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“Si te vas a dedicar a esto, debes ganar mucho dinero”, le dijo Ernest a su hijo, en referencia al ciclismo. El pequeño Jacques Anquetil había crecido en una granja en Normandía donde se sembraban fresas. También trabajó como tornero, mientras su papá se dedicaba a la albañilería y su mamá se encargaba de casa. Y no estaba dispuesto a abandonar su sueño ciclístico, por lo que siendo un adolescente aceptó el reto que le impuso su padre.
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Al poco tiempo conquistó el Campeonato de Normandía y el nacional aficionado. Anquetil nació el 8 de enero de 1934 y en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, sin haber cumplido los 18 años, hizo parte de la escuadra francesa que se colgó la medalla de bronce en la prueba de ruta por equipos. Ese mismo año triunfó en el Gran Premio de las Naciones, certamen en el que sería el mejor en nueve ocasiones.
En 1956, después de romper el récord de la hora con una marca de 46,159 kilómetros, decidió que lo suyo no eran las carreras de un día, pues obtenía menos dinero y reconocimiento que en las competencias largas. Por eso, un año más tarde ya estaba disputando el Tour de Francia. Y en su debut fue campeón con casi 15 minutos de ventaja sobre el segundo, el belga Marcel Janssens.
En 1960 se consagró en el Giro de Italia, el cual también ganaría en 1964. Un año antes se quedó con la Vuelta a España. En su amado Tour se quedó con la camiseta amarilla de campeón entre 1961 y 1964, convirtiéndose así en el primer hombre de la historia en conquistar la carrera más prestigiosa del planeta en cinco oportunidades.
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Los constantes triunfos de Anquetil le asignaron a Raymond Poulidor el calificativo del “eterno segundón”. Y es que Jacques además ganó la París-Niza cinco veces y se quedó con la Vuelta a Cataluña de 1967, así como con la Vuelta al País Vasco en 1969 y con el Critérium del Dauphiné en 1963 y 1965. Su deuda fue nunca haberse consagrado en el Campeonato Mundial de Ciclismo: no pudo vestir la camiseta arcoíris.
A Jacques Anquetil también le gustaba la noche. Tomaba champaña y mantuvo una relación con su compañera sentimental Jeanine. Con la hija de ella, su hijastra Annie, tuvo una hija que llamó Sophie. También fue padre de Christophe, tras sostener un amor con la novia de su hijastro. El corredor leyenda residía en una lujosa casa en Normandía y no se privaba de sus placeres ni en medio de las competencias.
Sin embargo, en junio de 1987 le diagnosticaron un cáncer de estómago. Cinco meses después, el 18 de noviembre, falleció a los 53 años de edad dejando un legado eterno en el ciclismo como uno de los mejores de la historia de este deporte. “Solo quiero tener algo de razón, incluso cuando estoy completamente equivocado (…) Nunca he amado la bicicleta, pero lo hice todos los días apasionadamente”, decía el legendario Jacques Anquetil.