Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Ciclistas, técnicos, periodistas especializados y hasta fanáticos del ciclismo deben estar rascándose la cabeza y tratando de explicarse cómo el ciclismo colombiano ha llegado a los primeros planos de este rudo y hermoso deporte, cómo sus principales figuras pelean y ganan grandes Vueltas y en especial cómo han conseguido que uno de los “escarabajos”, bien joven por cierto, se convirtiera en el mejor de los embaladores del actual Giro de Italia.
Hace 34 años, al terminar el Tour del 83, el 26 de Julio, apareció una corta nota que a diario escribía el pentacampeón de la carrera francesa en el diario deportivo L Equipe con un titular que nunca he podido olvidar: “Si vuelven serán terribles”. Allí aseguraba que si los ciclistas colombianos regresaban al Tour serían de temer porque, a pesar de que habían sido vapuleados por los profesionales en una carrera excepcionalmente dura y cruel, habían mostrado hermosas cualidades en los ascensos, un descomunal espíritu de sacrificio y una voluntad a toda prueba que les garantizaba el éxito en el futuro.
Cinco años más tarde una etapa del Tour salió muy cerca de Mont-Saint-Aignau, un pueblo muy pequeño en el norte de Francia en el que Anquetil había nacido y en el que estaba su tumba y no dudé en ir a visitarla para agradecerle esa nota que nos había llenado de esperanzas y de ilusiones luego de esa epopeya que habían vivido nuestros ciclistas en ese Tour de espanto que los profesionales habían exigido para aceptar al único equipo aficionado que se les enfrentó en la prueba más importante del mundo.
Hubo que esperar muchos años pues aunque Lucho Herrera ganó la Vuelta a España en el 87, Fabio Parra fue tercero en el Tour del 88 y Alvaro Mejía, Santiago Botero y Herrera se metieron entre los cinco primeros, aunque se ganaron numerosos títulos de montaña y variadas etapas, aún no eran terribles en la prueba francesa ni en las principales carreras de Europa. Se necesitó que, 30 años después, surgiera la actual generación para que esa visión de Anquetil se hiciera una realidad con Nairo Quintana, Esteban Chaves y ahora Fernando Gaviria y con muchachos que vienen empujando tras ellos con hambre de victorias y de gloria.
Hace algunas semanas otro europeo, el patrón del Movistar, Eusebio Unzúe, el que llevó a Miguel Indurain al súper estrellato, corroboró el momento de gloria que vive el ciclismo nacional y así mismo se atrevió a vaticinar que los corredores colombianos seguirán ganando grandes vueltas y otras carreras importantes del calendario ciclístico internacional y hasta fue más allá al señalar que “como van las cosas nada raro sería que llegue el día en que entre ellos se vayan a pelear esas victorias”.
¿Cómo y por qué estamos entrando en esta etapa que muchos colombianos habíamos soñado? Hay múltiples explicaciones pero así mismo hay un cúmulo de preguntas sin respuesta que solamente se pueden entender en un país maravilloso y singular que, cuando menos se espera, produce genios de la talla de Gabriel García Márquez, del pintor Fernando Botero, de Carlos Valderrama, Falcao García y James Rodríguez, de Juanes, Shakira y Carlos Vives y de Nairo Quintana.