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El ciclismo es una fuente de conocimiento única, y no solo geográfico. Los corredores que participen el domingo 16 en el Mundial de Qatar ya han empezado a familiarizarse con un nuevo concepto, el de temperatura de bulbo húmedo, que antes parecía preocupar solo a los generales de los ejércitos en el Golfo, que sufren por la pérdida de eficiencia de sus soldados cuando hace mucho calor.
En Doha, la ciudad que acogerá una carrera que debería convertirse en un festival de sprinters, tan llano es el recorrido, se esperan temperaturas de entre 35 y 38 grados, que unidas al efecto de la humedad, de un 50%, del viento y de la radiación solar (los elementos que tiene en cuenta el termómetro de bulbo húmedo), pueden dar lugar a que se disparen las alarmas y el recorrido, inicialmente previsto en 257 kilómetros (unas seis horas sobre la bici) se recorte hasta 150, unas tres horas y media, un tiempo que ya podría aguantar un deportista haciendo ejercicio de alta intensidad sin sucumbir al golpe de calor. Sería el último ridículo de un Mundial en el desierto, en un país sin tradición ni afición al ciclismo, en un circuito tan plano cuyos únicos alicientes son la posibilidad de abanicos por el viento o la guerra contra el calor. "Pedalear más de cuatro horas en las condiciones que se esperan es peligroso para la salud", dice Jesús Hoyos, el médico del Movistar, el equipo que más corredores aporta a la selección española y que recuerda las condiciones de un campeonato de España en Cáceres disputado a 38 grados y en el que varios ciclistas sufrieron graves problemas por el calor, incluido Jonathan Castroviejo, la gran esperanza española de medalla.
Consciente del peligro, los organizadores ya han previsto un sistema de distribución extra de bidones de agua y hielo a los ciclistas e instalarán una especie de hospital de campaña cercano a la meta, donde con bañeras de agua fría se tratarán los casos de hipertermia que puedan producirse y con suero intravenoso se luchará contra la deshidratación que acompaña a los golpes de calor.
Termómetro húmedo
Un médico deportivo español que trabaja en Qatar, Juan Manuel Alonso, estará todos los días del Mundial (empieza el domingo 9 con la contrarreloj por equipos) con un termómetro húmedo bajo el cuello. Es uno de los especialistas del equipo organizado por la Unión Ciclista Internacional (UCI) que a las órdenes de Olaf Schumacher apretarán el botón de alarma si juzgan que las condiciones no son aptas para la competición. "En cuanto decidamos, la UCI puede acortar inmediatamente la carrera, reduciendo su longitud a 150 kilómetros", dice Alonso. "Esperemos que entre viento del mar, que enfríe un poco o que las temperaturas desciendan, pero no son las mejores condiciones para una competición tan dura".
En Qatar, y en las vecinas Abu Dhabi, Omán y Dubai se celebran competiciones ciclistas, pero sus etapas no suelen ir más allá de los 120 o 130 kilómetros. Los 257 kilómetros previstos son los habituales de todos los Mundiales. "Lo razonable sería que lo acortaran ya", dice Eusebio Unzue, director del Movistar. "Si no, en vez de un campeonato del mundo de ciclismo veríamos uno de supervivencia en bicicleta. Solo resistiría el 30% del pelotón".