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El paisaje en el camino de Apartadó hacia Arboletes por ocasiones parece ser siempre el mismo. Las bananeras se organizan en filas interminables que suben desde el plano hasta las montañas. Y cuando no, se ve potrero, mucho campo vacío hacia el frente; pastizales para vacas que no están, territorios improductivos que se extienden hasta donde da la vista y que parecen no tener fin.
Por esos caminos pasó el miércoles la primera etapa de la Vuelta a Antioquia, que ganó Brayan Sánchez del Team Medellín. La jornada se definió al esprint, tras 153 kilómetros de recorrido accidentado. En la mañana del mismo día el equipo de la capital antioqueña ya se había llevado la victoria en la contrarreloj por equipos del prólogo que abrió la competencia.
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En la salida de Apartadó, la policía no se preocupó por cerrar las calles y el pelotón ya asomaba por las esquinas. La caravana iba limpiando el camino entre gritos y pitos para que dejaran pasar a los ciclistas hacia la carretera.
Con la rodada, el camino se hizo más amable para el grupo. Cuando el pelotón alcanzó las carreteras nacionales, mientras una señora que vendía zapotes al costado de la carretera dormía su siesta en una silla y entre sus frutas, el tráfico de vehículos paró y la primera etapa de la carrera empezó a tomar forma.
La Vuelta a Antioquia, todo un suceso para el Urabá, llevó ese año el recorrido por lugares en los que nunca había estado. En los costados de las carreteras, como conatos de pequeños pueblos que todavía no comienzan, entre calles inexistentes de pasto alto en vez de pavimento, se veían casas de madera, precarias, pintadas de colores y cubiertas de tejas, unas si y otras no, desde las que los niños emocionados gritaban con el paso de los pedalistas.
En Turbo, el recibimiento fue diferente. Con carros de bomberos, sirenas a todo volumen y gente abarrotada contra las barandas en las calles del pueblo, se lanzó el primer ataque del día. Alejandro Ruíz y Miguel Chaparro, del equipo Supergiros, intentaron la fuga y abrieron una brecha de casi dos minutos y medio. Diferencia insuficiente por las condiciones del día y lo llano del camino.
El trayecto empezó a mostrar invasiones de gente sin tierra, trashumantes en búsqueda de otro futuro, a medida que empezaba a sentirse la humedad del mar. En el cuerpo la ropa ya empezaba a pegarse a la piel y las manos sudaban seco. El calor pegaba tan fuerte que uno de los retenes de la policía que debía cortar el tráfico se quedó dormido a un costado del camino. Cuando vieron el primer carro de la caravana, se pararon de las sillas y corrieron a la camioneta. Se fueron adelante, apresurados para que nadie se diera cuenta, pero los muleros ya se habían saltado el punto que debía tener el bloqueo. A los camiones les toco orillarse como pudieron a un costado para que pasaran los ciclistas de la forma más segura posible.
La fuga fue cazada mientras el aire parecía agotarse y volverse más caliente con cada pedalada. Y aunque se intentó otra escapada, llegando a Necoclí, no hubo éxito porque los 13 hombres que intentaron separarse de los favoritos eran demasiado peligrosos y no los dejaron irse muy lejos.
Mientras los ciclistas salían de Necoclí, cientos de haitianos y migrantes entraban, caminando por la carretera y cargando sus maletas sobre la cabeza para soportar el calor y el peso. Seguían su periplo desde los puertos de Suramérica hasta los países del norte.
La carrera tuvo que ser neutralizada a 35 kilómetros de la meta antes de llegar a San Juan de Urabá, por el mal estado de la carretera hasta Arboletes. Parecía, como si fuera poco, que los habitantes de un municipio aledaño, llamado Mulatos, no querían dejar pasar al grupo y tuvo que intervenir la policía. Con más cuidado que de costumbre, con armas largar colgadas en el hombro, la cinta tuvo que ser bajada para que pasaran los ciclistas. En las paredes de las casas, como en todo el Urabá, se ven firmas grafiteadas de las Autodefensas Gaitanístas de Colombia (AGC). Se dice por el pueblo que Otoniel tiene más poder que el Estado y que su ley se impone por estas tierras.
A siete kilómetros de la meta, la carrera fue restablecida. Todo estaba puesto para el esprint definitivo, en medio de los huecos empozados que tenían los últimos 2000 metros. Curvas, subidas y un final a reventar de gente en Arboletes vieron como ‘Naranjito Sánchez’ venció a Johan Colón en el cabeza a cabeza del embalaje. El rumbo, para la Vuelta a Antioquia, seguirá hasta Caucasia para cumplir la segunda etapa.