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En el colegio Benedictinos de Medellín separaban en esquinas opuestas a los buenos estudiantes de los malos. Santiago Botero, en los años displicentes de la adolescencia, siempre estuvo discriminado en el segundo grupo. En décimo grado explotó, se reveló, no estudió más y perdió el año. Y optó por repetirlo en un colegio menos estridente: el Jorge Robledo. Allí, tras las clases, empezó a montar bicicleta con un compañero. Trepaban el Alto de Las Palmas: el talento de Santiago, rubio de ojos azules, casi de 1,80 metros de estatura -una antítesis del prototipo del ciclista colombiano- quedó manifiesto.
“Como ya no estaba señalado o estigmatizado como el malo, la bicicleta me subió el autoestima. Subir y sentirme bueno en algo, con algo que me llenara, eso me guió a manejar mi tiempo y ser más ordenado. Así empecé a estudiar administración de empresas”, rememoró Santiago en entrevista con El Espectador. “En mis tiempos libres de universidad iba a carreras recreativas, y ganaba. Nunca en mi vida había ganado nada”, agregó.
Y en una carrera de ciclomontañismo conoció al médico deportólogo Juan Darío Uribe, quien, asombrado por su clase, decidió invitarlo a hacer una prueba de esfuerzo en un simulador. “Él manejaba el equipo del Orgullo Paisa y tenía a varios ciclistas que habían estado con Lucho Herrera en el título de la Vuelta a España, entonces tenía la posibilidad de comparar números. Y se dio cuenta de que los míos eran muy buenos. ‘Usted tiene una buena resistencia, dedíquese al ciclismo de ruta’, dijo”.
Y así, a los 23 años, tras su carrera universitaria, sin ser profesional del deporte, apenas un aficionado en el ciclomontañismo, se fue a Europa y se unió a las filas del Kelme español. El comienzo, viviendo solo en un hotel, fue muy hostil.
“Me dije: ‘¿Qué hago aquí?’ Estuve a punto de devolverme, me sentía abandonado en la mitad de la nada. Ya estaba graduado y tenía una oferta para trabajar en un banco. Fue clave el consejo de mi papá: me dijo que cumpliera el contrato de tres años que había firmado, que no fuera facilista y ahí tomara la decisión. No abandoné, ese es un triunfo que tengo. Y persistí hasta que llegaron los resultados”.
Resultados que llegaron justo después de que se cumpliera ese lapso de tiempo, cuando ganó una etapa en la Vuelta a Andalucía y otra en la París-Niza de 1999. Pero fue un año después cuando se ganó el respeto mundial al lograr una etapa y la clasificación de montaña en el Tour de Francia.
En 2001 ganó dos etapas en la Vuelta a España y ocupó el tercer puesto en el Mundial de Contrarreloj. Un colombiano, proveniente del país de los escaladores, estuvo mano a mano contra los mejores en las pruebas del cronómetro. Todo se explica con un hecho que ocurrió meses atrás.
“El Kelme era un equipo modesto, que no era como los grandes que tenían todas las herramientas. Corría en una bici de crono que ni siquiera era la mía. Terminaba las cronos y era una posición tan mala e incómoda, que no podía caminar bien, obvio no ganaba. A partir de 2001 hicimos unas pruebas antes del Tour con el túnel del viento en Tenerife y modificamos la posición de la bici. Ya era propia, pero no podíamos llevarlas a las casas, solo las usábamos en carrera. Eso era totalmente antitécnico, uno necesita usarla mucho para el dominio y manejo. Pero con el túnel del viento modificamos la posición y el cambio fue radical. Pase de estar entre los 20 o 15 mejores a ganar. A partir de ese momento me catalogaron como especialista, ya había ganado en Colombia, pero no en Europa”.
Y así, en 2002, ganó dos etapas en el Tour de Francia, una de ellas la contrarreloj individual. Y un par de meses después en Zolder, Bélgica, se consagró campeón mundial de contrarreloj. Ese adolescente, de baja autoestima, que mandaban a un costado del salón, que sentía que no servía para nada, se vistió de arcoíris.
Luego de aquella generación, hasta ahora está apareciendo un hombre que se está puliendo para ser un especialista en la contrarreloj: Daniel Felipe Martínez. ¿Ve tan lejos que un colombiano vuelva a ganar una crono en un Tour de Francia?
En la contrarreloj el rendimiento es muy homogéneo: se marcan diferencias entre el que es especialista y el que no. Daniel es bueno en Colombia, en Europa digamos que ocupa un puesto entre los 10 primeros, pero todavía le falta ese puntico para decir que es un especialista como Roglic y Dumoulin. Este es un deporte de evolución, de acumular. Daniel Felipe es excelente, por algo es el campeón nacional. Le falta el momento que me llegó a mí. Yo también estuve a un minuto, a un minuto y medio del ganador. Tiene condiciones, lo demostró con el título en la Criterium Dauphiné, debe seguir en esa línea.
Otro de los que tienen condiciones en la crono es Harold Tejada, que hizo todo el ciclo en la pista, tiene un buen biotipo y se ganó su tiquete con el Astana en el Tour en sus primeros meses en Europa...
Esa ha sido una gran sorpresa para todos. Lo estuve viendo entrenando con Higuita en el oriente antioqueño, le vaya bien o mal, siempre será un gran resultado para su palmarés. Tenemos ciclistas colombianos líderes en los equipos. Este es un momento único de nuestro ciclismo que nunca habíamos vivido.
¿Cómo cree que se sentiría estar en los zapatos de Egan Bernal al ser el único líder de un equipo británico y que es el más poderoso del planeta y cargar esa responsabilidad?
Egan ya demostró categoría para liderar un equipo desde que ganó el Tour de l’Avenir hace tres años. El año pasado era el segundo hombre del Ineos en el Tour y respondió cuando lo necesitaron. Lo único que cambió es que es el número 1, el campeón, la cabeza única del equipo. Por más que uno quiera ser ajeno a eso, es un entorno muy difícil de despegarse. Egan está joven y es parte de su evolución, debe asimilar este tipo de pruebas. Creo que estará ahí en la lucha del Tour, ganar no sé, es una carrera muy larga, pero ahí estará.
Sobre todo en un Tour que ha contado con una nueva escuadra como el Jumbo que ha optado por controlar las carreras como el Sky lo hizo en la última década. ¿A usted le tocó sufrir un equipo así con el US Postal de Armstrong, cómo lo analiza?
Eso da incertidumbre: la carrera es más abierta, ya que nadie asume el mando como en otros años lo hacía solo el Ineos (Sky) o el mismo US Postal. La llegada de un nuevo rival de peso para el Ineos, que ha dominado tantos años, con corredores favoritos, hace que la carrera sea diferente. Y el hecho de que los jóvenes estén marcando los triunfos de la temporada dice que asimilaron mejor el parón, hablando también de que Froome y Thomas no pudieron llegar a su mejor condición, seguramente eso lo sustentó el equipo con números y datos.
¿Cree que históricamente el ciclismo colombiano ha discriminado a los corredores que no son escaladores puros?
Sí, por el terreno y el desconocimiento de los técnicos, que están obligados a tener resultados para mantener sus puestos y solo reclutan escaladores. El ciclismo no es solo eso: es descenso, terreno plano, velocidad, crono, regularidad, ser buen gregario, tantas cosas. A veces omiten eso y no visualizan que alguien puede llegar a rendir a Europa, pero eso ha venido cambiando gracias a que los europeos que han contratado colombianos que se han valorizado han decidido venir. Hay muchos ojos por aquí: vienen a la Vuelta a la Juventud, Vuelta al Porvenir, Vuelta al Futuro y no a buscar escaladores sino corredores completos. Pero contradictoriamente en el ciclismo local vamos hacia atrás.
¿Por qué para atrás? ¿Por la falta de apoyo de la empresa privada?
Los que están soportando las bases del ciclismo colombiano son los árabes, vienen recursos de Emiratos Árabes a financiar dos equipos sub 23, con equipo de damas y juvenil, que eso es muy bueno, pero hace falta mucho patrocinio nuestro aquí. Antes de la pandemia estaban desapareciendo varios equipos, en Boyacá ni había uno. Hay muchos que dejaron de estar presentes, eso es preocupante. Con este panorama, en diez años podremos estar arriesgándonos a otro bache de ausencia de grandes corredores como el que ya tuvimos.
Recordando la primera etapa que ganó en el Tour de Francia, que atacó de lejos, alcanzó la fuga y después ganó, hoy por hoy ya no es común ver triunfos así que antes eran más normales. ¿Cree que la tecnología ha llegado a sumar o también a restar?
Le ha sumado a que son corredores mas eficientes, tienen una vida útil mayor. Antes llegabámos a los 29 años para retirarnos, ya no, los ciclistas son más longevos y tienen un rendimiento mas constante. Pero sí, es cierto que si uno esta al 100% de su forma, sabe que puede aguantar tanto tiempo a x vatios, eso hace que todo sea muy medido. Obvio no todos tienen la virtud de conocerse tan bien, algunos lo hacen mejor que otros, aquellos que lo hacen marcan diferencia. Como el caso de Froome, él es un corredor mas hecho que nacido. Era imbatible cuando sabia cuál era su punto máximo mirando los vatios, la cadencia, controlándose para no pasarse; eso hace todo muy controlado. Igual en las carreras hay que dejarse llevar por el instinto porque si uno tiene los números y no es capaz de moverlos, de nada sirve. Es una combinación de todo: ya no se ven grandes ataques, pero se necesitan medidas que hagan que el ciclismo no sea tan predecible en pro del espectáculo.
El equipo Rock Racing ha sido el más excéntrico en la historia del ciclismo. ¿Qué recuerda cuando llegó con Victor Hugo Peña y Óscar Sevilla?
Ese fue un equipo que salió de la idea de una persona ajena al deporte que quería revolucionarlo desde la moda, desde el marketing. Era una idea ganadora, revolucionaria, pero no se hizo con solidez y estructura con respecto al mundo del ciclismo, que es un mundo tradicional y conservador. Querían convertir al ciclismo en la NBA, la NFL, en lo que hizo el Barcelona a partir del 2000. Todo era muy instintivo y no había un plan de negocios, se necesitaban números. Terminó sin fondo porque era un gasto muy alto en imagen en un deporte como el ciclismo, que no tiene estadio ni derechos de televisión, solo con los uniformes, que fueron un éxito por internet, pero con eso no alcanza.
¿Qué fue lo más raro que les tocó vivir?
Yo apenas aguanté un año, uno está acostumbrado a cuidarse. Todo era muy estadounidense. En Los Ángeles un carro de alta gama nos recogía, nos conectaban porque nos estaban grabando para un reality, eso no lo sabíamos. Y llegamos a la casa en Santa Monica con carros absurdos, puros Cadillac. Pero se descuidaba el deporte, el entrenamiento no era organizado: podíamos tener ropa muy fashion, pero no ropa de invierno. Fueron pasos de ciego. Por la noche nos invitaban a ver a los Lakers, a restaurantes finos. Nos querían hacer ver como los chicos malos llenos de mujeres. Yo le dije a Sevilla que me sentía en el lugar equivocado, no concebían la vida del ciclista que es una vida de austeridad, pero era una idea ganadora, solo que mal ejecutada.
¿Y cómo fue esa mítica subida que hizo a Letras que fue el golpe para que ganara la Vuelta a Colombia 2007?
Me habían avisado que querían soltarme ahí los compañeros de otros equipos, ese día tenia buenas piernas, lo sabia. Y como no había un equipo muy fuerte, decidí quedarme atrás, como simulando que no era mi día. Boyacá fue con dos equipos que eran dirigidos por la misma cabeza, entonces pusieron a 18 corredores desde abajo, grandes escaladores, uno bajaba y les decía a los de arriba: ‘Botero está mal’. Y apretaban. Hasta que faltando 20 kilómetros ellos ya no tenían mas gregarios, quedábamos unos ocho no más y el primero en atacar fue Hernán Buenahora, que estaba con Castelblanco y Ortega. Salí por ellos y ese día llegué con cinco minutos de ventaja sobre el segundo y de siete sobre Buenahora y así gane la Vuelta a Colombia.
¿Cómo se ha sentido en esa faceta de comentarista de televisión?
Lo que busco transmitir como comentarista de ciclismo en Caracol es explicarle a la gente ese bache que hubo entre los 90 y el 2000. Por eso las personas se aislaron, desde hace siete años se ha ido retomando el interés y me gusta explicar cómo funciona el ciclismo. Ha sido una linda tarea para mí con el micrófono en la mano.
¿Cuál fue el ciclista más duro que enfrentó?
Mentalmente Aleksandr Vinokúrov me parecia demasiado duro, me impactó su forma de correr. Atacaba y atacaba así estuviera mal, muy parecido a Miguel Ángel López.
¿Y Armstrong?
Ese era otro tema, era todo su séquito. Armstrong generaba miedo, respeto; siempre ponía a marchar a todos a su alrededor. Siempre para adelante, atacaba y nadie lo podía seguir en los puertos. Ni siquiera Jan Ullrich y Marco Pantani. A eso hay que sumarle siete años sin caerse, sin enfermarse, la superioridad que tuvo fue apabullante.