Un escarabajo atípico: Cristian Muñoz y su estreno en la élite del ciclismo
El boyacense está disputando su primera competencia con el equipo UAE Emirates. Un colombiano diferente: tiene el biotipo de los pedalistas europeos. ¿Es la estatura uno de los factores por los cuales los nuestros no han ganado un Tour de Francia?
Thomas Blanco - @thomblalin - Enviado especial
La última vez que un ciclista ganó un Tour de Francia con una estatura menor a 1,70 metros, tamaño habitual en los pedalistas colombianos, fue en 1976, cuando Lucien Van Impe superó en la general al holandés Joop Zoetemelk y al local Raymond Poulidor, segundo y tercero respectivamente. Desde ese momento Nairo Quintana, quien tiene un biotipo calcado al del belga (1,67 metros y 58 kg.) ha sido el que más cerca ha estado de la gesta con dos subcampeonatos y un tercer puesto. Los colombianos siguen dando ventajas en las pruebas contrarreloj y el sueño amarillo se ha postergado.
Otros pedalistas que se coronaron en la ronda gala que no cuentan con mucha estatura fueron Pedro Perico Delgado (1,71 m, en 1988) y Marco Pantani (1,72 m, en 1998). El contraplano con los múltiples ganadores es abrumador: los pentacampeones Miguel Induraín (1,88 m), Eddie Merckx (1,85 m), Jacques Anquetil (1,76 m) y Bernard Hinault (1,74 m), sacaron provecho de su altura. El tetracampeón Chris Froome (1,86 m), el tricampeón Greg Lemond (1,78 m) y los bicampeones Alberto Contador (1,76 m) y Laurent Fignon (1,74 m) terminan de poner en la mesa la tesis de que el umbral mínimo para pararse en lo más alto del podio en los Campos Elíseos es medir, al menos, 1,74 metros de estatura.
Una de las explicaciones de muchos especialistas es el biotipo. Martín Emilio Cochise Rodríguez (1,80 m y 69 kg), uno de los ciclistas colombianos más completos de todos los tiempos, brilló en la pista y en la ruta. En los velódromos lo hizo como campeón mundial de persecución individual y con el récord de la hora mientras en las carreteras fue tetracampeón de la Vuelta a Colombia y el primer ganador de una etapa en alguna de las tres grandes carreras de ciclismo (jornada 15 del Giro de Italia de 1973).
El largo del fémur, hueso correlacionado con la altura, beneficia la potencia de los corredores en las etapas llanas y de contrarreloj. Actualmente, con la llegada de hombres como Fernando Gaviria, Álvaro Hodeg y Juan Sebastián Molano, grandes velocistas con un futuro prometedor, el país ha roto el paradigma de ser exclusivamente cuna de escaladores. No es casualidad que todos pasen el umbral de 1,80 metros de altura.
“Nosotros tenemos una deficiencia: los corredores tienen una composición corporal muy liviana. La incidencia del fémur es fundamental y debe haber una proporción de 1,2 con respecto a la distancia de este hueso con la estatura del corredor. Muchas veces no cumplimos ese parámetro y ahí está la explicación de nuestras fragilidades en las pruebas contrarreloj. Hoy se está hablando mucho del tema biomecánico y hay bases suficientes y números. Eso es lo que dicta la naturaleza. En Colombia estamos crudos con los análisis científicos”, apunta Luis Fernando Saldarriaga, director del equipo Manzana Postobón.
Sin embargo, Raúl Mesa, uno de los mejores técnicos colombianos de la historia y director del equipo EPM, no coincide del todo. “El biotipo es relativo. Sí favorece en las pruebas contrarreloj, pero no podemos comparar a nuestros ciclistas con Chris Froome. Él es un superdotado y fuera de serie. De los colombianos, del que más se espera es de Egan Bernal, porque él es buen contrarrelojero”. Cochise Rodríguez agrega que si “Van Impe pudo ganar el Tour, cualquiera de los colombianos puede hacerlo”.
Muñoz y su biotipo europeo
Esta semana se estrenó en su primer equipo del World Tour una de las máximas promesas del ciclismo colombiano en el UAE Emirates. Un escarabajo atípico que cuenta con el biotipo de pedalista del Viejo Continente: Cristian Camilo Muñoz, quien mide 1,79 metros y pesa, regularmente, 63 kilos. En una escuadra “colombianizada”, al lado de Sergio Luis Henao, Fernando Gaviria y Juan Sebastián Molano.
“Me cambió la vida. Conocer Dubái marcó la historia de mi vida. Es un sueño viajar y conocer nuevas culturas, todo por el ciclismo. Sergio Luis me ha enseñado mucho y es una gran persona. Al igual que Molano, que es de Boyacá y vivimos cerca. Con Fernando corrí un año en Coldeportes Zenú. Es una felicidad enorme para mí”, dice en diálogo con El Espectador antes de la quinta etapa del Tour Colombia 2.1, que contará por fin con un trazado montañoso de 177,2 kilómetros.
Hizo méritos para colocarse en el radar de los equipos europeos, pues fue subcampeón de las Vueltas de la Juventud en 2016 y 2017, tercero en la última edición de la misma carrera, el mejor colombiano en el Giro de Italia sub 23, en la posición 13 de la clasificación general, y el gregario de lujo de Iván Ramiro Sosa en sus malos días en el Tour de L’Avenir.
“Tal vez el biotipo es una de las razones por las cuales ningún colombiano ha ganado el Tour. Pero hay que trabajar, porque también tengo muchas debilidades que corregir. El potencial de los escarabajos es enorme: ya no son uno ni dos, son 10 los que se van para Europa. La calidad de Egan Bernal e Iván Ramiro Sosa nos ilusiona a todos”, apunta el boyacense.
“Es un escalador puro. Lo conozco hace cuatro años y creo que la categoría profesional en Europa le va a sentar muy bien, porque tiene una gran composición corporal”, dice el director del Emirates, Joxean Fernández “Matxin”.
Carlos Mario Jaramillo, su técnico en su paso por el Coldeportes Zenú y en la selección colombiana sub 23, sabe que su estatura será un valor agregado en la élite del ciclismo. “Cristian es un corredor ideal para Europa por su biotipo. No es el colombiano común, que es bajito. Estoy seguro de que se puede acomodar bien en el pelotón internacional. Va a dar de qué hablar por su tamaño, y aparte es un gran escalador”.
Oriundo de Ventaquemada, Boyacá, municipio famoso por las arepas, donde se ha hecho la más grande del mundo (7 metros y 4 centímetros de diámetro), el hijo de Luis Antonio Muñoz y María del Carmen Lancheros creció sembrando cebolla, también adiestrando ganado. “La verdad es que mi infancia fue de campesino, de agricultor. Le debo todo a mi papá, quien desde los 10 años me montó en una bicicleta y no me he bajado (risas). Hoy veo cómo todos esos entrenamientos austeros, en los que no tenía ni para una gaseosa, valieron la pena”.
Su máximo referente, también por la estatura, es Chris Froome, cuatro veces ganador del Tour de Francia. “El biotipo de Cristian es el que hay que buscar desde el punto de vista antropométrico”, apunta el profesor Saldarriaga. Cristian Muñoz, un escarabajo que rompe estereotipos y paradigmas, y que de seguro estará a la altura en el World Tour.
La última vez que un ciclista ganó un Tour de Francia con una estatura menor a 1,70 metros, tamaño habitual en los pedalistas colombianos, fue en 1976, cuando Lucien Van Impe superó en la general al holandés Joop Zoetemelk y al local Raymond Poulidor, segundo y tercero respectivamente. Desde ese momento Nairo Quintana, quien tiene un biotipo calcado al del belga (1,67 metros y 58 kg.) ha sido el que más cerca ha estado de la gesta con dos subcampeonatos y un tercer puesto. Los colombianos siguen dando ventajas en las pruebas contrarreloj y el sueño amarillo se ha postergado.
Otros pedalistas que se coronaron en la ronda gala que no cuentan con mucha estatura fueron Pedro Perico Delgado (1,71 m, en 1988) y Marco Pantani (1,72 m, en 1998). El contraplano con los múltiples ganadores es abrumador: los pentacampeones Miguel Induraín (1,88 m), Eddie Merckx (1,85 m), Jacques Anquetil (1,76 m) y Bernard Hinault (1,74 m), sacaron provecho de su altura. El tetracampeón Chris Froome (1,86 m), el tricampeón Greg Lemond (1,78 m) y los bicampeones Alberto Contador (1,76 m) y Laurent Fignon (1,74 m) terminan de poner en la mesa la tesis de que el umbral mínimo para pararse en lo más alto del podio en los Campos Elíseos es medir, al menos, 1,74 metros de estatura.
Una de las explicaciones de muchos especialistas es el biotipo. Martín Emilio Cochise Rodríguez (1,80 m y 69 kg), uno de los ciclistas colombianos más completos de todos los tiempos, brilló en la pista y en la ruta. En los velódromos lo hizo como campeón mundial de persecución individual y con el récord de la hora mientras en las carreteras fue tetracampeón de la Vuelta a Colombia y el primer ganador de una etapa en alguna de las tres grandes carreras de ciclismo (jornada 15 del Giro de Italia de 1973).
El largo del fémur, hueso correlacionado con la altura, beneficia la potencia de los corredores en las etapas llanas y de contrarreloj. Actualmente, con la llegada de hombres como Fernando Gaviria, Álvaro Hodeg y Juan Sebastián Molano, grandes velocistas con un futuro prometedor, el país ha roto el paradigma de ser exclusivamente cuna de escaladores. No es casualidad que todos pasen el umbral de 1,80 metros de altura.
“Nosotros tenemos una deficiencia: los corredores tienen una composición corporal muy liviana. La incidencia del fémur es fundamental y debe haber una proporción de 1,2 con respecto a la distancia de este hueso con la estatura del corredor. Muchas veces no cumplimos ese parámetro y ahí está la explicación de nuestras fragilidades en las pruebas contrarreloj. Hoy se está hablando mucho del tema biomecánico y hay bases suficientes y números. Eso es lo que dicta la naturaleza. En Colombia estamos crudos con los análisis científicos”, apunta Luis Fernando Saldarriaga, director del equipo Manzana Postobón.
Sin embargo, Raúl Mesa, uno de los mejores técnicos colombianos de la historia y director del equipo EPM, no coincide del todo. “El biotipo es relativo. Sí favorece en las pruebas contrarreloj, pero no podemos comparar a nuestros ciclistas con Chris Froome. Él es un superdotado y fuera de serie. De los colombianos, del que más se espera es de Egan Bernal, porque él es buen contrarrelojero”. Cochise Rodríguez agrega que si “Van Impe pudo ganar el Tour, cualquiera de los colombianos puede hacerlo”.
Muñoz y su biotipo europeo
Esta semana se estrenó en su primer equipo del World Tour una de las máximas promesas del ciclismo colombiano en el UAE Emirates. Un escarabajo atípico que cuenta con el biotipo de pedalista del Viejo Continente: Cristian Camilo Muñoz, quien mide 1,79 metros y pesa, regularmente, 63 kilos. En una escuadra “colombianizada”, al lado de Sergio Luis Henao, Fernando Gaviria y Juan Sebastián Molano.
“Me cambió la vida. Conocer Dubái marcó la historia de mi vida. Es un sueño viajar y conocer nuevas culturas, todo por el ciclismo. Sergio Luis me ha enseñado mucho y es una gran persona. Al igual que Molano, que es de Boyacá y vivimos cerca. Con Fernando corrí un año en Coldeportes Zenú. Es una felicidad enorme para mí”, dice en diálogo con El Espectador antes de la quinta etapa del Tour Colombia 2.1, que contará por fin con un trazado montañoso de 177,2 kilómetros.
Hizo méritos para colocarse en el radar de los equipos europeos, pues fue subcampeón de las Vueltas de la Juventud en 2016 y 2017, tercero en la última edición de la misma carrera, el mejor colombiano en el Giro de Italia sub 23, en la posición 13 de la clasificación general, y el gregario de lujo de Iván Ramiro Sosa en sus malos días en el Tour de L’Avenir.
“Tal vez el biotipo es una de las razones por las cuales ningún colombiano ha ganado el Tour. Pero hay que trabajar, porque también tengo muchas debilidades que corregir. El potencial de los escarabajos es enorme: ya no son uno ni dos, son 10 los que se van para Europa. La calidad de Egan Bernal e Iván Ramiro Sosa nos ilusiona a todos”, apunta el boyacense.
“Es un escalador puro. Lo conozco hace cuatro años y creo que la categoría profesional en Europa le va a sentar muy bien, porque tiene una gran composición corporal”, dice el director del Emirates, Joxean Fernández “Matxin”.
Carlos Mario Jaramillo, su técnico en su paso por el Coldeportes Zenú y en la selección colombiana sub 23, sabe que su estatura será un valor agregado en la élite del ciclismo. “Cristian es un corredor ideal para Europa por su biotipo. No es el colombiano común, que es bajito. Estoy seguro de que se puede acomodar bien en el pelotón internacional. Va a dar de qué hablar por su tamaño, y aparte es un gran escalador”.
Oriundo de Ventaquemada, Boyacá, municipio famoso por las arepas, donde se ha hecho la más grande del mundo (7 metros y 4 centímetros de diámetro), el hijo de Luis Antonio Muñoz y María del Carmen Lancheros creció sembrando cebolla, también adiestrando ganado. “La verdad es que mi infancia fue de campesino, de agricultor. Le debo todo a mi papá, quien desde los 10 años me montó en una bicicleta y no me he bajado (risas). Hoy veo cómo todos esos entrenamientos austeros, en los que no tenía ni para una gaseosa, valieron la pena”.
Su máximo referente, también por la estatura, es Chris Froome, cuatro veces ganador del Tour de Francia. “El biotipo de Cristian es el que hay que buscar desde el punto de vista antropométrico”, apunta el profesor Saldarriaga. Cristian Muñoz, un escarabajo que rompe estereotipos y paradigmas, y que de seguro estará a la altura en el World Tour.