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No tiene libreto o guion. Tampoco utiliza las matemáticas o mira los kilómetros que restan. La verdad es que todo le importa un carajo. Se deja llevar por su corazón, por sus instintos, que le dictan que ataque, que no se canse de intentarlo, que se bote al vacío y se deje llevar.
Esos son los principales atributos de Miguel Ángel López, el nuevo campeón del Tour Colombia 2.1, que se llevó a cabo en el Oriente antioqueño.
El jefe de filas del Astana se paró en lo más alto del podio luego de llegar en el segundo lugar de la sexta etapa, un trazado de 173,8 kilómetros entre El Retiro y el alto Las Palmas, de Medellín. Nairo Quintana, quinto en la clasificación general, fue el ganador de una jornada en la que se fue al piso luego de un inoportuno choque con un aficionado a cuatro kilómetros de la llegada. El mensaje fue contundente: está entero y el sueño amarillo de ganar el Tour de Francia sigue más vigente que nunca.
Supermán López atacó durante los últimos tres días y el título fue un justo premio, así haya sido por muy poco. El boyacense se coronó con un margen tde apenas cuatro segundos sobre Iván Ramiro Sosa y 54 sobre Daniel Felipe Martínez, los escarabajos que completaron el podio. En la cuarta etapa, cuando ninguna escuadra del World Tour tenía presupuestado atacar, el boyacense ganó sprints intermedios que le bonificaron ocho segundos, que para muchos en ese momento eran migajas. ¿El resultado? Hoy valen un título. Esas son las ventajas de vivir día a día, de no tener todo fríamente calculado, de dejarse llevar.
“Sabía que esta carrera se iba a definir por poco. Y en mi forma de correr está la de intentar siempre. Voy a ir con toda al Giro de Italia, ese es mi objetivo este año”, le dijo el pedalista boyacense a El Espectador.
La radiografía del Tour Colombia 2.1 es que los jóvenes no son el futuro, son el presente. Eso lo confirma la clasificación general. Supermán López acaba de cumplir 25 años, Sosa tiene 21, Martínez 22 y Egan Bernal, campeón de la edición del año pasado, 22. Los cuatro llegarán a las tres grandes vueltas de ciclismo, no solo a luchar el podio, sino también la clasificación de los jóvenes.
Caerse está permitido, pero levantarse es una obligación. Esa es una de las premisas que definen a Miguel Ángel López, un escarabajo que tiene una hoja de vida cargada de contusiones, raspones y dientes rotos, pero que se ha graduado con honores de su maestría en hacer frente a los tropiezos. Y el título de la carrera más importante de ciclismo del país fue la ratificación de su carácter.
Todo empezó en 2016, cuando llegó a la Vuelta a España como una de las máximas promesas, pero una fuerte caída en la tercera jornada hizo que el cuerpo lo obligara a parar en el sexto día. Luego, una fractura de tibia y peroné hizo que se perdiera el arranque de la siguiente temporada. Trabajó fuerte y reapareció en el Tour de Suiza, pero un nuevo tropezón opacó el esfuerzo que había hecho en su recuperación. Llegar en plenitud física a la ronda ibérica fue su único objetivo de 2017. Los fantasmas de las caídas pusieron en duda su confianza y sus virtudes en el ciclismo. Y esa era una prueba de fuego en un equipo que lo arropó y respaldó en los momentos turbulentos. Entrenó en silencio y, pese al escepticismo de varios, brilló en carreteras españolas.
Empezó como un actor de reparto, pues el jefe de filas seleccionado por el Astana era el italiano Fabio Aru. En la primera semana se sacrificó y siguió al pie de la letra las instrucciones de su escuadra. Su papel fue ser el gregario. Pero la montaña lo puso en su sitio: ganó dos etapas, además de un segundo y un tercer puesto, credenciales suficientes para ser el mejor joven de la carrera y de la clasificación de la montaña. Despejó las dudas en sí mismo. El mundo se dio cuenta de que estaba hecho con la madera de los superdotados.
Algo que demostró el año pasado con sus podios en el Giro de Italia y la Vuelta a España. “Ahora toca ver qué me falta para subir esos dos escalones”, dice el oriundo de Pesca.
Fiel a su filosofía de no tener un libreto, Miguel Ángel espera seguir escribiendo su propia historia. Los instintos y su corazón seguirán siendo su pluma. Así, todo puede pasar.