La inquebrantable humildad de Rigoberto Urán
La violencia se llevó a su papá, quien le inculcó el amor por el ciclismo. Pensó en abandonar la bicicleta, no lo hizo y hoy sigue pedaleando por sus sueños.
Sebastián Arenas - @SebasArenas10
El dolor estalló en su corazón por los disparos de la violencia colombiana que cesaron la vida de su padre, cuando tenía 14 años, y lo impulsó al sendero de sus sueños. Uno empinado, en el que la cima era hacerse cargo de su familia, darle una vida digna, llenarla de orgullo. Superó esa cumbre. Fue más allá y después de nacer y jugar fútbol en Urrao (Antioquia), practicar natación, correr con el equipo Orgullo Paisa y vender lotería, Rigoberto Urán llegó a Italia y firmó contrató profesional con el Tenax. Las carreteras del Viejo Continente esperaban los pedalazos del sonriente emprendedor. (Vea nuestro especial del Tour de Francia)
La adoración por el deporte la heredó de su papá. Aceptó correr con la escuela de ciclismo de Urrao. Un lunes, su tío le prestó una bicicleta y el sábado ya estaba haciendo magia con las bielas. Disputó una prueba contrarreloj. No sabía qué era eso. Sólo entendía de mover las piernas hacia la victoria. La consiguió con la naturalidad de un bostezo, equipado con una pantaloneta y una camiseta, contra rivales con vestuario apropiado para la disciplina. Los mismos que se preguntaban de dónde había salido Rigo, mientras él, inocente de su talento, quería abandonar el hermoso objeto de dos ruedas. No lo hizo ante la insistencia de los compañeros de escuela y hoy en día sabe que tomó la mejor decisión. (Vea: El histórico segundo lugar de Rigoberto Urán en el Tour de Francia)
Con su grupo del colegio Jesús Iván Cadavid, de Urrao, Rigo se hizo famoso por las innumerables travesuras que protagonizó. Junto con “Wicho”, el “Loco”, John Dayro, Sebastián y Carlos, escalaban una reja de tres metros para huir y vivir aventuras fáciles de recordar y que hicieron mella en la vida de cada uno. Como una premonición, la bicicleta también los acompañó. Urán, por ejemplo, decidió que bañarse en el río Penderisco tenía que dejar de ser algo normal. Se subió en el primer caballito de acero que le regalaron y la puso en marcha hasta el agua. El clavado le generó una herida en una espinilla y las risas de sus compañeros de diabluras. No fueron las primeras ni las últimas. (Qué sería de Rigoberto sin Urrao)
“Algún día voy a estar allá”, dijo cuando apenas empezaba en el pedalismo, mientras miraba una etapa de montaña del Tour de Francia en la que competían Armstrong y Contador. Por esas palabras se le volvieron a burlar. “Qué vas a llegar por allá”, le dijo David Benítez, una de las personas más cercanas al hoy ciclista del Cannondale. Y llegó porque, según le contó Benítez a El Espectador, “él tenía una visión muy clara de lo que quería, era muy ambicioso. Sabía lo que era y lo que iba a ser”.
Wicho, como apodan a David, es vecino de Rigoberto. Estudiaron juntos en el colegio y con los años forjaron una amistad que en la actualidad se confunde con hermandad. De hecho, hoy en día lo acompaña a entrenar cuando regresa a Antioquia. De lado quedan la medalla de plata en los Olímpicos de Londres 2012, su dos subcampeonatos en el Giro de Italia (2013 y 2014), su oro en la contrarreloj de los Nacionales de Ruta 2015 y que ahora sea el subcampeón de la carrera con mayor prestigio del planeta. Rigo es feliz carcajeándose con Wicho, “Cholo” y demás amigos de Urrao, entendiendo que la humildad sigue siendo la base de su grandeza.
Antes de viajar a la ronda gala, los cómplices de pilatunas hablaron de los anhelos próximos. Urán este año no había obtenido lo deseado. Esperaba ganar alguna de las clásicas que corrió, pero no lo logró. Afrontó la temporada con expectativas que, hasta este sábado, generaban interrogantes y no certezas. Pero apareció el momento de hacerlas realidad. “Me dijo que ganar el Tour era algo complicado, pero que no era imposible. Él va con una meta clara: hacer una gran carrera”, reveló previo al Tour Benítez, el inseparale amigo de quien llenó las carreteras francesas de alegría, amabilidad y una admirable humildad.
El domingo 9 de julio ganó en Chambéry la novena etapa. Primera victoria en la Grande Boucle y una premonición de la grandeza que desplegaría. Uniforme verde en su cuerpo y en su mente los recuerdos de las siete medallas doradas que se colgó en sus primeros Juegos Nacionales, de sus triunfos en la Vuelta del Porvenir (2004 y 2005) y de cómo se impuso en los Panamericanos. Las conquistas iniciales de su destacada carrera lo colmaron de gallardía para apretar con fuerza el manubrio de la constancia. Y aunque puede que cambie las estrategias ciclísticas, su manera de ser permanece intacta. (Lea también: "Rigo tiene que ser presidente de Colombia")
Rigo Urán no ha dejado de ser la misma persona humilde que creció Urrao, el que promovía la lluvia de papelitos en el salón, el que no hablaba con la misma elocuencia cuando tenía que hacerlo en público, el de las carcajadas espontáneas y el hombre que demostró que el dolor sirve de motivación para cumplir los sueños.
@SebasArenas10 - sarenas@elespectador.com
El dolor estalló en su corazón por los disparos de la violencia colombiana que cesaron la vida de su padre, cuando tenía 14 años, y lo impulsó al sendero de sus sueños. Uno empinado, en el que la cima era hacerse cargo de su familia, darle una vida digna, llenarla de orgullo. Superó esa cumbre. Fue más allá y después de nacer y jugar fútbol en Urrao (Antioquia), practicar natación, correr con el equipo Orgullo Paisa y vender lotería, Rigoberto Urán llegó a Italia y firmó contrató profesional con el Tenax. Las carreteras del Viejo Continente esperaban los pedalazos del sonriente emprendedor. (Vea nuestro especial del Tour de Francia)
La adoración por el deporte la heredó de su papá. Aceptó correr con la escuela de ciclismo de Urrao. Un lunes, su tío le prestó una bicicleta y el sábado ya estaba haciendo magia con las bielas. Disputó una prueba contrarreloj. No sabía qué era eso. Sólo entendía de mover las piernas hacia la victoria. La consiguió con la naturalidad de un bostezo, equipado con una pantaloneta y una camiseta, contra rivales con vestuario apropiado para la disciplina. Los mismos que se preguntaban de dónde había salido Rigo, mientras él, inocente de su talento, quería abandonar el hermoso objeto de dos ruedas. No lo hizo ante la insistencia de los compañeros de escuela y hoy en día sabe que tomó la mejor decisión. (Vea: El histórico segundo lugar de Rigoberto Urán en el Tour de Francia)
Con su grupo del colegio Jesús Iván Cadavid, de Urrao, Rigo se hizo famoso por las innumerables travesuras que protagonizó. Junto con “Wicho”, el “Loco”, John Dayro, Sebastián y Carlos, escalaban una reja de tres metros para huir y vivir aventuras fáciles de recordar y que hicieron mella en la vida de cada uno. Como una premonición, la bicicleta también los acompañó. Urán, por ejemplo, decidió que bañarse en el río Penderisco tenía que dejar de ser algo normal. Se subió en el primer caballito de acero que le regalaron y la puso en marcha hasta el agua. El clavado le generó una herida en una espinilla y las risas de sus compañeros de diabluras. No fueron las primeras ni las últimas. (Qué sería de Rigoberto sin Urrao)
“Algún día voy a estar allá”, dijo cuando apenas empezaba en el pedalismo, mientras miraba una etapa de montaña del Tour de Francia en la que competían Armstrong y Contador. Por esas palabras se le volvieron a burlar. “Qué vas a llegar por allá”, le dijo David Benítez, una de las personas más cercanas al hoy ciclista del Cannondale. Y llegó porque, según le contó Benítez a El Espectador, “él tenía una visión muy clara de lo que quería, era muy ambicioso. Sabía lo que era y lo que iba a ser”.
Wicho, como apodan a David, es vecino de Rigoberto. Estudiaron juntos en el colegio y con los años forjaron una amistad que en la actualidad se confunde con hermandad. De hecho, hoy en día lo acompaña a entrenar cuando regresa a Antioquia. De lado quedan la medalla de plata en los Olímpicos de Londres 2012, su dos subcampeonatos en el Giro de Italia (2013 y 2014), su oro en la contrarreloj de los Nacionales de Ruta 2015 y que ahora sea el subcampeón de la carrera con mayor prestigio del planeta. Rigo es feliz carcajeándose con Wicho, “Cholo” y demás amigos de Urrao, entendiendo que la humildad sigue siendo la base de su grandeza.
Antes de viajar a la ronda gala, los cómplices de pilatunas hablaron de los anhelos próximos. Urán este año no había obtenido lo deseado. Esperaba ganar alguna de las clásicas que corrió, pero no lo logró. Afrontó la temporada con expectativas que, hasta este sábado, generaban interrogantes y no certezas. Pero apareció el momento de hacerlas realidad. “Me dijo que ganar el Tour era algo complicado, pero que no era imposible. Él va con una meta clara: hacer una gran carrera”, reveló previo al Tour Benítez, el inseparale amigo de quien llenó las carreteras francesas de alegría, amabilidad y una admirable humildad.
El domingo 9 de julio ganó en Chambéry la novena etapa. Primera victoria en la Grande Boucle y una premonición de la grandeza que desplegaría. Uniforme verde en su cuerpo y en su mente los recuerdos de las siete medallas doradas que se colgó en sus primeros Juegos Nacionales, de sus triunfos en la Vuelta del Porvenir (2004 y 2005) y de cómo se impuso en los Panamericanos. Las conquistas iniciales de su destacada carrera lo colmaron de gallardía para apretar con fuerza el manubrio de la constancia. Y aunque puede que cambie las estrategias ciclísticas, su manera de ser permanece intacta. (Lea también: "Rigo tiene que ser presidente de Colombia")
Rigo Urán no ha dejado de ser la misma persona humilde que creció Urrao, el que promovía la lluvia de papelitos en el salón, el que no hablaba con la misma elocuencia cuando tenía que hacerlo en público, el de las carcajadas espontáneas y el hombre que demostró que el dolor sirve de motivación para cumplir los sueños.
@SebasArenas10 - sarenas@elespectador.com