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Era 26 de septiembre de 2008 en la legendaria ciudad de Varese, Italia. La misma donde 37 años atrás Cochise Rodríguez le había dado al ciclismo colombiano su primer gran triunfo: el campeonato mundial de los 4.000 metros de persecución individual en la pista. Y Fabio Duarte, por esos días con 22 años, iba iluminado, era un elegido. No le servía cualquier bus, sabía a dónde iba en el campeonato mundial de ruta sub 23. Así terminó en la escapada arcoirís con siete tipos más.
Varios nombres, 13 años después, son conocidos... otros no tanto. El ciclismo, como la vida, no va en línea recta. Allí iban tres italianos metiendo miedo con su superioridad numérica: Damiano Caruso, gregario de nafta larga del Bahraín y reciente subcampeón del Giro de Italia que acaba de ganar Egan Bernal; Daniel Oss, mano derecha de Peter Sagan; y Simoni Ponzi, un hombre que no tendría una carrera con muchos resplandores en Europa. También iba el viejo zorro pistero británico del Ineos Ben Swift. Y el reconocido sprinter alemán John Degenkolb. Con él viajaba su compatriota Dominik Nerz, quien tuvo una carrera discreta, en gran parte por sus problemas de salud y conmociones cerebrales, pero que entre 2013 y 2014 tuvo su momento de lucidez como un gregario de montaña de buena etiqueta para Cadel Evans y Tejay Van Garderen en el BMC. Ahí también rodaba un francés, de carrera modesta, pero de mucho trabajo como Cyril Gautier, un hombre que ya lleva diez Tour de Francia en las piernas. Y un poco más atrás, pedaleando con todas sus fuerzas para llegar, el portugués Rui Costa, que años más tarde ganaría un título mundial de mayores, se quedaría con tres etapas del Tour de Francia y hasta ganaría tres fracciones al hilo en el Tour de Suiza.
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Fabio Duarte miró a los ojos a la mafia de los italianos y le ganó a Ponzi. De tercero cruzó Degenkolb, seguido por Swift y Rui Costa. El nacido en Facatativá, que ya había ganado dos veces la Vuelta a la Juventud y hasta había sido por varios días líder de la Vuelta a Colombia frente a los más grandes, le dio a Colombia su segundo título mundial de ruta tras el de contrarreloj de Santiago Botero en 2002. El país se paralizó.
Pero años más tarde regresó a Colombia tras un paso frustrado, empedrado, por el ciclismo europeo. Así pasó y pasó el tiempo, en una carrera que para muchos, por diversas cuestiones “no pudo ser” en la cima para un hombre elegido para estar allí. Nadie pudo tocar la tecla, el nervio para sacar la mejor versión de él.
En medio de ese limbo, de no poder enchufar sus condiciones con la constancia, llegó la llamada de Óscar Sevilla para ficharlo al Team Medellín. “No dudé en traerlo porque sé que es de los ciclistas más talentosos de Colombia. El ciclismo no es fácil, es muy ingrato. A veces entrenas y entrenas y no salen las cosas, pero yo intenté buscarle la confianza para que creyera en él. Le dije que no es fácil, que aquí no se regala nada, que para conseguir las cosas hay que trabajar, pero trabajar con ilusión, no trabajar por trabajar”, recuerda Óscar Sevilla, un hombre que además hace las veces de director deportivo en carrera de la escuadra que con Duarte acaba de ganar su tercer título al hilo en el Clásico RCN.
“No es que me haya puesto juicioso, yo siempre fui juicioso. Tal vez me faltó ser un poco más constante. A veces, en los momentos difíciles, no quería entrenar, estaba cansado. Llamaba a Óscar a decirle que no iba a salir hoy y él se quedaba esperándome en el lugar hasta que llegara. Él me ha enseñado que hay que superar los momentos difíciles. Tanto él como el equipo me han devuelto la confianza en uno mismo”, reconoce Duarte. Y complementa Sevilla: “Todo ese trabajo invisible en la sabana de Bogotá, lloviendo, con pálidas, solos, sin cámaras ni aplausos han tenido su recompensa. Subiendo La Linea y Murillo en el Clásico yo me le arrimaba y le decía: “Fabio, que todo ese trabajo, el estar lejos de casa y esa pálida en La Cuchilla sirvan. Lo motivaba porque la parte psicológica es muy importante. Yo quería ver a Fabio disputando el Clásico y la verdad puedo decir que estoy más feliz con que él lo hubiera ganado en vez de mí porque es él”, las palabras sinceras de Sevilla, subcampeón de la carrera.
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Se acaba de convertir en el tercer ciclista colombiano de la historia en ganar las tres grandes carreras de nuestro país: Clásico RCN, Vuelta a Colombia y Vuelta a la Juventud tras dos leyendas como Rafael Antonio Niño y Fabio Parra. La Vuelta a Colombia que ganó en 2019 en el Team Medellín fue la gran inyección que tanto buscaba. “Trajimos a un Fabio medio perdido en el ciclismo y logramos recuperarlo. No es que el Team Medellín lo haya hecho, es que desde que nació era un súper corredor con mucha clase. Aquí le dimos confianza y seguridad para que volviera a ser el Fabio que fue cuando joven. Le vendimos la idea de que aquí disfrutamos el ciclismo, sí es un trabajo, pero hay que disfrutarlo. Era intentar que no entrara en esa presión, que no se viera con muchas responsabilidades. Las tenía, obvio, pero no se las mostramos. Y así lo conseguimos”, apuntó José Julián Velásquez, su director en el Team Medellín.
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Duarte no mira atrás, no se estrella con la piedra de lo que pudo ser. “Las críticas no me importan, ¿si hablaron mal de Jesucristo por qué no van a hablar mal de uno? No me importa. Lo que importa es que he recuperado la confianza gracias a mis compañeros”, reconoció Duarte.
-¿Y qué le diría el Fabio Duarte de 35 años a ese que tuvo el mundo y el futuro a sus pies hace 13 años con el arcoirís en el pecho?
-Nada... que sigo vivo.
Thomas Blanco- @thomblalin