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Los orígenes no siempre son los mismos. Algunos llegan al ciclismo por herencia, por convicción o por el azar. Diego Andrés Camargo, como muchos en Boyacá, es la historia repetida de quiénes no tienen otro medio de transporte distinto a las dos ruedas. La bicicleta servía para traer la cosecha de los cultivos que trabajan sus padres, pero sobre todo, para ir y volver del colegio. Todos los días cinco kilómetros de ida y otros cinco de vuelta. Así como lo hicieron Nairo y Dáyer Quintana cuando iban al colegio en Arcabuco. Camargo es un fiel representante de esa clase. Para él, la montaña es lo que mejor se le da. Diego vive en Alizal, una vereda que queda a 15 kilómetros de Tuta.
“Yo llegué al ciclismo de suerte, por joder, porque no era algo en serio. Hubo una competencia por el cumpleaños del colegio, y con mi cicla, que pesaba como un burro (era de acero), dejé tirados a los que se entrenaban todos los días”. A los que venció Diego se preparaban para correr la Vuelta del Porvenir. No fue mentira. Diego les sacó casi cinco minutos, y como un buen nacido en la cuna de los escarabajos, él sacó diferencia en la montaña. (Lea aquí: Este domingo comienza la versión 51 de la Vuelta de la Juventud)
“Ese día había una loma antes de la llegada, ahí fue donde yo los dejé tirados”. Camargo llegó a cogerles casi media vuelta, el recuerdo llega horas antes de la primera etapa de la versión 51 de la Vuelta de la Juventud, que este año inicia en Florencia, Caquetá.
Todo lo de la competencia del colegio ocurrió en 2015. El profesor del equipo del pueblo Ricardo Mesa al verlo ganar fue y lo convenció. A Diego, como ocurrió cuando fue a inscribirse en la carrera, le dio flojera. “Ir solo me daba pereza, por eso tuve que ir con un amigo y nos inscribimos juntos”. Sin recursos, Camargo tuvo que entrenar ya en propiedad con el equipo de Tuta tres meses con su primera bicicleta, luego le dieron una de aluminio que uso hasta comienzos de este año. Esa primera temporada con el equipo de su municipio corrió ahí mismo en Boyacá, en Jenesano, una clásica en la que quedó segundo.
Luego en San Gil se cayó, lo que le impidió competir en la Vuelta del Porvenir. En 2016, tras buenas carreras al comienzo del año, la suerte no estuvo a favor y terminó de nuevo en el suelo. En Ramiriquí en un reductor de velocidad, la llanta le patinó y cayó en medio de los dos carriles. Se fracturó el fémur.
Tras esa lesión quedó por fuera seis meses. Dudó en volver a subirse a una bicicleta para competir. Su mamá se inclinó más porque se dedicara al campo y otras cosas, mientras que el padre, a veces se convencía y lo animaba, pero también lo inquietaba otra caída y otra lesión. Al final, fue una decisión propia, el fémur roto le dio el carácter de seguir. (Le puede interesar: Sueños de juventud, el equipo Sundark Arawak)
En varias etapas de ascenso entre la Vuelta del Porvenir y la de Boyacá Tierra de Campeones siempre figuró en los primeros cinco lugares. Su actuación en la Vuelta de la Juventud del año pasado lo llevó a uno de los equipos más fuertes que hay en los Sub-23, el Coldeportes Zenú Sello Rojo, en el que hoy dirige un experimentado de esta categoría, Carlos Mario Jaramillo. Millo como le dice Diego y sus compañeros, fue ciclista y ganador de Vuelta a Colombia en 1993, campeón del país en Ruta en 1981 y medallista de plata en Ruta en los Panamericanos de Caracas en 1983.
Él es la razón por la que Diego se decidió. Como lo hacen quienes cuentan con el talento, luego de su buen 2017, Diego pudo escoger entre el EPM Scott y el de Coldeportes. Carlos Mario es responsable de que varios de los nuestros sean vistos por los equipos de Europa, por eso Diego eligió este equipo.
“Mi ilusión siempre fue entrar en algún equipo porque no tenía nada” asegura un ciclista al que aún le quedan tres años por delante para pelear por esta Vuelta. En Europa el referente es Miguel Ángel López, del Astana. Con él Diego ha entrenado pues la casa de ‘Superman’ queda a 10 kilómetros. Tan solo el verlo y entrenar de cerca hace que le tenga un respeto y un cariño enorme. Sueña con ser gregario de López en el Astana o del Sky, para ayudarle a Egan Bernal.
“En Boyacá todo el mundo, hasta el aficionado sube bien. En el ciclismo hay que volver el sufrimiento una costumbre”. El gran objetivo es la última etapa, la del Alto Romeral (3.293 metros de altura) donde Camargo espera, como aquella vez del colegio, aprovechar la pendiente y subir como todo un escarabajo. (Lea también: ¿Por qué llaman escarabajos a los ciclistas colombianos?)
Así va la Vuelta
Este lunes se corrió la primera etapa. El ganador de una jornada diseñada para el sprint fue Julián Molano (Boyacá Raza de Campeones), quien es hermano menor de Sebastián, actual campeón panamericano de ruta. Con dos horas, 40 minutos y siete segundos el menor de los Molano subió al podio en un día en el que hubo pequeños intentos de fuga, que fueron controlados por el lote y una caída que no pasó a mayores. El líder es Alejandro Osorio (Avinal GW El Carmen de Viboral) con un tiempo de 02:50:14, el segundo es Andrés Ardila (EPM-Scott), a cuatro segundos.
El martes será la segunda fracción de 151.3 kilómetros, partiendo desde Florencia hasta Gigante, Huila. Una jornada que tendrá un premio de montaña fuera de categoría, de 2.230 metros de altura.
RESULTADOS: Estupendo final con los mejores velocistas dela categoría. @julianmolano97 fue el primero en festejar con un remate categórico ¡FELICIDADES, CAMPEÓN! #VJuventud2018 #OrgulloColombiano 🇨🇴💪 >>> https://t.co/khRhZEfJJf pic.twitter.com/wyZfng844O
— FCC (@fedeciclismocol) May 14, 2018