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Apenas tenía tres años cuando ganó su primera carrera. Pícara, atrevida y vehemente, tomó la bicicleta roja de la familia y comenzó a montar sin esperar alguna instrucción. Por seguridad su papá, Carlos Mario, le había puesto ruedas auxiliares para que Mariana no se cayera, pero a medida que se fue alejando notó que las pequeñas llantas apenas rozaban el suelo y que el manubrio se mantenía recto logrando el punto de equilibrio perfecto. Ese día no hubo caídas. Los raspones llegarían después, incluso las fracturas, decenas de fracturas.
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Aprendió sola, a puro instinto, según explica su hermano Miguel, su fiel escudero desde aquellos tiempos. Fue él quien la vinculó al BMX, pues cuando competía a nivel nacional sus padres lo acompañaban y se llevaban a la niña, porque no había con quién dejarla.
Parecía un muchachito, se ponía a montar sola y llegaba toda sucia y sudada, como si se hubiera revolcado en el piso. Competía con niños mayores y les ganaba. Cuando no lo hacía, se ponía furiosa. Era buena estratega, inteligente y traviesa, más independiente de lo que parecía bajo el cuidado de su familia.
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Poco a poco aprendió los trucos del bicicrós, que apenas se estaba desarrollando en el departamento de Antioquia. Su sueño era ser campeona mundial y pronto lo consiguió en las categorías menores. Forjó sus triunfos a punta de talento, sacrificio, disciplina y el apoyo irrestricto de los suyos, más allá de que alguna vez, preocupada por los peligros de un deporte extremo, Claudia, su mamá, intentó persuadirla para que mejor practicara gimnasia o la equitación.
Pero la pequeña Mariana ya tenía claro su camino, quería convertirse en bicicrosista profesional. En Colombia no tenía competencia y sus triunfos eran cada vez más contundentes, por lo que sus padres decidieron llevarla a Estados Unidos para foguearla ante rivales de mejor nivel. Y ella siguió corriendo y ganando como si estuviera en el patio de su casa.
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Hasta que en 2008, con solo 17 años, fue como invitada a los Juegos Olímpicos de Beijín, en los que no compitió por medalla, pero comenzó a visualizarse en el podio del evento más importante del deporte mundial. Esa misma temporada ganó el Mundial Juvenil de la UCI y demostró que tenía cómo destacarse en la élite.
Llegaron los títulos mundiales, decenas de Copas del Mundo y centenares de medallas en Juegos Nacionales, Bolivarianos, Suramericanos y Centrocaribe y Panamericanos, triunfos que construyó y celebró a con la misma emoción que las actuaciones que la volvieron leyenda, las de los Juegos Olímpicos.
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A Londres, en 2012, llegó con la responsabilidad de ser la medallista dorada de Colombia. Era el podio fijo. Y la presión le sirvió de motivación para superar a todas sus rivales y poner a sonar el himno nacional. Repitió la hazaña en Río 2016 con la misma determinación. Y contra muchos pronósticos, incluso los propios, volvió a colgarse una medalla en Tokio 2021, esta vez la de plata, pero igual con sabor a oro, luego de recuperarse de una delicada lesión de rodilla, la más complicada de su carrera.
Ahora casada con el bicicrosista colombo francés Vincent Pelluard y con casi 30 años de edad, ‘Marianita’, porque seguirá siendo así para todos los colombianos, se colgó su tercera presea y superó a los dobles medallistas olímpicos del país: el tirador Helmut Bellingrodt, la luchadora Jackeline Rentería, los pesistas Óscar Figueroa y Luis Javier Mosquera, la judoca Yuri Alvear, la saltadora Caterine Ibargüen y el bicicrosista Carlos Alberto Ramírez, quien este jueves ratificó el bronce que había logrado en Río 2016.
¡Triple medallista olímpica! 🥇🥇🥈
— Comité Olímpico COL (@OlimpicoCol) July 30, 2021
Mariana Pajón se convierte en la colombiana con más medallas olímpicas de la historia del país, luego de colgarse la medalla de plata en #Tokyo2020, en el BMX Racing.
Gracias Mariana, haces feliz a todo un país 💛💛💙❤️ pic.twitter.com/LMtwxH1pXu