Un Tour inexplicable
Con un líder sólido, pero al mismo tiempo vulnerable, la carrera ha sido un tormento para la mayoría de los colombianos.
Rafael Mendoza
Si antes de iniciar el Tour de este año consideramos que se parecía extrañamente al primero que corrieron nuestros compatriotas, en 1.983, tras dos semanas de batallar podemos afirmar que los resultados de corredores destacados del país no son los esperados y queda la impresión de que tras brillantes logros vuelven a caer en posiciones secundarias.
Rigoberto Urán, segundo a 5.18 y un poco Esteban Chaves, 13 a 22.51, están dentro de lo normal. Pero que Sergio Higuita aparezca en el 27 a 57.26, que Nairo Quintana sea el 31 a 1.04.59, y Miguel Ángel López esté en el 39 a 1.27.07 no se lo esperaba nadie. Todos estábamos seguros de que estarían entre los hombres que pelearían posiciones de honor.
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Y lo que ha ocurrido con los hombres que pelean el título así mismo ha sido bien extraño. Que a seis días del final en los Campos Elíseos Tadej Pogacar tenga más de cinco minutos se debe a su victoria en la primera cronómetro y a una demostración de poderío en la octava etapa en la que se marchó sin problema alguno con una suficiencia que nos hizo pensar en un extraterrestre o en un corredor que a los 22 abriles mostraba los arrestos de un Eddy Merckx, pero un día después, al salir a controlar al danés Jonas Vingegaard perdió su rueda y solamente vino a recuperarse con la colaboración quienes luchan por el podio. Y ese desfallecimiento nos hace recordar que tras el triunfo de Efraín Forero en la primera Vuelta a Colombia los antioqueños le aplicaran lo que se llamó la licuadora paisa, que era una serie de ataques de distintos corredores que lo obligaban a reiterados esfuerzos. Sería lo único que podría poner a tambalear a un líder que a pesar de quedarse solo en momentos definitivos ha logrado mantener su ventaja y lo que habrían hecho los nuestros si no los hubiera destruido el hielo.
Que Nairo esté tan lejos en parte es explicable por la equivocada decisión de su equipo de no dejar a su lado a ningún escalador para buscar triunfos de etapa con sus embaladores. Tan errado fue ello que hoy solamente quedan en competencia tres de sus corredores. Pero la verdadera y apabullante verdad es que a los colombianos el que los derrotó fue el frío que acompañó varias de las jornadas de montaña.
El enorme peso del frío
En la novena etapa, ganada por Ben O Connor, Higuita y Quintana estuvieron en los kilómetros iniciales con el vencedor del día y por ello los locutores y comentaristas de ESPN, incluido Víctor Hugo Peña quien es una verdadera biblia del ciclismo, afirmaron que ya los colombianos habían superado al peor de sus rivales, el frío. Pero la carretera y la carrera les mostrarían en la meta de ese mismo día lo equivocados que estaban pues en los dos ascensos finales Quintana perdió 6.38, Higuita 12.54 y López 34.13 y en la etapa once, ganada por Wout Van Aert, quien no es un escalador, Sergio fue 24 a 12.18, Miguel Ángel cedió 14.28 y Nairo 33.10.
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El único de los nuestros que ha mostrado cierta resistencia a las bajas temperaturas ha sido Egan Bernal quizás debido a que en su primer año como profesional, en el equipo de Gianni Savio, permaneció un invierno entrenando y corriendo pruebas menores. Los demás son muy vulnerables cuando los termómetros van hacia abajo. Y en este momento ya comienza a especularse sobre el posible enfrentamiento Pogacar-Egan en la Vuelta a España en el que puede influir demasiado lo que ocurra esta semana en el Tour.
Pero para la crisis de los friolentos hay soluciones: la primera, que algunos pueden considerar deschavetada pero que han considerado como posible algunos científicos es que la tierra dé una voltereta y Colombia quede en la franja con estaciones. La segunda sería que los corredores colombianos se fueran a vivir el invierno en Europa pero tiene como gran inconveniente el que perderían la ventaja que les da el vivir en altura. La tercera sería que algún emprendedor, ojalá del país, inventara un enterizo que regulara la temperatura de manera que mantuviera el calor en horas de frío y fuera muy fresco cuando el calor ataca. Y queda una última que es la que según sus propias palabras ha practicado Rigoberto Urán, con evidente resultado favorable: tomar mucha agua y orinarse varias veces en los pantalones, lo que además considera como una delicia absoluta.
Si antes de iniciar el Tour de este año consideramos que se parecía extrañamente al primero que corrieron nuestros compatriotas, en 1.983, tras dos semanas de batallar podemos afirmar que los resultados de corredores destacados del país no son los esperados y queda la impresión de que tras brillantes logros vuelven a caer en posiciones secundarias.
Rigoberto Urán, segundo a 5.18 y un poco Esteban Chaves, 13 a 22.51, están dentro de lo normal. Pero que Sergio Higuita aparezca en el 27 a 57.26, que Nairo Quintana sea el 31 a 1.04.59, y Miguel Ángel López esté en el 39 a 1.27.07 no se lo esperaba nadie. Todos estábamos seguros de que estarían entre los hombres que pelearían posiciones de honor.
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Y lo que ha ocurrido con los hombres que pelean el título así mismo ha sido bien extraño. Que a seis días del final en los Campos Elíseos Tadej Pogacar tenga más de cinco minutos se debe a su victoria en la primera cronómetro y a una demostración de poderío en la octava etapa en la que se marchó sin problema alguno con una suficiencia que nos hizo pensar en un extraterrestre o en un corredor que a los 22 abriles mostraba los arrestos de un Eddy Merckx, pero un día después, al salir a controlar al danés Jonas Vingegaard perdió su rueda y solamente vino a recuperarse con la colaboración quienes luchan por el podio. Y ese desfallecimiento nos hace recordar que tras el triunfo de Efraín Forero en la primera Vuelta a Colombia los antioqueños le aplicaran lo que se llamó la licuadora paisa, que era una serie de ataques de distintos corredores que lo obligaban a reiterados esfuerzos. Sería lo único que podría poner a tambalear a un líder que a pesar de quedarse solo en momentos definitivos ha logrado mantener su ventaja y lo que habrían hecho los nuestros si no los hubiera destruido el hielo.
Que Nairo esté tan lejos en parte es explicable por la equivocada decisión de su equipo de no dejar a su lado a ningún escalador para buscar triunfos de etapa con sus embaladores. Tan errado fue ello que hoy solamente quedan en competencia tres de sus corredores. Pero la verdadera y apabullante verdad es que a los colombianos el que los derrotó fue el frío que acompañó varias de las jornadas de montaña.
El enorme peso del frío
En la novena etapa, ganada por Ben O Connor, Higuita y Quintana estuvieron en los kilómetros iniciales con el vencedor del día y por ello los locutores y comentaristas de ESPN, incluido Víctor Hugo Peña quien es una verdadera biblia del ciclismo, afirmaron que ya los colombianos habían superado al peor de sus rivales, el frío. Pero la carretera y la carrera les mostrarían en la meta de ese mismo día lo equivocados que estaban pues en los dos ascensos finales Quintana perdió 6.38, Higuita 12.54 y López 34.13 y en la etapa once, ganada por Wout Van Aert, quien no es un escalador, Sergio fue 24 a 12.18, Miguel Ángel cedió 14.28 y Nairo 33.10.
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El único de los nuestros que ha mostrado cierta resistencia a las bajas temperaturas ha sido Egan Bernal quizás debido a que en su primer año como profesional, en el equipo de Gianni Savio, permaneció un invierno entrenando y corriendo pruebas menores. Los demás son muy vulnerables cuando los termómetros van hacia abajo. Y en este momento ya comienza a especularse sobre el posible enfrentamiento Pogacar-Egan en la Vuelta a España en el que puede influir demasiado lo que ocurra esta semana en el Tour.
Pero para la crisis de los friolentos hay soluciones: la primera, que algunos pueden considerar deschavetada pero que han considerado como posible algunos científicos es que la tierra dé una voltereta y Colombia quede en la franja con estaciones. La segunda sería que los corredores colombianos se fueran a vivir el invierno en Europa pero tiene como gran inconveniente el que perderían la ventaja que les da el vivir en altura. La tercera sería que algún emprendedor, ojalá del país, inventara un enterizo que regulara la temperatura de manera que mantuviera el calor en horas de frío y fuera muy fresco cuando el calor ataca. Y queda una última que es la que según sus propias palabras ha practicado Rigoberto Urán, con evidente resultado favorable: tomar mucha agua y orinarse varias veces en los pantalones, lo que además considera como una delicia absoluta.