La Vuelta a Colombia, el sueño imposible que cumplió el “Zipa” Forero
El pedalista cundinamarqués fue el precursor de la carrera más importante del ciclismo nacional y el ganador de la edición inaugural, en 1951. Sus primeros pedalazos y su legado.
Fernando Camilo Garzón
“¿Hacer la Vuelta a Colombia? No se puede, Efraín”. Todas las respuestas eran así de tajantes, pero el Zipa Forero nunca dejó de insistir. “Todo el mundo me protestaba y me decía que estaba loco, que aquí no era posible porque no había carreteras. Pero, no me importaba. Siempre andaba con el tema de la Vuelta a Colombia”. Así nació la carrera ciclística más importante de nuestro país, porque un loco, que dibujó castillos en el aire como canta Alberto Cortez, “quiso volar igual que las gaviotas”, cuando todos le decían que eso era imposible.
Mire: Luto por el ‘Zipa’ Forero: así cubrió El Espectador la primera Vuelta a Colombia
Contaba el Zipa que la idea se le ocurrió un día que estaba en la oficina de Guillermo Pignalosa, presidente de la Liga de Ciclismo de Cundinamarca, y vio sobre una mesa unas revistas de ciclismo. Ante su asombro, al ver que hablaban del Giro de Italia y del Tour de Francia, carreras de las que nunca había escuchado en su vida, quedó obnubilado con las imágenes del italiano Fausto Coppi coronándose en Monza y París, o del suizo Hugo Koblet conquistando Roma, y le preguntó a Pignalosa que cuándo iban a hacer la Vuelta a Colombia.
Era la década del 50, el ciclismo apenas empezaba a popularizarse y los arriesgados que competían en una bicicleta lo hacían más por pasatiempo que por profesión. Forero era de esos. Y su historia empezó cuando montaba cicla a los 10 años, siendo mensajero, y después, cuando trabajaba en la Planta de Soda de Zipaquirá, a la que llegaba siempre pedaleando en su bicicleta.
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Todo empezó por un reloj
A su primera competencia en 1948 llegó por un reloj. En ese entonces, en su pueblo se celebraba la fiesta de Los mártires zipaquireños y un día que iba para el trabajo vio un letrero en el que se promocionaba una prueba ciclística. Salida en Zipaquirá y llegada en La Caro, “donde está la Virgen en la entrada para Chía”. El premio: un reloj de pulso. “Yo, en esa época, no tenía reloj. Entonces me nació la idea de que, de pronto, podía ganármelo”.
No tenía bicicleta profesional, montaba una Alcyón de turismo, con guardafangos en las ruedas y portapaquetes en la parte delantera. Sin embargo, mientras todos los demás ya habían empezado a profesionalizar sus ciclas, el Zipa Forero les ganó, y de sobra, con la misma bicicleta con la que entregaba paquetes a los 10 años.
Él consiguió lo que quería, no le interesaba seguir corriendo. De hecho, por necesidad, tuvo que vender su bicicleta. Sin embargo, su triunfo despertó envidia en el pueblo. Y un año después de la primera carrera, la noche anterior a que volviera a realizarse la competencia, dos de sus rivales, uno de ellos llamado Eduardo Rosso, llegaron a la puerta de su casa. “Me dijeron que corriera, que yo podía ganarme la prueba, que yo andaba bien. Al momento me di cuenta de que ellos lo que buscaban era el desquite. No obstante, no tenía ninguna preocupación, sabía que me podían ganar, les dije que sí. ‘Si me dan una bicicleta, corro’”.
Le dijeron: “De una”. Sabían que llevaba varios meses inactivo. Tenían una agencia de alquiler de ciclas y le dijeron que escogiera la que quisiera. Y el eligió la más nueva, una “Hércules”. Con sus propias manos le quitó el guardafangos, el manubrio y los frenos. Se quedó solamente con el cuadro y las ruedas, y le acondicionó un manubrio de semicarrera que encontró entre la chatarra.
También: Así despidió el mundo del deporte a Efraín ‘Zipa’ Forero
“Sin frenos corrí esa prueba, pues no pensaba ganarla. A la salida a Rosso se le pinchó una llanta y se quedó. Y el otro, que era de apellido Villaquirán, no sé si estaba esperando o qué pensaba. Y como vi que no andaba duro, y yo me sentía sobrado, le arranqué de atrás y me fui. Me persiguió hasta donde pudo, pero me di cuenta de que le sacaba ventaja fácil y seguí dándole, no aflojé. Llegué a Chía, regresé y le gané con una ventaja de siete minutos”.
Confiado en sus pedales, esa prueba le demostró al Zipa que tenía futuro. Y así se fue a Bogotá, para inscribirse en la Liga de Ciclismo. Compró la bicicleta más barata que encontró. No tenía equipamiento profesional, así que se vistió con una camisa de botones, una pantaloneta de fútbol y se calzó unos “zapatos de calle, nada especial”.
Al llegar le dijeron: “El domingo hay una prueba, una ‘doble a Chía’”. Salía de la plazuela de San Martín, frente a la antigua planta de Bavaria. “¿Usted en qué corre?”, preguntaron. El Zipa respondió: “Lo que tengo es una bicicleta de turismo”.
-No, esta prueba no es de turismo, es de carreras.
-“Pues no importa. Quiero correr, porque quiero saber si puedo o no puedo competir”, respondió y se inscribió. Empezó la leyenda.
La primera Vuelta a Colombia
El Zipa Forero siempre corrió tan sobrado que decían que se remolcaba. Antes de empezar la Vuelta a Colombia, Luis Galo Chiriboga lo había retado, le dijo que le iba a ganar la carrera. Pero, al ver que el cundinamarqués le sacó tanta ventaja al resto en las primeras etapas, regó la bola en la prensa de que “el zipaquireño” se colgaba de los carros para subir más rápido que cualquiera las montañas indomables. Él, ofendido al escuchar el runruneo, le dijo al periodista en Manizales, el que se había encargado de expandir el rumor, que se subiera al camión que lo acompañaba en la carretera y con sus propios ojos viera que él no necesitaba de ningún remolque.
En contexto: “El Zipa” Forero, el ingeniero de la primera Vuelta a Colombia
“Cuando pasó eso, yo les llevaba, aproximadamente, media hora. De ahí en adelante, y ante los ojos de ese periodista, ese día les saqué casi dos horas y media de ventaja”. Forero ganó la Vuelta a Colombia, casi que sin rivales. En la primera edición, esa que labró con la fuerza de su espíritu, se llevó siete de 10 etapas. Después no pudo volver a repetir la hazaña, llegaron los franceses y apareció el gran rival de su carrera: Ramón Hoyos.
Sin embargo, la leyenda de Efraín Forero, campeón también de cuatro Campeonatos Nacionales de ruta, de Juegos Panamericanos y Centroamericanos, va mucho más allá de los títulos. El Zipa fue el primer escarabajo, el que abrió las puertas internacionales y el pedalista que soñó, construyó y ganó la primera Vuelta a Colombia.
Lo que más recuerda de esa carrera, además de la gente que salía a festejar al pelotón en cada pueblo con bailes, flores y cantos, es a su mamá. Forero pagó esa carrera con la poca plata que tenía en el bolsillo y un apoyo de la planta de soda en la que trabajaba. Y era su madre la que desde el carro le daba los alimentos y lo socorría en las caídas y en los momentos en los que el cuerpo no daba más.
“Ella se asustaba mucho cuando yo corría, porque pensaba que me iba a caer, que me podía matar. Y cuando se habló de la Vuelta a Colombia ella me decía que de pronto me iba a pasar algo. Me dijo que ella se iba conmigo, que ella no se quedaba en la casa. Y en las etapas, cuando la alimentación era muy mala en los hoteles, ella iba y me conseguía cualquier otra cosa y me hacía una ensalada de frutas o me conseguía pollo. Cualquier cosa para suplir las necesidades que tenía uno en esa época en la que la Vuelta era tan dura”.
El mayor dolor del “Zipa”
Efraín Forero, tras su retiro, luchó durante años reclamando por una pensión prometida, que llegó a cuentagotas después de mucho tiempo gracias a una resolución del gobierno de Ernesto Samper que buscaba recompensar a viejos héroes deportivos. Un drama compartido por las primeras leyendas deportivas de Colombia, que fueron héroes populares cuando no había apoyo.
Más allá de las heridas que le dejó del ciclismo, de las llagas que quedaron tras las piedras incrustadas por las caídas, de las uñas caídas por el pedaleo y el cansancio acumulado, lo que más le dolió al Zipa Forero, en sus últimos días, fue el olvido, la negación de su legado. El zipaquireño fue pionero, precursor de nuestro ciclismo y el que dio los primeros pasos para los escarabajos que después engrandecieron nuestra historia.
También: Este fue el palmarés de Efraín ‘Zipa’ Forero
Por eso, la herencia del Zipa Forero es tan grande, porque, así como es difícil llegar a la cima, también es difícil empezar el camino: “A mí todo el mundo me ha dicho, la prensa, la radio, que soy una gloria del deporte, y pues yo me lo creo, ¿no?”.
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“¿Hacer la Vuelta a Colombia? No se puede, Efraín”. Todas las respuestas eran así de tajantes, pero el Zipa Forero nunca dejó de insistir. “Todo el mundo me protestaba y me decía que estaba loco, que aquí no era posible porque no había carreteras. Pero, no me importaba. Siempre andaba con el tema de la Vuelta a Colombia”. Así nació la carrera ciclística más importante de nuestro país, porque un loco, que dibujó castillos en el aire como canta Alberto Cortez, “quiso volar igual que las gaviotas”, cuando todos le decían que eso era imposible.
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Contaba el Zipa que la idea se le ocurrió un día que estaba en la oficina de Guillermo Pignalosa, presidente de la Liga de Ciclismo de Cundinamarca, y vio sobre una mesa unas revistas de ciclismo. Ante su asombro, al ver que hablaban del Giro de Italia y del Tour de Francia, carreras de las que nunca había escuchado en su vida, quedó obnubilado con las imágenes del italiano Fausto Coppi coronándose en Monza y París, o del suizo Hugo Koblet conquistando Roma, y le preguntó a Pignalosa que cuándo iban a hacer la Vuelta a Colombia.
Era la década del 50, el ciclismo apenas empezaba a popularizarse y los arriesgados que competían en una bicicleta lo hacían más por pasatiempo que por profesión. Forero era de esos. Y su historia empezó cuando montaba cicla a los 10 años, siendo mensajero, y después, cuando trabajaba en la Planta de Soda de Zipaquirá, a la que llegaba siempre pedaleando en su bicicleta.
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Todo empezó por un reloj
A su primera competencia en 1948 llegó por un reloj. En ese entonces, en su pueblo se celebraba la fiesta de Los mártires zipaquireños y un día que iba para el trabajo vio un letrero en el que se promocionaba una prueba ciclística. Salida en Zipaquirá y llegada en La Caro, “donde está la Virgen en la entrada para Chía”. El premio: un reloj de pulso. “Yo, en esa época, no tenía reloj. Entonces me nació la idea de que, de pronto, podía ganármelo”.
No tenía bicicleta profesional, montaba una Alcyón de turismo, con guardafangos en las ruedas y portapaquetes en la parte delantera. Sin embargo, mientras todos los demás ya habían empezado a profesionalizar sus ciclas, el Zipa Forero les ganó, y de sobra, con la misma bicicleta con la que entregaba paquetes a los 10 años.
Él consiguió lo que quería, no le interesaba seguir corriendo. De hecho, por necesidad, tuvo que vender su bicicleta. Sin embargo, su triunfo despertó envidia en el pueblo. Y un año después de la primera carrera, la noche anterior a que volviera a realizarse la competencia, dos de sus rivales, uno de ellos llamado Eduardo Rosso, llegaron a la puerta de su casa. “Me dijeron que corriera, que yo podía ganarme la prueba, que yo andaba bien. Al momento me di cuenta de que ellos lo que buscaban era el desquite. No obstante, no tenía ninguna preocupación, sabía que me podían ganar, les dije que sí. ‘Si me dan una bicicleta, corro’”.
Le dijeron: “De una”. Sabían que llevaba varios meses inactivo. Tenían una agencia de alquiler de ciclas y le dijeron que escogiera la que quisiera. Y el eligió la más nueva, una “Hércules”. Con sus propias manos le quitó el guardafangos, el manubrio y los frenos. Se quedó solamente con el cuadro y las ruedas, y le acondicionó un manubrio de semicarrera que encontró entre la chatarra.
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“Sin frenos corrí esa prueba, pues no pensaba ganarla. A la salida a Rosso se le pinchó una llanta y se quedó. Y el otro, que era de apellido Villaquirán, no sé si estaba esperando o qué pensaba. Y como vi que no andaba duro, y yo me sentía sobrado, le arranqué de atrás y me fui. Me persiguió hasta donde pudo, pero me di cuenta de que le sacaba ventaja fácil y seguí dándole, no aflojé. Llegué a Chía, regresé y le gané con una ventaja de siete minutos”.
Confiado en sus pedales, esa prueba le demostró al Zipa que tenía futuro. Y así se fue a Bogotá, para inscribirse en la Liga de Ciclismo. Compró la bicicleta más barata que encontró. No tenía equipamiento profesional, así que se vistió con una camisa de botones, una pantaloneta de fútbol y se calzó unos “zapatos de calle, nada especial”.
Al llegar le dijeron: “El domingo hay una prueba, una ‘doble a Chía’”. Salía de la plazuela de San Martín, frente a la antigua planta de Bavaria. “¿Usted en qué corre?”, preguntaron. El Zipa respondió: “Lo que tengo es una bicicleta de turismo”.
-No, esta prueba no es de turismo, es de carreras.
-“Pues no importa. Quiero correr, porque quiero saber si puedo o no puedo competir”, respondió y se inscribió. Empezó la leyenda.
La primera Vuelta a Colombia
El Zipa Forero siempre corrió tan sobrado que decían que se remolcaba. Antes de empezar la Vuelta a Colombia, Luis Galo Chiriboga lo había retado, le dijo que le iba a ganar la carrera. Pero, al ver que el cundinamarqués le sacó tanta ventaja al resto en las primeras etapas, regó la bola en la prensa de que “el zipaquireño” se colgaba de los carros para subir más rápido que cualquiera las montañas indomables. Él, ofendido al escuchar el runruneo, le dijo al periodista en Manizales, el que se había encargado de expandir el rumor, que se subiera al camión que lo acompañaba en la carretera y con sus propios ojos viera que él no necesitaba de ningún remolque.
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“Cuando pasó eso, yo les llevaba, aproximadamente, media hora. De ahí en adelante, y ante los ojos de ese periodista, ese día les saqué casi dos horas y media de ventaja”. Forero ganó la Vuelta a Colombia, casi que sin rivales. En la primera edición, esa que labró con la fuerza de su espíritu, se llevó siete de 10 etapas. Después no pudo volver a repetir la hazaña, llegaron los franceses y apareció el gran rival de su carrera: Ramón Hoyos.
Sin embargo, la leyenda de Efraín Forero, campeón también de cuatro Campeonatos Nacionales de ruta, de Juegos Panamericanos y Centroamericanos, va mucho más allá de los títulos. El Zipa fue el primer escarabajo, el que abrió las puertas internacionales y el pedalista que soñó, construyó y ganó la primera Vuelta a Colombia.
Lo que más recuerda de esa carrera, además de la gente que salía a festejar al pelotón en cada pueblo con bailes, flores y cantos, es a su mamá. Forero pagó esa carrera con la poca plata que tenía en el bolsillo y un apoyo de la planta de soda en la que trabajaba. Y era su madre la que desde el carro le daba los alimentos y lo socorría en las caídas y en los momentos en los que el cuerpo no daba más.
“Ella se asustaba mucho cuando yo corría, porque pensaba que me iba a caer, que me podía matar. Y cuando se habló de la Vuelta a Colombia ella me decía que de pronto me iba a pasar algo. Me dijo que ella se iba conmigo, que ella no se quedaba en la casa. Y en las etapas, cuando la alimentación era muy mala en los hoteles, ella iba y me conseguía cualquier otra cosa y me hacía una ensalada de frutas o me conseguía pollo. Cualquier cosa para suplir las necesidades que tenía uno en esa época en la que la Vuelta era tan dura”.
El mayor dolor del “Zipa”
Efraín Forero, tras su retiro, luchó durante años reclamando por una pensión prometida, que llegó a cuentagotas después de mucho tiempo gracias a una resolución del gobierno de Ernesto Samper que buscaba recompensar a viejos héroes deportivos. Un drama compartido por las primeras leyendas deportivas de Colombia, que fueron héroes populares cuando no había apoyo.
Más allá de las heridas que le dejó del ciclismo, de las llagas que quedaron tras las piedras incrustadas por las caídas, de las uñas caídas por el pedaleo y el cansancio acumulado, lo que más le dolió al Zipa Forero, en sus últimos días, fue el olvido, la negación de su legado. El zipaquireño fue pionero, precursor de nuestro ciclismo y el que dio los primeros pasos para los escarabajos que después engrandecieron nuestra historia.
También: Este fue el palmarés de Efraín ‘Zipa’ Forero
Por eso, la herencia del Zipa Forero es tan grande, porque, así como es difícil llegar a la cima, también es difícil empezar el camino: “A mí todo el mundo me ha dicho, la prensa, la radio, que soy una gloria del deporte, y pues yo me lo creo, ¿no?”.
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