Diego Pescador: la fuerza de la paciencia de un ciclista para el futuro
El Espectador habló con el pedalista del GW Shimano Sidermec, que viene de ser campeón sub-23 en la Vuelta a Colombia, y ahora es el campeón de la Vuelta a Antioquia 2023. Uno de los proyectos más emocionantes del ciclismo colombiano.
Fernando Camilo Garzón
Apretados contra el manubrio y con la bicicleta sujetada a la parrilla, Lilia Johana Castro montaba en su moto a su hijo todos de martes a jueves para llegar al velódromo de Pereira. Viajaban desde Quimbaya, en Armenia, la tierra en la que nació el joven ciclista.
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Apretados contra el manubrio y con la bicicleta sujetada a la parrilla, Lilia Johana Castro montaba en su moto a su hijo todos de martes a jueves para llegar al velódromo de Pereira. Viajaban desde Quimbaya, en Armenia, la tierra en la que nació el joven ciclista.
Diego Pescador tendría 15 años por aquel entonces. Y aunque brillaba siendo atleta en competencias de fondo, sobre todo en los 2000 y los 3000 metros, ya empezaba a debatirse si debía abandonar el atletismo para entregarse a sus aspiraciones de ser ciclista.
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Para Pescador, el ciclismo fue una opción que llegó tarde. Quimbaya no es tierra de grandes escaladores, ni embaladores o ruteros. Pero, en la casa, Diego Pescador creció viendo las hazañas de Nairo Quintana en la televisión. Su papá, aficionado con locura al ciclismo, no se perdía ni una carrera de los colombianos que conquistaban Europa. Insospechadamente, el pequeño atleta cultivó, desde muy joven, la pasión por el pedaleo y la montaña.
Ese amor oculto vino a revelársele un día que aceptó acompañar a su papá en una de sus rodadas tempranas, a las cinco de la mañana, como lo hace todos los días. El camino, la ruta a Filandia, una subida de 14 kilómetros, con 1,917 metros de altitud y 3.9% de elevación promedio. Diego Pescador, montado en la “bicicleta mazamorrera” en la que empezó, como él la llama, descubrió lo mucho que le gustaba el ciclismo.
Fue un remesón, porque también le gustaba el atletismo y era muy bueno en ello. Durante toda su infancia, en Quimbaya y por todo Quindío, acumuló medallas en todo tipo de modalidades. Y aunque en el ciclismo encontró un amor inesperado, la duda de cuál era el camino que debía tomar se le presentó como una encrucijada.
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Para ser un joven de apenas 18 años, Diego Pescador habla con adelantada madurez. Sobre todo, porque entiende de los tiempos. No se afana, es tranquilo y le gusta usar sus dotes de paciencia para ver con mayor claridad posible los pasos que debe seguir. Esa es una de sus cualidades, le dijo a El Espectador Luis Alfonso Cely, su entrenador en el GW Shimano Sidermec. “Es un corredor tranquilo, con mucha fortaleza física y mental. No es nervioso, sabe decidir y corre sin miedo”.
Para Cely, Diego Pescador es un corredor para “disputar clasificaciones generales”. Lo proyecta como un ciclista que llegará a clásicas y grandes vueltas. Y aunque dependerá del tiempo, de su disciplina y su salud, advierte, lo define como un corredor “emocionante” que podría ser la joya “que tantos años llevamos buscando”.
Con calma y siguiendo el proceso. Pescador lo entiende así. Volviendo en su camino, el quindiano recuerda esos días en la moto con su madre. Los tiempos del corazón dividido y de la decisión entre el atletismo y la bicicleta. En el ciclismo, reflexiona, “no era tan bueno”. Comenzar fue difícil, no solo porque tenía que partir el tiempo entre las dos disciplinas, sino también porque en Quimbaya había muy poco ciclismo. Encontrar apoyo, en todo Quindío, fue una tarea titánica. Por eso, emigró a Risaralda gracias al consejo de un amigo que le contó que en el departamento vecino, a lo mejor, encontraría más oportunidades.
Los demás lo superaban. No se destacaba en ninguna carrera y la frustración de ver que nunca quedaba entre los primeros, él que en atletismo nunca había tenido rival, no era fácil de entender. Le pasó, por ejemplo, una vez que en la final departamental no pasó el corte para clasificar a la Vuelta del Futuro. No se frustró, aunque la impotencia le hervía el cuerpo. Respiró, hizo conciencia de su proceso, tan precoz, fortuito e incipiente, y entendió que debía seguir trabajando.
El cupo, finalmente, se abrió. Por coincidencia, porque uno de los clasificados no pudo ir a la carrera. “Yo era malísimo, pero pase raspando y de arepa”, se ríe mientras recuerda esa carrera, la que empezó el que sería su destino.
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Le fue tan bien que llegó al equipo del Ministerio del Deporte, en el que Luis Alfonso Cely lo cobijo como su pupilo. Y a pesar de la pandemia, de las dudas y el proceso vertiginoso que trunco el covid-19 en su proceso, Diego Pescador empezó a escalar en sus aspiraciones.
De la mano de Cely llegaron las primeras competencias importantes, como la Vuelta del Porvenir, los Juegos Suramericanos o el Mundial de Ciclismo en Australia. Y al tiempo llegaron los viajes a Europa, la preparación en el viejo continente y las competiciones en Italia, como el Giro de Sicilia, en el que Pescador se llevó el reconocimiento por ser, con 18 años, el corredor más joven de la historia que termina la carrera.
“Nuestra idea es llevar a todos esos talentos que encontramos a entrenar a Europa. Queremos fortalecer esas capacidades de los chicos jóvenes para que ganen experiencia y se fortalezcan del ritmo de la competencia europea. Hay que estar allá para ganar. Por eso hoy vemos como Pescador, un corredor de apenas 18 años, está disputando, mano a mano, todas las competencias élite en Colombia. Porque primero fue a Europa, se fogueó y ahora tiene otra proyección”, asegura Cely.
En la Vuelta a Colombia, la que Miguel Ángel López dominó de principio a fin por el nivel que traía del World Tour, una de las grandes sensaciones fue el joven quindiano, que quedó campeón de la categoría sub-23. Ahora, en la Vuelta a Antioquia que finaliza este domingo, Pescador también apunta a ganar la categoría al mejor joven en una de las carreras regionales más importantes del ciclismo nacional. De hecho, actualmente pelea el título y es tercero en la general, a 11 segundos de la punta.
El futuro es alentador y brillante ante las múltiples posibilidades. Pero, a Pescador no lo deslumbra. Le baja los humos a lo que viene: “Lo importante no es llegar, es saber mantenerse. ¿Cuántos de los nuestros no van a Europa como grandes figuras y rápido tienen que devolverse?”. De la paciencia, su gran virtud, saca una conclusión clave para su futuro. La misma que asegura lo llevó a estar donde está ahora: “Aprovechar las oportunidades. Es lo único que es cierto. Que cuando el tren pasa, hay que aprovecharlo”.
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