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Existe un aspecto singular que puede hacer que cualquier equipo sea competitivo, independientemente de la habilidad técnica de sus jugadores y las tácticas de su entrenador. ¿Alguna vez ha reflexionado sobre esto? Se trata de una cualidad única, tan excepcional como simple al mismo tiempo, que a menudo pasa desapercibida en los análisis: la actitud.
¿Recuerda el partido en el que Ecuador aprovechó las deficiencias futbolísticas de Colombia para ganar 6-1 en las eliminatorias para Catar 2022? ¿O los siete partidos consecutivos en los que Colombia no logró marcar un gol, lo que resultó en su ausencia en la Copa Mundial? Y qué decir de la Copa América 2021, donde, aunque Colombia terminó tercera, ver un partido de la selección era a menudo un ejercicio de paciencia.
En la última Copa América, figuras como Daniel Muñoz, Dávinson Sánchez, Yerry Mina, John Lucumí, Matheus Uribe, Luis Díaz y Rafael Santos Borré, quienes aún son fundamentales, no lograron brillar como equipo. ¿Qué cambió desde entonces?
Cuando Pep Guardiola asumió como entrenador del Barcelona, comprendió que el éxito no podría lograrse si cada jugador no daba lo mejor de sí mismo. “Perdonaré que fallen, pero no que no se esfuercen”. Buscaba que cada jugador mantuviera la mejor actitud posible, entendiendo que en el fútbol, esto se traduce en una intensidad psicológica y mental en cada situación.
Contra Costa Rica, Colombia mantuvo una intensa presión tras cada gol. Desde el primero, buscaron el segundo y luego el tercero. Muchos equipos, al adelantarse en el marcador, retroceden y disminuyen la intensidad, empiezan a estirar sus líneas y bajan su velocidad con y sin balón. Lo que a menudo les cuesta el empate o incluso la remontada del rival. En el caso de Colombia, esto no sucede.
Esto se debe a que la intensidad no es simplemente física; es principalmente mental y una cuestión de actitud. Se trata de mantener una agilidad mental igual o superior frente al rival. Esta consistencia mental es uno de los mayores logros y desafíos en el fútbol, ya que si todos los jugadores en un equipo actúan mentalmente más rápido que sus rivales, es más probable que rompan las líneas defensivas y obliguen al rival a cometer más errores.
La era de José Pékerman al mando de la selección colombiana estuvo marcada por una impresionante intensidad mental. Sin embargo, la caída en el rendimiento del equipo llegó cuando se perdió esta intensidad y la competitividad mental comenzó a disminuir.
No es coincidencia que los períodos de éxito de Colombia (y de cualquier equipo) han estado asociados con una alta intensidad mental, mientras que los momentos menos exitosos han coincidido con su falta. La selección de Lorenzo lo deja en claro, tanto para entender nuestro pasado como para entender nuestro futuro.
Hay que pensarlo de esta manera: un individuo es la suma de sus conocimientos y habilidades, pero estos se multiplican con la actitud. Una persona puede estar desmotivada pero seguir aprendiendo. Por ello, para hacer que cualquier equipo sea competitivo, independientemente de la habilidad técnica de sus jugadores y las tácticas de su entrenador, en lo primero que debe enfocarse es la actitud.
Esto es algo que se extiende a todos los ámbitos de la vida, hay que tener esto en cuenta la próxima vez que intente entender por qué un equipo, una persona, o usted mismo pueden no estar teniendo resultados. Cómo decía Johan Cruyff: “Si no sabían por qué ganábamos, ¿cómo van a saber por qué perdemos?”
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