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Laura Lozano, exciclista y ahora periodista, recuerda que cuando ella empezó a correr en Colombia todo era mucho más desorganizado. No había competencias reales y sí muchas carencias.
Dice Lozano, que las carreras de ciclismo femeninas no eran profesionales, que parecían para aficionadas; no había equipos, la infraestructura era mínima, las diferencias salariales eran abismales y había escaso cubrimiento periodístico.
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“No les interesábamos. No contaban nuestras historias. De vez en cuando, reseñaban quién había ganado el campeonato, pero no había un interés real por seguir el ciclismo femenino. Nosotras nos patrocinabamos y conseguíamos nuestros propios recursos”, recuerda.
Por eso, para contar la historia de la creación de la Vuelta a Colombia es necesario remontarse, unos años antes, en los inicios del siglo XXI, al final de esa fase amateur de nuestro ciclismo. Especificamente, a una carrera que sentó las bases del profesionalización de este deporte en la rama femenina: El Tour Femenino de Colombia.
La lucha por la profecionalización del ciclismo femenino
Desde finales del siglo XX, Colombia pedía a gritos una carrera digna y de envergadura para desarrollar el ciclismo femenino a nivel nacional.
Más allá de pequeñas escaramuzas, de las competencias regionales y los intentos aficionados y juveniles para organizar competencias de buen nivel a escala nacional para las mujeres, fue hasta 2005 que la Federación Colombiana de Ciclismo creó el Tour Femenino de Colombia, el primer esfuerzo por organizar una carrera de talla en la rama femenina.
Sandra Gómez ganó la primera edición y después, con el correr de los años, importantes corredoras como Paola Madriñán, que ganó tres títulos consecutivos, o Ana Cristina Sanabria, que consiguió el campeonato en cuatro oportunidades, inscribieron su nombre con letras de oro en el palmarés de la competencia.
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Fue importante, pero no suficiente. La carrera, como se sigue haciendo todavía, se corría a la par de la Vuelta del Porvenir, una de las competencias juveniles de la rama masculina más importantes de Colombia.
Lozano, que ocupó en dos oportunidades el podio de la competencia, recuerda que los reflectores caían sobre los jovenes hombres, mientras que a las mujeres, a pesar de ser profesionales, se les daba poca relevancia y quedaban opacadas.
Por eso mismo, la exciclista, que llegó a correr en Europa, explica que los equipos internacionales y las ciclistas extranjeras que venían al Tour Femenino no le daban la importancia y trascendencia que necesitaba la carrera. De cierta manera, porque no se la merecía.
“Yo, que corría en Italia, venía al Tour Femenino muchas veces por cumplir. No era la carrera que necesitamos”, dice.
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De ahí que, explica Lozano, la lucha de las ciclistas empezó a librarse por la garantía de una carrera ciclistica que las representara y que fuera digna. “Necesitabamos una competencia que nos diera nuestro lugar, que nos reconociera como ciclistas profesionales”.
Las exigencias mínimas, que parecen básicas, resultaban escenciales para dar garantía a ese proceso: un calendario independiente a las carreras masculinas; una bolsa de premios consecuente al esfuerzo de las ciclistas; la exigencia de la creación de equipos profesionales para entrar en las competencias; y un mayor cubrimiento mediático que permitiera dar a conocer sus historias y su carrera.
De cierta forma, el camino de años, laborioso y dificil, tuvo en el Tour Femenino de Colombia una competencia que sentó las bases para que se creara la primera carrera de envergadura para mujeres en nuestro país. Fue a partir de esas carencias que nació la Vuelta a Colombia en 2016, una carrera que estableció un antes y un después en esta historia.
La Vuelta a Colombia Femenina: El punto de quiebre
“Fue un cambio muy importante, sin duda. Del cielo a la tierra”, dice Laura Lozano, testigo directo de esa transición.
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“El solo hecho de tener un nombre, un hueco en el calendario, ya lo cambió todo”, explica Lozano. En 2016 nació la Vuelta a Colombia Femenina, una carrera que contaba con el apoyo, no solo de la Federación de Ciclismo sino también del Ministerio del Deporte, en ese entonces llamado Coldeportes.
En 2017, un año después de la primera edición que ganó Ana Cristina Sabaria, que ganaría el tricampeonato en los tres primeros años, la Vuelta adquirió categoría UCI, reconocimiento que ubicó a la competencia en el calendario internacional y que abrió, de forma definitiva, las puertas a una carrera verdaderamente profesional.
La apertura trajo detrás la llegada de patrocinios, de medios de comunicación, de equipos internacionales y de la conformación de escuadras nacionales de alto nivel, como por ejemplo Colombia Tierra de Atletas, Avinal - Carmen de Viboral o el Merquimia proyecta team, entre otros.
Se pasó de no tener casi nada a tener la mínima garantía de condiciones para desarrollar el ciclismo femenino en Colombia.
Grandes corredoras nacionales, además de Sanabria, empezaron a destacar, es el caso de: Liliana Moreno, Camila Valbuena, Lorena Colmenares, Lina Hernández y Natalia Muñoz. Y a la vez, desde afuera empezaron a llegar corredoras que empezaron a quedarse con los títulos, como fue el caso de: Aranza Villalón, de Chile, campeona del año 2019 o Myriam Nuñez, de Ecuador, campeona en 2020. Por no hablar de Lilibeth Chacón, venezolana que fue podio en 2016 y 2017, y que este año, 2021, es la candidata más firme a llevarse el título.
En el camino, mirando hacia el frente, el trabajo es largo. Lozano explica que las diferencias salariales entre hombres y mujeres han empezado a estrecharse de forma importante, pero que la bolsa de premios que reciben las mujeres sigue siendo insuficiente. Es un problema global, del ciclismo en el mundo. Se necesitan más patrocinios y más apoyo para que la carrera crezca económicamente y para que cada vez vengan más corredoras internacionales.
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La Vuelta a Colombia se ha repuesto de varios golpes. Por no ir más lejos, el año pasado, en medio de la pandemia y ante la falta de recursos, perdió la categoría UCI, ese paso importante que elevó el nivel de la competencia desde 2017. Afortunadamente, este año la recuperó, pero la idea es seguir manteniéndola.
Es una lucha constante por la dignidad de todo un gremio, el del ciclismo femenino. En el crecimiento, explica Lozano, ha ayudado la irrupción de las redes, de los medios alternativos y, con suerte, el interes de cada vez más aficionados, el combustible que finalmente nutre al ciclismo y con el cual la Vuelta a Colombia Femenina espera impulsarse para seguir realizando la carrera durante los próximos años o, mejor aún, las próximas décadas.