La dinastía ciclística de los López
Luis Alfredo, Diego Andrés y Juan Carlos son los tres hermanos menores de Miguel Ángel. Ellos sueñan con seguir los pasos del corredor del equipo Astana, líder de los jóvenes y tercero en el Giro de Italia 2018.
Luis Guillermo Montenegro Silva
Exactamente 37 minutos y 45 segundos fue el tiempo de Miguel Ángel López en una cronoescalada entre Sogamoso y El Crucero. Tenía una bicicleta de montaña, con el marco oxidado, los rines disparejos y los pedales rotos. Sus zapatos no eran los adecuados para montar, así que sus pies no quedaban firmes, sino que se resbalaban con facilidad. A pesar de las dificultades, su registro sorprendió al ex ciclista boyacense Rafael Acevedo, quien lo invitó a entrenar con su equipo de Sogamoso.
Miguel Ángel vivía lejos, en una vereda cercana a Pesca (Boyacá), lo que le dificultaba cumplir con los horarios de los entrenamientos, así que Acevedo, confiando en el talento de quien lo había dejado anonadado, lo invitó a vivir en una finca suya, a siete kilómetros de Sogamoso. “Eso del ciclismo es mamar gallo”, decía Santiago, el padre de Miguel, quien en un principio se opuso a que su hijo se dedicara de lleno al deporte y no a la vida del campo como él.
Villa Marlén fue el nombre que le puso Acevedo a esta finca, en honor a su esposa. Allí llegó a vivir Miguel Ángel acompañado de Mónica Johana, su hermana, quien era la encargada de cocinar y limpiar este lugar. Debía seguir con un plan de trabajo, salir día a día a cumplir las horas establecidas sobre la bicicleta, luego descansaba, comía algo y por la tarde trabajaba en la finca. Templaba el alambre de las cercas que rodeaban este lugar, les daba agua a los becerros, movía a las ovejas para que pastaran en un lugar nuevo y también le ayudaba a su hermana con el aseo de la casa.
Después de 12 días de entrenamiento fue a su primera, carrera. “Le puse un casco rojo para identificarlo fácilmente en el pelotón”, cuenta Rafa Acevedo, quien destacó que “en la primera etapa de montaña, atacó en el momento que era, el único que le pudo seguir el paso fue el ecuatoriano Richard Carapaz”. Al final de la competencia terminó en un destacado puesto 12, teniendo en cuenta su corta preparación.
El proceso fue difícil, porque la suerte no lo acompañó y sufrió muchas caídas, pero fue la insistencia de Acevedo la que influyó en que no se bajara de la bicicleta y persistiera en su objetivo de llegar a vivir del ciclismo. La berraquera está en la sangre del campesino. El deseo de trabajar honestamente y ser fuerte en todo momento es algo intrínseco en aquel que ha aprendido a luchar desde la cuna.
La de 2014 fue la temporada que lo catapultó a Europa. Primero se impuso en la Vuelta de la Juventud y luego se quedó con el título del Tour del Porvenir, en Francia, la carrera más importante del mundo en la categoría sub-23. Llegó al Astana y ahora es uno de los grandes prospectos que tiene el ciclismo colombiano.
Este modelo ahora se quiere repetir en sus hermanos menores, quienes sueñan con seguir los pasos del ídolo de la casa y por eso viven junto a Marlén, su madre, en la misma casa de Rafael Acevedo, a las afueras de Sogamoso. “Don Rafa, ayúdeme con esos chinos”, fue el pedido de Miguel Ángel. “La preparación con ellos se está haciendo de la misma manera que la de El Mono. Salen por la mañana a hacer un trabajo específico sobre la bicicleta y por las tardes ayudan en los oficios de la casa”, destaca Rafael, quien además de ser el impulsor de la dinastía López, es un miembro más de la familia, pues su hija es la novia de Miguel Ángel.
Luis Alfredo ya demostró que era un buen escalador en la Vuelta de la Juventud de 2014, pero por la recomendación de su papá se dedicó a estudiar y ahora está de regreso. Diego Andrés inició hace poco, sin embargo, ha demostrado que también sube bien. Mientras que Juan Carlos, el menor, es el de más futuro de los tres. Él heredó la bicicleta con la que Miguel Ángel ganó en 2014 y se pasea orgulloso por las carreteras boyacenses. “Él es mi único ídolo en el ciclismo, quiero ser como él y por eso debo entrenarme con juicio”, dice con voz tímida el pequeño de la casa.
Los tres usan uniformes del equipo Astana, cascos que en algún momento usó su hermano y bicicletas de alta gama, en las que sólo se pudo subir Miguel Ángel después de mucho esfuerzo. “Él nos ayuda mucho, nos da consejos y está pendiente de nuestro proceso”, cuenta Diego, quien espera que muy pronto pueda llegar a Europa para compartir equipo con Miguel.
Santiago y Marlén tuvieron siete hijos: Freddy Alexánder, de 30 años, es el mayor. Luego va Leonardo Giovanni, de 28. Mónica Johana, la única mujer, tiene 26, dos más que Miguel Ángel. Después siguen los otros tres ciclistas: Luis Alfredo (22), Diego Andrés (19) y Juan Carlos (17). El deporte no era una alternativa de vida para los López, pero Miguel Ángel cambió la historia y ahora todos quieren ser como él.
Exactamente 37 minutos y 45 segundos fue el tiempo de Miguel Ángel López en una cronoescalada entre Sogamoso y El Crucero. Tenía una bicicleta de montaña, con el marco oxidado, los rines disparejos y los pedales rotos. Sus zapatos no eran los adecuados para montar, así que sus pies no quedaban firmes, sino que se resbalaban con facilidad. A pesar de las dificultades, su registro sorprendió al ex ciclista boyacense Rafael Acevedo, quien lo invitó a entrenar con su equipo de Sogamoso.
Miguel Ángel vivía lejos, en una vereda cercana a Pesca (Boyacá), lo que le dificultaba cumplir con los horarios de los entrenamientos, así que Acevedo, confiando en el talento de quien lo había dejado anonadado, lo invitó a vivir en una finca suya, a siete kilómetros de Sogamoso. “Eso del ciclismo es mamar gallo”, decía Santiago, el padre de Miguel, quien en un principio se opuso a que su hijo se dedicara de lleno al deporte y no a la vida del campo como él.
Villa Marlén fue el nombre que le puso Acevedo a esta finca, en honor a su esposa. Allí llegó a vivir Miguel Ángel acompañado de Mónica Johana, su hermana, quien era la encargada de cocinar y limpiar este lugar. Debía seguir con un plan de trabajo, salir día a día a cumplir las horas establecidas sobre la bicicleta, luego descansaba, comía algo y por la tarde trabajaba en la finca. Templaba el alambre de las cercas que rodeaban este lugar, les daba agua a los becerros, movía a las ovejas para que pastaran en un lugar nuevo y también le ayudaba a su hermana con el aseo de la casa.
Después de 12 días de entrenamiento fue a su primera, carrera. “Le puse un casco rojo para identificarlo fácilmente en el pelotón”, cuenta Rafa Acevedo, quien destacó que “en la primera etapa de montaña, atacó en el momento que era, el único que le pudo seguir el paso fue el ecuatoriano Richard Carapaz”. Al final de la competencia terminó en un destacado puesto 12, teniendo en cuenta su corta preparación.
El proceso fue difícil, porque la suerte no lo acompañó y sufrió muchas caídas, pero fue la insistencia de Acevedo la que influyó en que no se bajara de la bicicleta y persistiera en su objetivo de llegar a vivir del ciclismo. La berraquera está en la sangre del campesino. El deseo de trabajar honestamente y ser fuerte en todo momento es algo intrínseco en aquel que ha aprendido a luchar desde la cuna.
La de 2014 fue la temporada que lo catapultó a Europa. Primero se impuso en la Vuelta de la Juventud y luego se quedó con el título del Tour del Porvenir, en Francia, la carrera más importante del mundo en la categoría sub-23. Llegó al Astana y ahora es uno de los grandes prospectos que tiene el ciclismo colombiano.
Este modelo ahora se quiere repetir en sus hermanos menores, quienes sueñan con seguir los pasos del ídolo de la casa y por eso viven junto a Marlén, su madre, en la misma casa de Rafael Acevedo, a las afueras de Sogamoso. “Don Rafa, ayúdeme con esos chinos”, fue el pedido de Miguel Ángel. “La preparación con ellos se está haciendo de la misma manera que la de El Mono. Salen por la mañana a hacer un trabajo específico sobre la bicicleta y por las tardes ayudan en los oficios de la casa”, destaca Rafael, quien además de ser el impulsor de la dinastía López, es un miembro más de la familia, pues su hija es la novia de Miguel Ángel.
Luis Alfredo ya demostró que era un buen escalador en la Vuelta de la Juventud de 2014, pero por la recomendación de su papá se dedicó a estudiar y ahora está de regreso. Diego Andrés inició hace poco, sin embargo, ha demostrado que también sube bien. Mientras que Juan Carlos, el menor, es el de más futuro de los tres. Él heredó la bicicleta con la que Miguel Ángel ganó en 2014 y se pasea orgulloso por las carreteras boyacenses. “Él es mi único ídolo en el ciclismo, quiero ser como él y por eso debo entrenarme con juicio”, dice con voz tímida el pequeño de la casa.
Los tres usan uniformes del equipo Astana, cascos que en algún momento usó su hermano y bicicletas de alta gama, en las que sólo se pudo subir Miguel Ángel después de mucho esfuerzo. “Él nos ayuda mucho, nos da consejos y está pendiente de nuestro proceso”, cuenta Diego, quien espera que muy pronto pueda llegar a Europa para compartir equipo con Miguel.
Santiago y Marlén tuvieron siete hijos: Freddy Alexánder, de 30 años, es el mayor. Luego va Leonardo Giovanni, de 28. Mónica Johana, la única mujer, tiene 26, dos más que Miguel Ángel. Después siguen los otros tres ciclistas: Luis Alfredo (22), Diego Andrés (19) y Juan Carlos (17). El deporte no era una alternativa de vida para los López, pero Miguel Ángel cambió la historia y ahora todos quieren ser como él.