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                                                                                                                                La sangre de Lucho que conmovió a Colombia

                                                                                                                                Hace 32 años, Herrera se cayó, sangró, se levantó y ganó la etapa 14 de la ronda gala. Triunfo imborrable.

                                                                                                                                Juan Diego Ramírez - Señal Deportes

                                                                                                                                La imagen histórica de Lucho Herrera, el 13 de julio de 1985. / El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Sólo para nosotros fue tan heroica, pues El País de España publicaba al día siguiente en su edición dominical un reporte sin sensibilidad: “Herrera se defendió bien en el descenso, aun cuando su ventaja disminuyó hasta el minuto de diferencia. La situación se complicó con una caída, pero llegó a la meta con algo de ventaja”. ¿La escritura minimizó la exactitud de la realidad o describió su verdadera naturaleza? ¿Habremos sobreestimado su triunfo? ¿Habrá sido para tanta algarabía en Colombia?

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Para esa jornada de 179 kilómetros, Lucho tenía la doble estrategia de coronar un puerto de primera categoría y llegar con más de dos minutos de adelanto. Con esa ventaja podría aguantar los 30 km finales, superar un último puerto de cuarta categoría y comenzar el descenso a 18 km de la meta. Si todo ocurría, llegaría a 319 puntos en la clasificación de la montaña que ya lideraba.

                                                                                                                                Eso le había escuchado el médico Carlos Osorio la noche anterior, cuando lo auxiliaba para mitigarle una tendinitis en el tobillo derecho, a causa del cansancio que significaba llevar 2.428,6 kilómetros de competencia. “Yo me guardo para el último ascenso, si llego a la bajada con más de un minuto de ventaja, la etapa es mía”, dijo Lucho con su voz apacible, mientras estudiaba un croquis del tamaño de un cheque. Pero al día siguiente entendería una vez más que en el ciclismo no todo coincide con los planes.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Los integrantes colombianos del Peugeot intentaron bajarse, pero tuvieron que regresar. “Se demoró más en caerse que en volver a subirse”, recuerda Osorio. El mismo Herrera se enderezó, buscó su bicicleta y siguió pedaleando, mientras confundía la sangre con sudor y el dolor con coraje. En Colombia la angustia aumentó: Lucho perdió 15 segundos, Perico Delgado le recortó diferencia desde el primer lote, al igual que Bernard Hinault desde el pelotón. Que lo van a alcanzar, que pobrecito, que ay, Dios mío.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por eso su imagen se inmortalizó: la sangre incontenible, los brazos raspados, la bicicleta plateada con manubrio amarillo y el dorsal número 81. Ese pequeño de 54 kilogramos y cuerpo de niño cruzaba la meta después de 4 horas, 56 minutos y 32 segundos de drama. Lo recibió una multitud y tuvo que interrumpir la costumbre de quedarse en los puntos de meta tomándose un expreso de Café de Colombia y leyendo la edición de L’Équipe. Ese día no pudo hacerlo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Debió asistir a las pruebas antidoping y luego a una clínica de Saint-Etienne para someterlo a una sutura. “Siete puntos…”, recuerda Osorio, que ese mismo día advirtió que en 48 horas empezarían los otros dolores musculares tras la caída: en la espalda, en las regiones glúteas y en los hombros. Mientras el médico lo acompañaba a las rutinas tras ser campeón de la etapa 14 del Tour de Francia, Lucho Herrera habló poco y se quejó nada. Mantuvo su cara de jugador de póquer y sólo le soltó un par de preguntas concisas a Osorio.

                                                                                                                                —¿Cómo estarán en Colombia?

                                                                                                                                —Una berraquera.

                                                                                                                                —¿Qué estará diciendo la gente?

                                                                                                                                —Dicen que eres el gran rey de las montañas.

                                                                                                                                La imagen histórica de Lucho Herrera, el 13 de julio de 1985. / El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Sólo para nosotros fue tan heroica, pues El País de España publicaba al día siguiente en su edición dominical un reporte sin sensibilidad: “Herrera se defendió bien en el descenso, aun cuando su ventaja disminuyó hasta el minuto de diferencia. La situación se complicó con una caída, pero llegó a la meta con algo de ventaja”. ¿La escritura minimizó la exactitud de la realidad o describió su verdadera naturaleza? ¿Habremos sobreestimado su triunfo? ¿Habrá sido para tanta algarabía en Colombia?

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Para esa jornada de 179 kilómetros, Lucho tenía la doble estrategia de coronar un puerto de primera categoría y llegar con más de dos minutos de adelanto. Con esa ventaja podría aguantar los 30 km finales, superar un último puerto de cuarta categoría y comenzar el descenso a 18 km de la meta. Si todo ocurría, llegaría a 319 puntos en la clasificación de la montaña que ya lideraba.

                                                                                                                                Eso le había escuchado el médico Carlos Osorio la noche anterior, cuando lo auxiliaba para mitigarle una tendinitis en el tobillo derecho, a causa del cansancio que significaba llevar 2.428,6 kilómetros de competencia. “Yo me guardo para el último ascenso, si llego a la bajada con más de un minuto de ventaja, la etapa es mía”, dijo Lucho con su voz apacible, mientras estudiaba un croquis del tamaño de un cheque. Pero al día siguiente entendería una vez más que en el ciclismo no todo coincide con los planes.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Los integrantes colombianos del Peugeot intentaron bajarse, pero tuvieron que regresar. “Se demoró más en caerse que en volver a subirse”, recuerda Osorio. El mismo Herrera se enderezó, buscó su bicicleta y siguió pedaleando, mientras confundía la sangre con sudor y el dolor con coraje. En Colombia la angustia aumentó: Lucho perdió 15 segundos, Perico Delgado le recortó diferencia desde el primer lote, al igual que Bernard Hinault desde el pelotón. Que lo van a alcanzar, que pobrecito, que ay, Dios mío.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por eso su imagen se inmortalizó: la sangre incontenible, los brazos raspados, la bicicleta plateada con manubrio amarillo y el dorsal número 81. Ese pequeño de 54 kilogramos y cuerpo de niño cruzaba la meta después de 4 horas, 56 minutos y 32 segundos de drama. Lo recibió una multitud y tuvo que interrumpir la costumbre de quedarse en los puntos de meta tomándose un expreso de Café de Colombia y leyendo la edición de L’Équipe. Ese día no pudo hacerlo.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                —¿Cómo estarán en Colombia?

                                                                                                                                —Una berraquera.

                                                                                                                                —¿Qué estará diciendo la gente?

                                                                                                                                —Dicen que eres el gran rey de las montañas.

                                                                                                                                Por Juan Diego Ramírez - Señal Deportes

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