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“No sé qué carajos pasa. Estoy entrenando de la misma forma que siempre en la altura. Pero los resultados no son los mismos de antes. No hay explicación. Tal vez se me acabó mi cuarto de hora”, le dijo Jarlinson Pantano a Yesenia Narváez, su esposa, a principios de agosto, cuando tuvo que abandonar la Vuelta a Polonia.
“No digas eso. Así como la gente tiene momentos de gloria, también hay otros para que el cuerpo se recupere. No siempre se puede ganar. Te lo digo como la mamá de tus hijos y también como la profesional en el deporte que soy. No vas a tirar la toalla”, respondió ella.
Su próxima parada fue el laboratorio. Los exámenes médicos arrojaron el dictamen: toxoplasmosis. Una infección orquestada por un parásito diminuto que se coló en sus células viviendo a costa suya. Un microorganismo que antes era huésped en un pedazo de carne crudo o en las heces de un gato y se quedó alimentándose de Jarlinson y lo debilitaba. Mientras sus pálidos resultados lo hacían flotar en un precipicio y la confianza en sí mismo sufría una quirúrgica puñalada de inseguridades.
¿Cuánto tardó en darse cuenta? No lo sabe. Noticia durísima, también agridulce. Porque en medio del aguacero le encontró una lógica a preguntas que no había logrado responderse. “Va a escampar entonces”, pensó. No sabe cuándo, aunque se siente mejor, en cualquier momento el parásito puede volver a manifestarse con fuerza. Por eso tiene que ser meticuloso en su tratamiento.
Tuvo que renunciar a su participación en la Vuelta a España, así como en el Mundial de Ciclismo. Aunque el mes y medio que lleva recuperándose en su casa en Cali le ha sentado bien. Su esposa y Jerónimo, su hijo de siete años, han sido las columnas que lo han sostenido. Así como también el nuevo inquilino de la familia: Maximiliano, quien nacerá en noviembre.
“Soy la más feliz de tenerlo en la casa, porque está mucho tiempo fuera. Pero prefiero verlo montado en la bicicleta. Su alegría se ha minimizado un poco. Aparte es muy terco: se pone a jugar con los niños y hace esfuerzos físicos fuertes. He sido su hombro en estos tiempos difíciles”, cuenta su esposa.
La rutina del hombre del Trek Segafredo ha dado un giro. Despierta a las cinco de la mañana a prepararle el desayuno y la lonchera a Jerónimo antes de que se marche al colegio. Poco a poco monta más en bicicleta y siente que le está ganando el pulso a la toxoplasmosis. Sus ratos libres y su cabeza se centraron en su proyecto de vida: la Fundación Jarlinson Pantano, que ayuda a niños del Valle del Cauca a darles forma a sus anhelos en el ciclismo. “Solo le pido a Dios que al menos uno llegue a Europa”, cuenta Jarlinson en su charla con El Espectador mientras acompañaba a sus pupilos a una prueba prejuvenil antes de la primera etapa del Clásico RCN, en Cali. ¿La consigna? Que en tres años puedan conformar un equipo continental. “Jarlinson ha sido un padre para mí”, apunta Michael Stiven Duarte, el máximo prospecto de los 20 niños vinculados a la escuadra.
Los problemas vienen en empaque de regalo. Esa es la lectura y nueva filosofía de Pantano. El parásito terminó siendo un antibiótico que lo fortaleció para llevar la vida con más calma y valorar los pequeños detalles.
¿Luego de estos duros meses de recuperación se puede decir que lo peor ha terminado?
Eso parece. Todo ha sido bastante lento, pero estoy contento de la evolución y mejoría. Aunque me da tranquilidad que por fin hallo una explicación del porqué no podía dar mi 100 %. Me ha tocado aprender a ser paciente, porque estaba acostumbrado a entrenar todos los días y tener mi rutina. Hubo días en los que no podía hacer nada, así por fuera me sintiera bien. Mi familia ha sido todo para mí en este proceso. Han sido, en medio de todo, las mejores vacaciones de mi vida. Volveré más fuerte, porque hay Jarlinson Pantano para rato.
Es un aliciente saber que a pesar de este duro momento el Trek Segafredo ha decidido renovarle su contrato por dos años más. ¿Qué sintió?
Cuando firmé, eso fue lo que más me gusto y por eso no lo dudé. Es un equipo humano y pues sí, somos deportistas y vivimos por los resultados, pero la escuadra se ha preocupado por mí y eso lo valoro. Estuvieron en las malas. Aparte el ambiente es increíble y nos reímos mucho. De niño siempre me acordé el US Postal, Leopard y Radiochat, que son la misma estructura del Trek, pero con diferente nombre. Ahora estoy ahí. La única manera de que me vaya es que me echen.
Toca decirle eso a Iván Ramiro Sosa, porque ya tenía un acuerdo con el Trek y parece que terminará en el Sky.
La verdad es que no sé qué va a pasar con eso. Creo que es un problema grande, porque él desde abril había dado su palabra y estaba comprometido con el equipo. Es un gran corredor y aun mejor persona. También hay muchos jóvenes que vienen como Álvaro Hodeg, Fernando Gaviria y Egan Bernal.
¿Cuál es el balance que hace de la participación de los colombianos en las carreteras europeas este año?
Los vi demasiado bien. Estar entre los diez primeros es un gran logro. Cuando uno de nosotros va a la carrera es ley que somos protagonistas. La gente aficionada de moda quiere vernos ganar y aún no entienden el valor de un décimo puesto. Critican a Nairo y yo solo puedo decirles: a las carreras van 22 equipos, cada uno con mínimo dos líderes. Es tremendo que estemos ahí.
Se había acostumbrado a ser un fijo en los mundiales de ciclismo. ¿Cuáles son sus gallos de pelea de Colombia en Innsbruck (Austria)?
Tengo mucho guayabo de no estar, porque allá la pasamos muy bueno. Sergio Luis Henao me dijo: “Negro, qué falta la que haces, porque tú eres el que nos hace reír”. Cuando nos reunimos empezamos a contar nuestras anécdotas en los equipos y se forma un ambiente único. Este es un trazado que tiene más montaña de lo normal y eso nos coloca como uno de los máximos favoritos. Rigoberto Urán y Sergio les tienen el tiro a las carreras de un día. Recuerdo cuando Sergio perdió la medalla que tenía en el bolsillo en los Olímpicos de Río 2016. Y Rigo fue segundo en las Olimpiadas.
Con su fundación ha tenido la cabeza ocupada.
Me ha gustado servirle a los demás. Yo les digo a los chinos que las cosas que estoy viviendo le pueden pasar a cualquiera. Quiero que entiendan que el ciclismo es un deporte muy bonito, pero hay percances en la vida que hay que aprender a llevar. Toca mirar para adelante. Ahí vamos.