“No quiero dejar de ser Egan Bernal”
Hacer mercado e ir a desayunar a su panadería favorita son cosas a las que tuvo que renunciar tras ganar la carrera por etapas más importante del mundo: el Tour de Francia. El campeón se abre, habla de su lado más humano, de su nueva vida. No quiere que lo vean como alguien que no es, no quiere perder su esencia. Entrevista.
Thomas Blanco - @thomblalin - Enviado especial
Quedarse con la camiseta amarilla que lo acreditó como el campeón del Tour de Francia tenía un precio. Tal vez lo sabía, tal vez no. La factura: su libertad. Ese era su objetivo de vida y lo cumplió a los 22 años. Seis meses después de conquistar el título más importante en la historia del deporte colombiano nada ha vuelto a ser lo mismo, ni volverá. No tiene la menor idea de cuántas fotos se ha tomado desde ese momento sublime, pronto serán millones. Se ha ganado el respeto del mundo entero, pero solo anhela una cosa: que lo sigan viendo como un hombre de carne y hueso.
Le importa un carajo lo que piensen de él, su máxima se mantendrá firme, a pesar de todo: que no lo vean como una persona que no es. Que digan lo que quieran. Que dejó plantado a un presidente que quería politizar una alegría colectiva, amarilla, pero sin colores políticos. Que no fue a tal premio, a tal ceremonia. Y pronto, muy pronto, que por qué no ganó tal carrera.
Egan Bernal, en medio de un Whatsapp reventado de conversaciones sin leer, tan deshumanizado por el periodismo, por la gente, al ser un tipo especial, prefiere estar al margen de toda esa polución del mundo exterior. Es lo más higiénico.
Uno de los planes favoritos de Egan era salir a hacer mercado, un programa que ha cambiado de manera violenta su libreto. “De verdad que me gustaba mucho salir, escoger las cosas, ponerme a mirar, ver qué voy a comer. No es que no pueda hacerlo, porque no soy Leo Messi ni Cristiano Ronaldo, solo que es muy complicado. Sé que me voy a tomar, no sé, entre 100 a 150 fotos. Entonces casi que no puedo hacerlo, sino la persona que está conmigo. Ella hace mercado, yo me tomo fotos, que no tiene nada de malo, pero hacerlo todos los días puede ser complicado. Uno quisiera compartir con cada persona con la que está, pero ya tengo que entender que hay cosas que no puedo hacer más”, admite el primer escarabajo amarillo en una sentida entrevista con El Espectador.
Cuando estuvo de visita en el centro comercial Fontanar tuvo que irse a la fuerza. “Ir a cine ya no es tan fácil. Esa vez, recién pasó lo del Tour, llamaron a seguridad porque no me dejaban caminar y ellos me dijeron que lo mejor era que me fuera. Me gusta tomarme muchas fotos, es normal. Es imposible decirle que no a un niño y lo voy a hacer con mucho gusto, es solo entender y asumir que estas cosas van a pasar”.
¿Necesita un carro? Se lo mandan. ¿Necesita comprar comida? Se la envían. ¿Ropa? También. Todo se lo dan hecho, cada uno de los pormenores de su vida: un ecosistema que despierta, inevitablemente, una sensación de autosuficiencia. ¿El analgésico? Los pequeños detalles. Lo tiene claro.
“He empezado a valorar las cosas más sencillas de la vida. Por ejemplo, el solo hecho de estar con mi mamá. Compartir tiempo, ¡juepucha!, qué palabra tan importante, es muy escaso. Uno empieza a valorar el tiempo, mucho más que las cosas materiales. Claro, antes uno quería dizque el supercarro, un buen apartamento, una casa, lo que sea, pero tal vez ahora uno tiene todo eso y le empiezan a faltar las cosas que tenía antes y no valorabas tanto. Esas pequeñas cosas como pedirle plata a mi mamá para comprar un paquete, hacer el mercado, ir a desayunar a la panadería, esas son cosas que a uno lo hacen más humano. Uno las extraña mucho, pero trato de tener los pies en la tierra y seguir siendo Egan”.
Y como un gran poder conlleva una gran responsabilidad, el mundo fuera de cámaras y micrófonos es extenuante. “Hay cosas más allá de tener una vida ‘normal’. Tal vez la responsabilidad de ser el campeón del Tour de Francia frente al equipo, frente a los compañeros, o el ejemplo que eso puede significar hacia muchas otras personas”.
(La también: Egan Bernal y el “One hit wonder”)
Solo tiene un foco esta temporada: defender la camiseta amarilla. “Cambié mucho la preparación, creo que al Tour anterior llegué con muchos kilómetros en las piernas y la verdad es que sí los sentí mucho. Me faltó al inicio un poco de chispa, pero bueno, al final en la última semana estuve muy bien. La idea es ir de menos a más”.
Desde Navidad hasta el 15 de enero Egan era el ciclista con más kilómetros registrados en todo el mundo en Strava, la red social que utilizan los ciclistas: 2.638 km repartidos en 16 salidas. Puro profesionalismo. “Yo descansé en octubre y noviembre unas cinco semanas sin bici, habré montado unas cuatro veces tal vez. Luego poco a poco, tres o cuatro por semana y así empecé a subir. En diciembre ya fui a la concentración del equipo en Mallorca y cuando regresé llegué con otro chip, otra mentalidad. No importaba la época del año, tocaba hacer muchos kilómetros a baja intensidad para que después haya una base en el cuerpo cuando necesite intensidad”.
Una vez se materializó su título en el Tour de Francia, una de las primeras cosas que hizo el astro colombiano de 23 años fue levantar el teléfono y llamar a Camilo Castiblanco, también ciclista (Team Illuminate), uno de sus mejores amigos desde que era niño. “Parce, necesito que se venga a Zipaquirá, que esté conmigo y Xiomara. Esto es mucha cosa para nosotros”.
Y así se volvió su mánager: visas, publicidad, viajes, entrevistas, contactos. Camilo sigue siendo ciclista; de hecho, está corriendo el Tour Colombia, su equipo se lo pidió quince días antes de la carrera, a pesar de que no había entrenado. Él ya está enfocado en la vida de su parcero de toda la vida.
“Es un ritmo de vida extenuante, de siete de la mañana a diez de la noche. Porque aparte de que tiene que entrenar, por la tarde tiene eventos, comerciales. Él trata de llevar una vida normal, pero es complicado. Antes del Tour iba a desayunar a una panadería cerca de Chía. Y él seguía pensando que podía seguir haciendo esas cosas”, apuntó Camilo.
—Parce, camine a desayunar a la panadería —le dijo Egan el día después del homenaje que tuvo en Zipaquirá.
—¡No! Acabas de ganar el Tour de Francia y ayer estuviste siete horas en directo en la televisión, todo el país te conoce.
—¿Qué? Eso no pasa nada, vamos.
Egan recibió diez ramos de flores, varias cajas de comida y se tomó 300 fotos. “Le pegó dos cucharadas al huevo y nos tocó irnos. Él siente y trata de vivir como si nada hubiera pasado, pero la gente de afuera le hace ver que no es así y que lo debe entender”.
La vida del capo del Ineos la componen cinco amigos y su familia, nada más. Un círculo pequeño en el que sobresalen sus dos parceros de niños: Camilo y Brandon Rivera, ahora compañero suyo en la escuadra británica.“Egan es mucho más que los títulos que tiene, ha sido una de las pocas personas que han creído en mí en los momentos más difíciles de mi vida. Tengo pocos amigos, pero he sabido escoger los correctos”, apunta Brandon.
Lea también: La historia de Brandon Rivera, el parcero del alma de Egan Bernal
Y Camilo lo complementa: “Crecimos montando bici en el ciclomontañismo. Nunca nos imaginamos esto tan serio, era un pasatiempo, era salir a disfrutar, a molestar. Íbamos a un bosque dos horas, a ver el que hiciera la bajada, el que saltara, el que pasara más rápido, era jugar. Luego íbamos a un río, era como un juego. Salir a entrenar y a pasarla bien, eso sigue siendo así. Ahora salimos y obvio ahora somos profesionales, pero nos seguimos divirtiendo. Que el que se quedó, que a este le dio la pálida, el que le tocó meterse detrás de la moto, el que tuvo que coger bus. Seguimos siendo esos niños de doce años que iban al río”, añade Camilo.
Egan y su chaleco antifama. La madurez y sensatez de un joven de carne y hueso que no renuncia a vivir una vida común y corriente. “No quiero mostrarme como alguien que no soy. Yo creo que por eso tal vez habré ganado muchos seguidores y perdido bastantes. De por sí siento que soy alguien muy tranquilo, malacaroso. Igual que mi mamá, eso lo heredé de ella, no tengo la culpa (risas). Soy a veces serio, pero es que así soy yo. Y así era antes de ganarme un Tour de Francia. Siempre trato de mostrarme como en verdad soy. Obvio, hay que comportarse y entender ciertos escenarios, pero si hay algo que tengo claro es que no quiero dejar mi esencia. No quiero dejar de ser Egan Bernal".
Thomas Blanco Lineros- @thomblalin
tblanco@elespectador.com
Quedarse con la camiseta amarilla que lo acreditó como el campeón del Tour de Francia tenía un precio. Tal vez lo sabía, tal vez no. La factura: su libertad. Ese era su objetivo de vida y lo cumplió a los 22 años. Seis meses después de conquistar el título más importante en la historia del deporte colombiano nada ha vuelto a ser lo mismo, ni volverá. No tiene la menor idea de cuántas fotos se ha tomado desde ese momento sublime, pronto serán millones. Se ha ganado el respeto del mundo entero, pero solo anhela una cosa: que lo sigan viendo como un hombre de carne y hueso.
Le importa un carajo lo que piensen de él, su máxima se mantendrá firme, a pesar de todo: que no lo vean como una persona que no es. Que digan lo que quieran. Que dejó plantado a un presidente que quería politizar una alegría colectiva, amarilla, pero sin colores políticos. Que no fue a tal premio, a tal ceremonia. Y pronto, muy pronto, que por qué no ganó tal carrera.
Egan Bernal, en medio de un Whatsapp reventado de conversaciones sin leer, tan deshumanizado por el periodismo, por la gente, al ser un tipo especial, prefiere estar al margen de toda esa polución del mundo exterior. Es lo más higiénico.
Uno de los planes favoritos de Egan era salir a hacer mercado, un programa que ha cambiado de manera violenta su libreto. “De verdad que me gustaba mucho salir, escoger las cosas, ponerme a mirar, ver qué voy a comer. No es que no pueda hacerlo, porque no soy Leo Messi ni Cristiano Ronaldo, solo que es muy complicado. Sé que me voy a tomar, no sé, entre 100 a 150 fotos. Entonces casi que no puedo hacerlo, sino la persona que está conmigo. Ella hace mercado, yo me tomo fotos, que no tiene nada de malo, pero hacerlo todos los días puede ser complicado. Uno quisiera compartir con cada persona con la que está, pero ya tengo que entender que hay cosas que no puedo hacer más”, admite el primer escarabajo amarillo en una sentida entrevista con El Espectador.
Cuando estuvo de visita en el centro comercial Fontanar tuvo que irse a la fuerza. “Ir a cine ya no es tan fácil. Esa vez, recién pasó lo del Tour, llamaron a seguridad porque no me dejaban caminar y ellos me dijeron que lo mejor era que me fuera. Me gusta tomarme muchas fotos, es normal. Es imposible decirle que no a un niño y lo voy a hacer con mucho gusto, es solo entender y asumir que estas cosas van a pasar”.
¿Necesita un carro? Se lo mandan. ¿Necesita comprar comida? Se la envían. ¿Ropa? También. Todo se lo dan hecho, cada uno de los pormenores de su vida: un ecosistema que despierta, inevitablemente, una sensación de autosuficiencia. ¿El analgésico? Los pequeños detalles. Lo tiene claro.
“He empezado a valorar las cosas más sencillas de la vida. Por ejemplo, el solo hecho de estar con mi mamá. Compartir tiempo, ¡juepucha!, qué palabra tan importante, es muy escaso. Uno empieza a valorar el tiempo, mucho más que las cosas materiales. Claro, antes uno quería dizque el supercarro, un buen apartamento, una casa, lo que sea, pero tal vez ahora uno tiene todo eso y le empiezan a faltar las cosas que tenía antes y no valorabas tanto. Esas pequeñas cosas como pedirle plata a mi mamá para comprar un paquete, hacer el mercado, ir a desayunar a la panadería, esas son cosas que a uno lo hacen más humano. Uno las extraña mucho, pero trato de tener los pies en la tierra y seguir siendo Egan”.
Y como un gran poder conlleva una gran responsabilidad, el mundo fuera de cámaras y micrófonos es extenuante. “Hay cosas más allá de tener una vida ‘normal’. Tal vez la responsabilidad de ser el campeón del Tour de Francia frente al equipo, frente a los compañeros, o el ejemplo que eso puede significar hacia muchas otras personas”.
(La también: Egan Bernal y el “One hit wonder”)
Solo tiene un foco esta temporada: defender la camiseta amarilla. “Cambié mucho la preparación, creo que al Tour anterior llegué con muchos kilómetros en las piernas y la verdad es que sí los sentí mucho. Me faltó al inicio un poco de chispa, pero bueno, al final en la última semana estuve muy bien. La idea es ir de menos a más”.
Desde Navidad hasta el 15 de enero Egan era el ciclista con más kilómetros registrados en todo el mundo en Strava, la red social que utilizan los ciclistas: 2.638 km repartidos en 16 salidas. Puro profesionalismo. “Yo descansé en octubre y noviembre unas cinco semanas sin bici, habré montado unas cuatro veces tal vez. Luego poco a poco, tres o cuatro por semana y así empecé a subir. En diciembre ya fui a la concentración del equipo en Mallorca y cuando regresé llegué con otro chip, otra mentalidad. No importaba la época del año, tocaba hacer muchos kilómetros a baja intensidad para que después haya una base en el cuerpo cuando necesite intensidad”.
Una vez se materializó su título en el Tour de Francia, una de las primeras cosas que hizo el astro colombiano de 23 años fue levantar el teléfono y llamar a Camilo Castiblanco, también ciclista (Team Illuminate), uno de sus mejores amigos desde que era niño. “Parce, necesito que se venga a Zipaquirá, que esté conmigo y Xiomara. Esto es mucha cosa para nosotros”.
Y así se volvió su mánager: visas, publicidad, viajes, entrevistas, contactos. Camilo sigue siendo ciclista; de hecho, está corriendo el Tour Colombia, su equipo se lo pidió quince días antes de la carrera, a pesar de que no había entrenado. Él ya está enfocado en la vida de su parcero de toda la vida.
“Es un ritmo de vida extenuante, de siete de la mañana a diez de la noche. Porque aparte de que tiene que entrenar, por la tarde tiene eventos, comerciales. Él trata de llevar una vida normal, pero es complicado. Antes del Tour iba a desayunar a una panadería cerca de Chía. Y él seguía pensando que podía seguir haciendo esas cosas”, apuntó Camilo.
—Parce, camine a desayunar a la panadería —le dijo Egan el día después del homenaje que tuvo en Zipaquirá.
—¡No! Acabas de ganar el Tour de Francia y ayer estuviste siete horas en directo en la televisión, todo el país te conoce.
—¿Qué? Eso no pasa nada, vamos.
Egan recibió diez ramos de flores, varias cajas de comida y se tomó 300 fotos. “Le pegó dos cucharadas al huevo y nos tocó irnos. Él siente y trata de vivir como si nada hubiera pasado, pero la gente de afuera le hace ver que no es así y que lo debe entender”.
La vida del capo del Ineos la componen cinco amigos y su familia, nada más. Un círculo pequeño en el que sobresalen sus dos parceros de niños: Camilo y Brandon Rivera, ahora compañero suyo en la escuadra británica.“Egan es mucho más que los títulos que tiene, ha sido una de las pocas personas que han creído en mí en los momentos más difíciles de mi vida. Tengo pocos amigos, pero he sabido escoger los correctos”, apunta Brandon.
Lea también: La historia de Brandon Rivera, el parcero del alma de Egan Bernal
Y Camilo lo complementa: “Crecimos montando bici en el ciclomontañismo. Nunca nos imaginamos esto tan serio, era un pasatiempo, era salir a disfrutar, a molestar. Íbamos a un bosque dos horas, a ver el que hiciera la bajada, el que saltara, el que pasara más rápido, era jugar. Luego íbamos a un río, era como un juego. Salir a entrenar y a pasarla bien, eso sigue siendo así. Ahora salimos y obvio ahora somos profesionales, pero nos seguimos divirtiendo. Que el que se quedó, que a este le dio la pálida, el que le tocó meterse detrás de la moto, el que tuvo que coger bus. Seguimos siendo esos niños de doce años que iban al río”, añade Camilo.
Egan y su chaleco antifama. La madurez y sensatez de un joven de carne y hueso que no renuncia a vivir una vida común y corriente. “No quiero mostrarme como alguien que no soy. Yo creo que por eso tal vez habré ganado muchos seguidores y perdido bastantes. De por sí siento que soy alguien muy tranquilo, malacaroso. Igual que mi mamá, eso lo heredé de ella, no tengo la culpa (risas). Soy a veces serio, pero es que así soy yo. Y así era antes de ganarme un Tour de Francia. Siempre trato de mostrarme como en verdad soy. Obvio, hay que comportarse y entender ciertos escenarios, pero si hay algo que tengo claro es que no quiero dejar mi esencia. No quiero dejar de ser Egan Bernal".
Thomas Blanco Lineros- @thomblalin
tblanco@elespectador.com