La comida, la razón del éxito de Jhonatan Restrepo
Creía que con solo el talento le iba a alcanzar, a eso estaba acostumbrado. Su primer paso en la élite lo puso a reflexionar sobre su profesionalismo y el menú de su casa. Enderezó el rumbo y ahora es el ciclista con más victorias a nivel mundial esta temporada. Imparable.
Thomas Blanco- @thomblalin
La primera vez que estuvo en Europa no tenía la madurez para encarar el desafío. Tampoco tuvo suerte: llegó a un equipo con un ambiente pesado que sufría la flagelación de los malos resultados. Otro idioma, una casa solitaria en Granada (España), la poca motivación para salir a rodar y la saudade de tener a Daniela, su compañera de vida, y a Matías, su pequeño, lejos, a miles de kilómetros. La alimentación, una materia que él realizaba de manera empírica fue su mayor pecado. Y también, en alguna medida, esa displicencia que surge de esos atletas dotados que creen que con solo el talento les alcanza para superar al resto, seres que se matan horas entrenando. Ese fue el retrato del ciclo de Jhonatan Restrepo en el Katusha, el equipo ruso que hasta hace unos meses militaba en el World Tour.
En silencio, sin bulla, regresó a Colombia en 2019 a las filas del extinto Manzana Postobón Team, consciente de que, tal vez, ese tren del World Tour no le volvería a pasar. “Era arriesgado, porque si lo hacía mal iba a cavar mi propia tumba. Me iba a quedar en el mismo equipo para siempre. Me cuidé, me enfoqué y salí adelante”, reconoce el pedalista caldense de 25 años en entrevista con El Espectador.
Cuando habla de enfocarse se refiere a que se convirtió en un ciclista más profesional. Hizo intromisión, cambió sus hábitos y encontró la génesis de su problema: la alimentación. Fue adonde un nutricionista y los resultados se empezaron a notar.
“Tenía problemas, me cuidaba mucho con la comida, pero lo hacía mal. Un corredor es lo que come, si come mal, te va mal. No entendía eso. Juraba que dejar de comer para estar flaco era la solución, no. No comía carbohidratos, solo pura ensalada y pollo, nada más. Claro, nunca tenía energía. Y cuando comía lo que sí debía me engordaba por el efecto rebote. Me mataba la cabeza: el precio de dietas muy mal hechas. Me faltó ser más profesional”.
Otra cachetada que le metió la élite del ciclismo fue eso mismo de lo que él habla: su profesionalismo.“Creo que no tenía la constancia y el enfoque necesario para el trabajo que había escogido. Mi vida era tranquila, era de los que entrenaban poco, corría y ganaba. Cuando llegué a Europa lo hice con esa mentalidad de no estar tan entregado, eso me costó bastante”, admite. Todo eso sumado al mal ambiente y a la presión por los resultados que se vivía en el Katusha. Un coctel explosivo que lo obligó a buscar otro horizonte.
Tras su fugaz, pero necesario paso por el Manzana Postobón, el equipo italiano Androni Giocattoli le abrió sus puertas. ¿El resultado? Es el ciclista con más victorias (seis) a nivel mundial en la temporada 2020. Con sus cuatro triunfos en el Tour de Ruanda y los dos de la Vuelta al Táchira, supera por una los nuevos prodigios del ciclismo: Remco Enevepoel y Tadej Pogacar (cinco). Más abajo aparece Nairo Quintana con cuatro. Lo que coloca a Colombia como la nación con más victorias UCI del año con 23, una más que la segunda, Australia. Y seguimos contando.
(América y Medellín, a recomponer el camino en la Copa Libertadores)
Un proceso de limpieza espiritual que tiene a Jhonatan Restrepo, un hombre que no estaba acostumbrado a todos los reflectores, como una de las grandes revelaciones de la temporada. Está en el mejor momento de su vida y su objetivo es quedarse con alguna etapa en el Giro de Italia 2020. Tiene las condiciones: escarabajo moderno, va bien en la montaña, sabe embalar en los terrenos planos y hace buenas pruebas contra el reloj. Uno de los ciclistas todoterreno del ciclismo mundial, que de hecho también se formó en la pista, una parada obligatoria para los pedalistas que representaban a Antioquia, disciplina en la que ganó varios títulos.
Jhonatan era ese niño del salón del colegio de Pácora (Caldas) que era bueno para todo: para física, química, matemáticas, pero también para los deportes. Era un delantero portentoso de buenas maneras que se probó en las divisiones inferiores del Once Caldas y del Deportivo Pereira.
“Eran muchos viajes del pueblo a Pereira y Manizales. Era terminar de estudiar un viernes y jugar el sábado y domingo para volver a estudiar el lunes. Era demasiado pesado para mí. Hubo un momento en el que mi papá me dijo: la bici o la pelota”.
Todos conocen la respuesta. Sin embargo, a los nueve años prometió no volver a montar en bicicleta. Hizo un descenso temerario por las bajadas de Pácora sin las manos en el manubrio y terminó golpeado entre unos alambres. “Me pusieron puntos en la ceja, en el hombro, mil cicatrices. Le cogí miedo”.
También tuvo un paso destacado por la natación, incluso ganó varios premios nacionales. Una disciplina que seduce a varios pelados de Pácora, debido al club de natación que hay en el municipio caldense. Hoy por hoy, Mario, su padre, pero sobre todo cómplice en este proceso, que además dirige la escuela de ciclismo de Pácora, mira con orgullo los triunfos de su hijo.
“Entre más ganas, más quieres ganar al día siguiente. Las victorias también te hacen cuidarte más, enfocarte más, estar siempre bien”, cierra Jhonatan.
Si enderezó el camino cuando no le iba tan bien, ganando se comerá el mundo. Eso sí, comiendo lo que tiene que comer.
Thomas Blanco- @thomblalin
La primera vez que estuvo en Europa no tenía la madurez para encarar el desafío. Tampoco tuvo suerte: llegó a un equipo con un ambiente pesado que sufría la flagelación de los malos resultados. Otro idioma, una casa solitaria en Granada (España), la poca motivación para salir a rodar y la saudade de tener a Daniela, su compañera de vida, y a Matías, su pequeño, lejos, a miles de kilómetros. La alimentación, una materia que él realizaba de manera empírica fue su mayor pecado. Y también, en alguna medida, esa displicencia que surge de esos atletas dotados que creen que con solo el talento les alcanza para superar al resto, seres que se matan horas entrenando. Ese fue el retrato del ciclo de Jhonatan Restrepo en el Katusha, el equipo ruso que hasta hace unos meses militaba en el World Tour.
En silencio, sin bulla, regresó a Colombia en 2019 a las filas del extinto Manzana Postobón Team, consciente de que, tal vez, ese tren del World Tour no le volvería a pasar. “Era arriesgado, porque si lo hacía mal iba a cavar mi propia tumba. Me iba a quedar en el mismo equipo para siempre. Me cuidé, me enfoqué y salí adelante”, reconoce el pedalista caldense de 25 años en entrevista con El Espectador.
Cuando habla de enfocarse se refiere a que se convirtió en un ciclista más profesional. Hizo intromisión, cambió sus hábitos y encontró la génesis de su problema: la alimentación. Fue adonde un nutricionista y los resultados se empezaron a notar.
“Tenía problemas, me cuidaba mucho con la comida, pero lo hacía mal. Un corredor es lo que come, si come mal, te va mal. No entendía eso. Juraba que dejar de comer para estar flaco era la solución, no. No comía carbohidratos, solo pura ensalada y pollo, nada más. Claro, nunca tenía energía. Y cuando comía lo que sí debía me engordaba por el efecto rebote. Me mataba la cabeza: el precio de dietas muy mal hechas. Me faltó ser más profesional”.
Otra cachetada que le metió la élite del ciclismo fue eso mismo de lo que él habla: su profesionalismo.“Creo que no tenía la constancia y el enfoque necesario para el trabajo que había escogido. Mi vida era tranquila, era de los que entrenaban poco, corría y ganaba. Cuando llegué a Europa lo hice con esa mentalidad de no estar tan entregado, eso me costó bastante”, admite. Todo eso sumado al mal ambiente y a la presión por los resultados que se vivía en el Katusha. Un coctel explosivo que lo obligó a buscar otro horizonte.
Tras su fugaz, pero necesario paso por el Manzana Postobón, el equipo italiano Androni Giocattoli le abrió sus puertas. ¿El resultado? Es el ciclista con más victorias (seis) a nivel mundial en la temporada 2020. Con sus cuatro triunfos en el Tour de Ruanda y los dos de la Vuelta al Táchira, supera por una los nuevos prodigios del ciclismo: Remco Enevepoel y Tadej Pogacar (cinco). Más abajo aparece Nairo Quintana con cuatro. Lo que coloca a Colombia como la nación con más victorias UCI del año con 23, una más que la segunda, Australia. Y seguimos contando.
(América y Medellín, a recomponer el camino en la Copa Libertadores)
Un proceso de limpieza espiritual que tiene a Jhonatan Restrepo, un hombre que no estaba acostumbrado a todos los reflectores, como una de las grandes revelaciones de la temporada. Está en el mejor momento de su vida y su objetivo es quedarse con alguna etapa en el Giro de Italia 2020. Tiene las condiciones: escarabajo moderno, va bien en la montaña, sabe embalar en los terrenos planos y hace buenas pruebas contra el reloj. Uno de los ciclistas todoterreno del ciclismo mundial, que de hecho también se formó en la pista, una parada obligatoria para los pedalistas que representaban a Antioquia, disciplina en la que ganó varios títulos.
Jhonatan era ese niño del salón del colegio de Pácora (Caldas) que era bueno para todo: para física, química, matemáticas, pero también para los deportes. Era un delantero portentoso de buenas maneras que se probó en las divisiones inferiores del Once Caldas y del Deportivo Pereira.
“Eran muchos viajes del pueblo a Pereira y Manizales. Era terminar de estudiar un viernes y jugar el sábado y domingo para volver a estudiar el lunes. Era demasiado pesado para mí. Hubo un momento en el que mi papá me dijo: la bici o la pelota”.
Todos conocen la respuesta. Sin embargo, a los nueve años prometió no volver a montar en bicicleta. Hizo un descenso temerario por las bajadas de Pácora sin las manos en el manubrio y terminó golpeado entre unos alambres. “Me pusieron puntos en la ceja, en el hombro, mil cicatrices. Le cogí miedo”.
También tuvo un paso destacado por la natación, incluso ganó varios premios nacionales. Una disciplina que seduce a varios pelados de Pácora, debido al club de natación que hay en el municipio caldense. Hoy por hoy, Mario, su padre, pero sobre todo cómplice en este proceso, que además dirige la escuela de ciclismo de Pácora, mira con orgullo los triunfos de su hijo.
“Entre más ganas, más quieres ganar al día siguiente. Las victorias también te hacen cuidarte más, enfocarte más, estar siempre bien”, cierra Jhonatan.
Si enderezó el camino cuando no le iba tan bien, ganando se comerá el mundo. Eso sí, comiendo lo que tiene que comer.
Thomas Blanco- @thomblalin