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Juan Libardo Umba fue un ciclista profesional con condiciones que corrió junto a hombres como Félix Cárdenas y Libardo Niño, pero una caída truncó sus sueños de continuar. Algunos dirán que fue ausencia de voluntad, otros que más bien fue la sistemática falta de apoyo. Hoy por hoy es un camionero orgulloso de contar con dos hijos ciclistas que están cumpliendo el sueño que él no pudo consolidar.
Como cuando en Arcabuco se deslumbró con un niño de tantas condiciones que solo necesitaba una mano... no lo pensó dos veces. Le prestó su moto para que pudiera entrenar con acompañamiento y siempre estuvo pendiente de él. Ese niño se llama Nairo Quintana, el hombre que fue el encargado de abrirle las puertas de Europa a la nueva sensación del ciclismo colombiano: Santiago Umba, el hijo de Juan Libardo. Y el mensaje contundente de la vida de que uno recoge lo que siembra.
“La amistad siempre ha sido muy buena con Nairo y don Luis, su padre. Me empezó a invitar a entrenar y se sorprendió, él me dijo que siguiera trabajando, que del resto no me preocupara, que él me iba a ayudar”, apuntó Santiago en charla con El Espectador.
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Cuando llegó la hora, Nairo levantó el teléfono, llamó a su agente Giuseppe Acquadro y lo recomendó. Así llegó al equipo Pro Tour italiano Androni Giocattoli, el mismo por el que se formaron Egan Bernal e Iván Sosa. Y quedó al mando de un hombre como Gianni Savio, que lo recibió con ojos cerrados porque confía como nadie en el talento de los ciclistas colombianos.
Un mes después de su llegada, en su estreno, sin mayores responsabilidades, pues esta vez ya no iba a estar con los de su categoría, sino con los de élite, fue la revelación de la Vuelta al Táchira, en donde terminó cuarto en la clasificación general y campeón de los jóvenes. Ni él se lo esperaba. Peleó mano a mano con los mejores. “Confío demasiado en mí, por ahí quería disputar una etapa, pero estar ahí con Sevilla y Osorio no me lo esperaba. Sí me sorprendí mucho”.
La casa de los Umba rompió la partitura, esa de que los corredores colombianos son simples escaladores, un lente selectivo que ha marginado y frenado la evolución de otro perfil de ciclistas. Santiago es un hombre explosivo, con punta de velocidad, con capacidad para la media montaña y para defenderse en el terreno llano. Hasta ha ganado carreras en llegadas al sprint. Un clasicómano que se ve peleando la Strade Bianche y la Flecha Valona en unos años. Porque hay vida más allá del Tour de Francia. Las comparaciones con Julian Alaphilippe siempre estarán allí...
“Se ha perdido mucho talento en Colombia por pensar solo en escaladores puros, pero ya se está cambiando el chip. Ya están saliendo embaladores y hasta clasicómanos, como también lo es Sergio Higuita. También lo viví en mi equipo, todo era escaladores hasta que fui ganando etapas y pude desarrollarme con otro enfoque”, reconoce.
Cuando habla de que están saliendo velocistas, piensa en Juan Alejandro, su hermano, corredor sub 23 quien también es la excepción a la regla: “Me acuerdo de todas esas veces que nos íbamos a la calle con nuestras bicis de piñón fijo a hacer piques”.
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Nairo Quintana está detrás de su desarrollo, lo apoya como un buen amigo. Le ha dado consejos acerca de sus movimientos y posición en la bicicleta, cómo ubicarse en un pelotón, cómo optimizar los entrenamientos y cómo comer para rendir mejor. Tiene clase, clase para unirse a esa nueva comitiva de grandes ciclistas colombianos jóvenes como Daniel Felipe Martínez, Egan Bernal, Iván Sosa, Sergio Higuita, Camilo Ardila y Hárold Tejada. Todos los años aparece un nuevo gran corredor. Ese nuevo parece llamarse Santiago Umba.
Y más atrás, orgulloso, como desde el primer día, está pendiente Juan Libardo. Viendo cómo ese niño al que ayudó de forma desinteresada se convirtió en el ciclista colombiano más grande de todos los tiempos y cómo ahora él es quien le está dando la mano a su propio hijo.
Por: Thomas Blanco- @thomblalin