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La anarquía amarilla de Tadej Pogacar: enemigo del sistema

El esloveno de 21 años se coronó campeón en su debut en el Tour de Francia y se los fumó a todos. Ganó también la camiseta de los jóvenes, de la montaña y se adjudicó tres etapas. Todo con una exhibición en medio de un ciclismo moderno que corre hacia otra corriente.

Thomas Blanco- @thomblalin
20 de septiembre de 2020 - 09:22 p. m.
Tadej Pogacar debutó en una grande en la Vuelta a España 2019: ganó tres etapas y terminó en el podio.
Tadej Pogacar debutó en una grande en la Vuelta a España 2019: ganó tres etapas y terminó en el podio.
Foto: Agencia AFP
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Una vez Andrej Hauptman, reconocido exciclista esloveno que obtuvo la medalla de bronce en el Mundial de Ruta de 2001, llegó demasiado tarde a una de las carreras juveniles que ayudaba a organizar en su país. Lo primero que vio fue a un fuerte pelotón de ciclistas adolescentes que andaban a cien metros de distancia sobre un muchacho más pequeño, más frágil que el resto. “Tenemos que hacer algo con ese chico, lo dejaron tirado”, les dijo Hauptman a sus colegas. “No, no, tú no entiendes nada... el chico les acaba de coger una vuelta de ventaja a todos”. Quedó congelado. Ese niño se llamaba Tadej Pogacar, el nuevo campeón del Tour de Francia y el más joven (21) de la posguerra en 116 años.

El ciclismo moderno corre hacia una nueva corriente, no volverá a ser el mismo tras el Tour de Francia 2020. El modelo de control que perfeccionó el Jumbo Visma, que patentó en la última década el Team Sky, será la nueva normalidad: una pelea entre equipos, más que de capos de escuadra. En la ronda gala más controlada en la historia, con un trabajo casi impecable del equipo de Primoz Roglic, un chico de 21 años, casi solo, hizo el golpe de estado y rompió la dictadura más rígida que se había visto en una carrera. Paradoja inverosímil.

Un Tour de Francia que lo saludó con una cachetada en la primera semana. Lo que no hizo la montaña, lo hizo el viento. Tras una primeros seis días sin ataques, que tantos catalogaron de anestesia general, en la séptima etapa, un viernes, jornada en el papel tranquila, hecha para velocistas en la que los capos ahorrarían esfuerzos, terminó en un golpe fuerte para Tadej: perdió 1:21 con los favoritos. Los vientos laterales soplaron, lo soplaron, y en los abanicos cedió tiempo junto a Mikel Landa, Richard Carapaz, Bauke Mollema, Richie Porte y Esteban Chaves. ¿Se bajaba del lote de favoritos?

Llegó el fin de semana y con dos etapas de montaña, Pogacar, herido, atacó ipso facto. El sábado descontó 40 segundos y el domingo ganó la novena etapa al sprint, bonificó diez segundos y solo Egan, Roglic y Landa lograron seguirle la rueda. A los demás favoritos al menos les sacó 11 segundos más en la llegada. Y otra vez se metió en la pelea tras un fin de semana imperial.

El comienzo de la segunda semana fue una decepción en el UAE Team Emirates: Pogacar, por retiros, perdió a dos de sus principales escuderos: el eterno candidato Fabio Aru y Davide Formolo. Quedaba más solo, sobre todo con el respaldo de David de la Cruz, un hombre que hizo un gran trabajo de gregario en la consecución del título.

El Jumbo Visma, coqueto, adoptado por su compatriota Primoz Roglic, lo recibió, bajo perfil, con los brazos abiertos. Todo se tenía que refrendar con las piernas, efectivamente fueron los que en mejor estado de forma estuvieron al término de la segunda semana. Y así, en la etapa 15, en el Grand Colombier, en el puerto en el que sucumbieron Nairo Quintana y Egan Bernal, Tadej se adjudicó su segunda etapa de la carrera tras ganarle el embalaje a Roglic. Más atrás, a 10, 15, 30 segundos de distancia aterrizaron los favoritos que no se fundieron.

La cara de Roglic tras no conseguir el triunfo, con su amigo, su compatriota, fue reveladora: sabía que se le podía salir de control. El jefe de filas del Jumbo era líder a 40 segundos de ventaja de Pogacar, que ya se había trepado en el segundo puesto. Más atrás estaban Rigoberto Urán (1:34) y Miguel Ángel López (1:45), tercero y cuarto, respectivamente. Parecía una lucha de dos, casi de cuatro, porque en el radar estaba la contrarreloj del penúltimo día en la que los dos eslovenos eran favoritos.

La radiografía del Tour de Francia era clara: escasez de ataques. “Atacar es inmolarse”, reconoció el longevo Alejandro Valverde el segundo día de descanso, un tipo que ha protagonizado las grandes vueltas por dos décadas y nunca había visto nada parecido. “Me disculpo, esta no es mi forma de correr, pero no se puede atacar”, complementó Supermán López, junto a Landa, los ciclistas más carnívoros del pelotón.

La locomotora amarilla del Jumbo, tirando del grupo a casi 50 kilómetros por hora, a un ritmo inclemente, como un agujero negro, neutralizaba cualquier intento de ataque, hasta cualquier pensamiento. “Es humanamente imposible hacer algo”, apuntó Nairo.

Con ese plano general, con la amenaza de incendio en la jornada 17, la etapa reina del Tour en el radar, con una subida inédita al Col de la Loze, una pared que podía llegar al 24% de desnivel, empezó la tercera semana. Con dos interrogantes para Pogacar: de los favoritos era el que más había gastado energías y el periodismo sentenciaba que el cuerpo le iba a cobrar factura y el puerto, por primera vez, superaba los 2.000 metros de altura. Terreno fértil de los colombianos.

El ganador fue Miguel Ángel López, el único que pudo romper la partitura de Roglic y su Jumbo Visma y la sombra de Pogacar. Pero en una muestra de clase, inesperada para muchos, los dos eslovenos sortearon la etapa y fueron segundo y tercero: Roglic a 15′' del colombiano y Pogacar a 30′'. Todoterrenos.

Un calificativo que debían sentenciar en la contrarreloj de 36 kilómetros con llegada en subida de primera categoría en la Planche Des Belles Filles. Todos, para ese día, estaban seguros de que el podio se quedaba intacto: Roglic, Pogacar y Superman. Pero hubo un terremoto.

Pogacar, que había perdido 1:30 en la crono de la pasada edición de La Vuelta a España con Roglic, hizo “la mayor exhibición individual que se ha visto en el ciclismo”, según la catalogó Lance Armstrong. Ganó la contrarreloj con 1:21 de ventaja sobre Tom Dumoulin y Richie Porte, y con 1:56 sobre Primoz Roglic. Le quitó la camiseta amarilla a su compatriota en el último día competitivo, escalofríos. Déjà vu: 1989.

Ese día, Tadej, rebelde, corrió la crono sin un potenciómetro. A puras sensaciones, como desafiando, otra vez, la nueva realidad del ciclismo: de números, datos, planos, tecnología.

El esloveno marcó récord de subida en cinco puertos de montaña: Col de Peyresourde, Col de Marie-Blanque, Pas de Peyrol, Grand Colombier y Planche des Belles Filles moviendo hasta 6,9 vatios por kilogramos, cuando un corredor top llega a los 6,0. Números anormales en un ciclismo que será gobernado por los jóvenes. Por Pogacar, por Egan, por Remco. ¿El Federer, Nadal y Djokovic de esta década del ciclismo?

Los hombres que habían ganado el Tour de Francia en su debut: Laurent Fignon (1983), Bernald Hinault (1978), Eddy Merckx (1969), Felice Gimondi (1965), Jacques Anquetil (1957), Fausto Coppi (1949). Los nombres dictan que se trata de un dotado que marcará su era. Pogacar, el dueño de la camiseta de la montaña, la de mejor joven, la amarilla; todas suyas.

En los nuevos tiempos de las marginal gains, de los equipos que controlan las carreras, de ahorrar energías para la tercera semana, de los ataques coordinados por la tecnología, Pogacar, en su primer Tour, con su anarquía, hizo un golpe de estado, su golpe de estado en un ciclismo que será la antítesis de cómo se lo ganó.

Thomas Blanco- @thomblalin

Lea la entrevista con Pogacar: “Que los jóvenes sean los que ganen es saludable para el ciclismo”

Por Thomas Blanco- @thomblalin

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