David Ospina sólo sueña con llegar al Mundial de Brasil 2014
El jugador del Niza cree que se precipitaron sacando a Leonel Álvarez, aunque prefiere centrarse en el proceso de Pékerman.
Manuel Dueñas Peluffo
La historia es prodigiosa, pero no excesivamente particular. Es limpia, correcta, cercana a lo perfecto.
A los 16 años, el joven David Ospina debutó como arquero en Nacional. Fue en Venezuela, enfrentando a Cúcuta. El técnico era Santiago Escobar. Proveniente de la escuela de Alexis García, el guardameta comenzaba a dar pasos importantes en una carrera vertiginosa.
Lo único notablemente anecdótico de Ospina era que, como otros porteros, había empezado como delantero (hacía goles). “Eso fue fortuito”, recuerda. “Inicialmente en la escuela Alexis era atacante, jugaba de nueve y no se me pasaba por la cabeza ser arquero. Y en un entrenamiento, me puse de arquero y el entrenador me dijo que por qué no me entrenaba para eso... y esos días pasaron y me quedé”.
Desde luego, la nueva posición definió su camino, que había tenido etapas como las selecciones de Antioquia, su departamento. Con Nacional, Ospina fue el campeón (o bicampeón) más joven del fútbol colombiano, luego de ganar los dos títulos del año 2005.
“Fue una oportunidad que supe aprovechar”, rememora Ospina con nostalgia. “Y fue algo inolvidable. Durante toda esa temporada se hicieron cosas muy buenas. Todos tirábamos para el mismo lado, desde el cuerpo técnico hasta el último trabajador de Nacional. Eso fue muy bonito, grandioso. Cuando estoy por acá, y llegan esos momentos de tristeza, recuerdo todo eso y me lleno de mucha motivación otra vez”.
Ospina, que entonces tenía 18 años, saltó al Niza, de la Ligue 1 francesa. Todo era vertiginoso, rápido, y el arquero tenía que crecer sobre la marcha, madurar al margen de su cortísima edad. “Me han pasado muchas cosas”, dice. “Al principio fue duro: salir del país joven, venir a otro continente, a un país donde no hablaba el idioma. Por fortuna, llegué a una ciudad muy bonita como Niza, donde la gente me acogió y el clima no es tan fuerte como en otras ciudades, al menos cuando hablamos del invierno. Eso me ayudó mucho: estar con mi familia, con mi señora. Nuestra hija nació acá, además”.
Desde los primeros contactos, los directivos del club francés le habían advertido que no jugaría durante los primeros seis meses, pues ese tiempo tendría que dedicarlo a adaptarse. “En la segunda parte, viendo los avances, tuve la oportunidad”, señala. Y aunque el cambio tuvo algo de incómodo (“venir de Nacional, un grande de Colombia, y llegar a no jugar”), Ospina supo hacerse con la titularidad en el arco.
En Niza, donde ya completa cuatro años, ha tenido que pelear por no descender. La situación no deja de ser difícil. “Se vuelve fatigante”, comenta. “Se maneja mucho estrés. Uno quisiera poder pelear otras cosas, como la entrada a las competencias europeas, pero la situación es así y hay que ser muy fuertes para afrontar este tipo de adversidades”.
Este año, por ejemplo, están cerca de zafar la segunda división. Ubicado en el puesto 15, con 37 puntos (el último, Sochaux, tiene 33), bastarán dos victorias (o una victoria y un empate), para sellar la permanencia en la Ligue 1, a la que le restan apenas tres fechas.
“Es de nosotros quedarnos y terminar bien”, define Ospina. “No se puede dar ventaja en eso”.
Al margen de esa actualidad, a Ospina no dejan de halagarlo los rumores de que algunos equipos (como el Paris Saint-Germain) lo pretenden. “Uno se pone contento escuchando, porque ves que lo que haces lo estás haciendo bien, sabiendo que son cosas que se especulan, que se dicen en muchas partes, porque no hay nada seguro hasta el momento. Ahora lo más importante es concentrarme en el Niza y contribuir a la permanencia. Me queda un año de contrato con ellos, y si se presenta una oportunidad de mejorar y de ir a otro equipo, será bienvenida”.
Se ríe cuando contempla la posibilidad de encontrarse con James Rodríguez, su cuñado, que también es pretendido por el PSG. “Sería muy bueno estar con ellos. Por qué no compartir con otros colombianos. Siempre querré estar con la familia, más estando fuera de casa”, admite.
El dueño del otro arco
Ospina llevó un proceso juicioso también con las distintas selecciones nacionales. En 2005 fue suplente de Libis Arenas en el Mundial Sub-20 de Holanda. Sin embargo, su verdadera consagración vendría para las eliminatorias a Sudáfrica 2010, en las que se adueñó del arco colombiano.
“Tuve la oportunidad del proceso en menores, y eso ayuda mucho, te da experiencia”, dice. “Luego fue la campaña con Nacional, estar al lado de arqueros con experiencia. Y después se me dio la oportunidad con la de mayores, y ahí también pude compartir con arqueros de recorrido”. Los menciona entonces por sus primeros nombres: Farid, Miguel, Óscar.
Pese a que Colombia no logró la clasificación para el último Mundial, Ospina ya era el hombre del arco. Hernán Darío Gómez lo ratificaría y con él sufriría un capítulo fuerte: la ruptura de tabique que le impidió jugar la más reciente edición de la Copa América, en Argentina. “Fue algo muy duro, de lo más difícil que me ha pasado en mi carrera. Pero la vida nos pone de nuevo, nos da segundas oportunidades”, reconoce.
Ospina prefiere no opinar demasiado de la salida de Leonel (“son situaciones que pasan en el fútbol. De pronto se precipitaron un poco, pero son las decisiones que toman los directivos”) y más bien centrarse en el proceso de José Pékerman. “El primer contacto, en México, fue muy bueno”, recuerda. “Poco a poco fue mostrando lo que él quiere dentro del terreno de juego, porque es un técnico de experiencia, y eso está muy bien. Como jugadores, lo más importante es acoplarnos rápido”.
Ospina sueña con Brasil. Sueña que, como casi todo en su vida, este sí pueda ser un capítulo perfecto.
La historia es prodigiosa, pero no excesivamente particular. Es limpia, correcta, cercana a lo perfecto.
A los 16 años, el joven David Ospina debutó como arquero en Nacional. Fue en Venezuela, enfrentando a Cúcuta. El técnico era Santiago Escobar. Proveniente de la escuela de Alexis García, el guardameta comenzaba a dar pasos importantes en una carrera vertiginosa.
Lo único notablemente anecdótico de Ospina era que, como otros porteros, había empezado como delantero (hacía goles). “Eso fue fortuito”, recuerda. “Inicialmente en la escuela Alexis era atacante, jugaba de nueve y no se me pasaba por la cabeza ser arquero. Y en un entrenamiento, me puse de arquero y el entrenador me dijo que por qué no me entrenaba para eso... y esos días pasaron y me quedé”.
Desde luego, la nueva posición definió su camino, que había tenido etapas como las selecciones de Antioquia, su departamento. Con Nacional, Ospina fue el campeón (o bicampeón) más joven del fútbol colombiano, luego de ganar los dos títulos del año 2005.
“Fue una oportunidad que supe aprovechar”, rememora Ospina con nostalgia. “Y fue algo inolvidable. Durante toda esa temporada se hicieron cosas muy buenas. Todos tirábamos para el mismo lado, desde el cuerpo técnico hasta el último trabajador de Nacional. Eso fue muy bonito, grandioso. Cuando estoy por acá, y llegan esos momentos de tristeza, recuerdo todo eso y me lleno de mucha motivación otra vez”.
Ospina, que entonces tenía 18 años, saltó al Niza, de la Ligue 1 francesa. Todo era vertiginoso, rápido, y el arquero tenía que crecer sobre la marcha, madurar al margen de su cortísima edad. “Me han pasado muchas cosas”, dice. “Al principio fue duro: salir del país joven, venir a otro continente, a un país donde no hablaba el idioma. Por fortuna, llegué a una ciudad muy bonita como Niza, donde la gente me acogió y el clima no es tan fuerte como en otras ciudades, al menos cuando hablamos del invierno. Eso me ayudó mucho: estar con mi familia, con mi señora. Nuestra hija nació acá, además”.
Desde los primeros contactos, los directivos del club francés le habían advertido que no jugaría durante los primeros seis meses, pues ese tiempo tendría que dedicarlo a adaptarse. “En la segunda parte, viendo los avances, tuve la oportunidad”, señala. Y aunque el cambio tuvo algo de incómodo (“venir de Nacional, un grande de Colombia, y llegar a no jugar”), Ospina supo hacerse con la titularidad en el arco.
En Niza, donde ya completa cuatro años, ha tenido que pelear por no descender. La situación no deja de ser difícil. “Se vuelve fatigante”, comenta. “Se maneja mucho estrés. Uno quisiera poder pelear otras cosas, como la entrada a las competencias europeas, pero la situación es así y hay que ser muy fuertes para afrontar este tipo de adversidades”.
Este año, por ejemplo, están cerca de zafar la segunda división. Ubicado en el puesto 15, con 37 puntos (el último, Sochaux, tiene 33), bastarán dos victorias (o una victoria y un empate), para sellar la permanencia en la Ligue 1, a la que le restan apenas tres fechas.
“Es de nosotros quedarnos y terminar bien”, define Ospina. “No se puede dar ventaja en eso”.
Al margen de esa actualidad, a Ospina no dejan de halagarlo los rumores de que algunos equipos (como el Paris Saint-Germain) lo pretenden. “Uno se pone contento escuchando, porque ves que lo que haces lo estás haciendo bien, sabiendo que son cosas que se especulan, que se dicen en muchas partes, porque no hay nada seguro hasta el momento. Ahora lo más importante es concentrarme en el Niza y contribuir a la permanencia. Me queda un año de contrato con ellos, y si se presenta una oportunidad de mejorar y de ir a otro equipo, será bienvenida”.
Se ríe cuando contempla la posibilidad de encontrarse con James Rodríguez, su cuñado, que también es pretendido por el PSG. “Sería muy bueno estar con ellos. Por qué no compartir con otros colombianos. Siempre querré estar con la familia, más estando fuera de casa”, admite.
El dueño del otro arco
Ospina llevó un proceso juicioso también con las distintas selecciones nacionales. En 2005 fue suplente de Libis Arenas en el Mundial Sub-20 de Holanda. Sin embargo, su verdadera consagración vendría para las eliminatorias a Sudáfrica 2010, en las que se adueñó del arco colombiano.
“Tuve la oportunidad del proceso en menores, y eso ayuda mucho, te da experiencia”, dice. “Luego fue la campaña con Nacional, estar al lado de arqueros con experiencia. Y después se me dio la oportunidad con la de mayores, y ahí también pude compartir con arqueros de recorrido”. Los menciona entonces por sus primeros nombres: Farid, Miguel, Óscar.
Pese a que Colombia no logró la clasificación para el último Mundial, Ospina ya era el hombre del arco. Hernán Darío Gómez lo ratificaría y con él sufriría un capítulo fuerte: la ruptura de tabique que le impidió jugar la más reciente edición de la Copa América, en Argentina. “Fue algo muy duro, de lo más difícil que me ha pasado en mi carrera. Pero la vida nos pone de nuevo, nos da segundas oportunidades”, reconoce.
Ospina prefiere no opinar demasiado de la salida de Leonel (“son situaciones que pasan en el fútbol. De pronto se precipitaron un poco, pero son las decisiones que toman los directivos”) y más bien centrarse en el proceso de José Pékerman. “El primer contacto, en México, fue muy bueno”, recuerda. “Poco a poco fue mostrando lo que él quiere dentro del terreno de juego, porque es un técnico de experiencia, y eso está muy bien. Como jugadores, lo más importante es acoplarnos rápido”.
Ospina sueña con Brasil. Sueña que, como casi todo en su vida, este sí pueda ser un capítulo perfecto.