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Están siempre a la defensiva. Esa es su misión. Jóvenes con cascos, restos de metales que juntan para formar escudos remendados, gafas y pañuelos para evitar los efectos de los gases. Van adelante para responder a los ataques, para aguantar y proteger al pueblo del mismo pueblo. Es la primera línea, un colectivo de manifestantes que tomó fuerza en Latinoamérica (nació en Chile) para contener las arremetidas de la Fuerza Pública en un acto de coraje.
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“Estamos preparados para morir”, dice un hombre al que apenas se le ven los ojos y que va envuelto en una bandera de Colombia. Una concepción incluso poética del valor. Acá, en Italia, en la lejanía, llaman la atención las imágenes de una cuadrilla que pone el pecho, los brazos y lo que sea necesario para que los que protestan no sean agredidos.
Y el tema de la situación en el país se toca al tiempo que Egan Bernal rueda a paso lento por las calles empinadas de Asís, el pueblo de San Francisco, el día de descanso del Giro. “Egan tiene su propia primera línea”, dice un periodista español haciendo una semejanza y aclarando que si bien una cosa no tiene que ver con otra, el concepto también aplica para el ciclismo.
Y es verdad, guardando proporciones. El Ineos cuenta con seis trabajadores en la tierra de los gregarios.
Está Filippo Ganna, el corredor más rápido contra el cronómetro y el que tiene que ponerse al frente si el viento incomoda y si Bernal decide armar abanicos para desgastar a los rivales. El italiano, de 82 kilos y 1,93 de estatura, es el escudero en las etapas llanas, el que sube y baja a Bernal dependiendo de dónde quiera estar en el grupo. Ya lo vimos entregándose a fondo. Y lo seguirá haciendo. Es un campeón del mundo.
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Después hay que hablar de otros dos ciclistas locales y de un ecuatoriano: Salvatore Puccio, Gianni Moscon y Jhonatan Narváez. Son los que tiran del lote, los que aumentan el paso si Bernal lo quiere y los que abren codos para que el Ineos esté adelante y así evitar cualquier contratiempo. No se ven mucho al final de las jornadas.
Además, son ellos los que van a los carros por si hace falta una bebida, comida, chaquetas, etc. Sus funciones no son tan apegadas al guión y varían –como todo en el ciclismo– dependiendo del terreno y el día. Y las sensaciones. Se pudo ver en Campo Felice, en el sterrato (camino de tierra) de la novena etapa, cuando Moscon fue el último que le quedó a Bernal previo a la embestida. Quizá le iba mejor el terreno destapado, o en la décima con Narváez tan atento en la segunda meta volante para evitar que Remco Evenepoel pasara primero y bonificara más segundos.
Luego aparecen Daniel Martínez, el que tiene que estar siempre en la montaña, el que tira y responde ataques, y lleva, y sale para quebrar al grupo, o se queda conforme el menester de su compatriota. En las etapas de alta montaña (Zoncolan, Montalcino, Passo Giau, Sega Di Ala, Alpe Di Mera), será fundamental.
Por último hay que hablar de Jonathan Castroviejo, el español que compartió habitación con él cuando ganó el Tour en 2019, que también fue vital para que Nairo Quintana ganara el Giro en 2014. El ibérico es el estratega, el que mira e informa, el que está al tanto de los otros rivales y sus gestos.
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Y no es que Bernal no lo haga, ni mucho menos, solo que Castroviejo es como el mapa del que toma la información antes de. La relación entre ambos –en general entre todos– es inmejorable y eso se nota en la coordinación para correr. De hecho, el retiro de Pavel Sivakov antes de la sexta etapa no se ha notado tanto en una escuadra que no solo tiene al mejor de los suyos con la Maglia Rosa, sino que comanda la clasificación por equipos.
Este miércoles, cuando vuelva el sterrato y cuando haya que estar bien ubicado antes de afrontar los cuatro sectores de tierra que hay en la jornada, Bernal tendrá respaldo de varios actores gravitantes que se moverán en función suya, a favor de su instinto. Una primera línea que, tal cual la de las protestas, surge por una necesidad: defender la Maglia Rosa de aquí a Milán con la devoción y disciplina de un monje franciscano.
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Por: Camilo Amaya