. El antioqueño de 25 años del Team Medellín es el nuevo y primer campeón exponente del taoísmo de la Vuelta a Colombia.
Su menú predilecto son las lentejas, fríjoles, garbanzos, huevos, yogurts, queso, mani, almendras, nueces. En el que la miel de abejas tiene un espacio sagrado para él. Todo integral, todo natural. “En mi casa me enseñaron que no se deben matar animales, que la carne sí tiene proteínas, pero no es tan saludable. Y la verdad es que las proteínas se pueden sacar de otros alimentos, yo le saco más gusto a unos frijoles o a una sopa. Yo me preparo duro, entreno bien y no necesito de la carne, todo es hacer balances”, dice en entrevista con El Espectador.
“Estoy muy feliz de su victoria, esto tengo que agradecérselo a nuestra filosofía que lo ha formado para mostrarle que sí se puede en un mundo que dice que sin comer carne no se puede vivir. Él siempre se ha nutrido con otras cosas naturales. Para que haya carne debe haber un muerto, matar a un ser que tiene vida. No hay que sacrificar otros seres vivos para alimentarnos”, las palabras felices de José Luis Hernández Muñoz, padre de José Tito, quien se dedica a trabajar con café, plátano, yuca, naranja y limón en su finca en El Carmen de Viboral.
Su sobrenombre en el taoísmo es Pedalogro, que significa que la fuerza le llega pedaleando las cosas. “Nuestra forma de vivir es sana, es decirnos: ‘Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo’”.
Al final de las temporadas, Tito se va con sus papas a un templo taoísta de Boyacá, retirado de la ciudad, a recargarse con la naturaleza en búsqueda de una de las palabras más importantes de su diccionario: armonía. “Sé que es algo totalmente diferente a lo que está acostumbrada la gente, pero para mí es una gran enseñanza y forma de vivir la vida. Es tener pensamientos positivos y saber que el valor de la palabra es muy importante. A mí me gusta todo eso”, dice Tito.
Su carrera en el ciclismo empezó cuando Juan de Dios Fajardo, un hombre que quería forjar su escuela de ciclismo en el municipio de El Carmen de Viboral fue a la institución educativa Santa María a convocar niños. Tito, de ocho años, más seducido por la determinación de un vecino con el que se iba en bicicleta a estudiar, dio un sí que hoy lo tiene como el ilustre ganador de las dos carreras más importantes del ciclismo colombiano.
“Yo le dije a mi amigo que ni teníamos bici, pero nos metimos. Él se salió al poco tiempo, pero yo seguí. Me fueron prestando una bici, la gente me ayudaba con los uniformes, hasta que empecé a competir”. Un verbo que se tradujo en ser campeón de la vuelta al Futuro 2010, la carrera prejuvenil más importante del país. Y luego siguió la estela al subirse en lo más alto del podio en la juvenil, en la Vuelta del Porvenir.
“Un pelado que empezó de la nada, de la miseria, junto a Walter Vargas y muchos más. Verlo ganar es un orgullo. Como persona es una gran ser humano y como deportista ni hablar. Ya en el estatus que está y no se ha crecido, eso habla mucho de él. Le digo que hay que ser grande, pero humilde siempre. Y él es un grande”, las palabras de Juan de Dios Fajardo, su padrino en el ciclismo y miembro del Orgullo Paisa, equipo en el que militó Tito hasta el año pasado.
Llegó al equipo más poderoso de Latinoamérica a hacer fila, a trabajar para los demás. O al menos eso decían sus planes. En el Clásico RCN 2020, tras la gran contrarreloj que hizo en Filandia en la quinta etapa se quedó con la camiseta amarilla de líder por centésimas de diferencia con respecto a su compañero Óscar Sevilla. En la charla técnica del siguiente día el guión fue apoyar a Tito.
“Yo dije: yo voy a aprender, estoy joven, sé que Sevilla es un gran líder y hay que ayudarle. Cuando entré al equipo encontré una armonía gigante, vi la calidad de persona que es Óscar y eso me motivó aún más para ayudarle. Y él me dijo que quería que yo ganara. Yo estoy recién llegado y ver todo lo que pasó me da mucha confianza y alegría”, apuntó Tito acerca de uno de sus referentes. “A Sevilla yo lo admiro, desde que empecé a correr lo miraba y verlo acá con la edad que tiene… Mucha gente dice que se retire, pero cómo se va a retirar si es el más disciplinado del equipo, uno lo ve juicioso con los horarios de comida, madruga, está de primero en el comedor, es el primero que se acuesta en las noches, entrena como pocos, es mucho profesionalismo y dedicación juntos. Le he aprendido mucho”, agregó. Una tendencia que se repitió en esta Vuelta a Colombia.
Un título que es la muestra de su crecimiento como ciclista. Siempre un talentoso en las montañas cortas, pero no en las cuestas largas. Tampoco en las pruebas contra el reloj. “Me enfoqué en preparar esos dos punticos y eso me ha llevado a ser campeón”, cierra Pedalogro con una armonía total entre su ciclismo y la vida misma.
Thomas Blanco- @thomblalin