Edwin Cardona: las premuras de una estrella
Con la goleada 4-0 al Atlético Huila el club albirrojo conquistó su tercer triunfo consecutivo y alcanzó un invicto de nueve juegos. El volante antioqueño de 19 años parece haber encontrado su forma. Perfil.
Juan Diego Ramírez Carvajal
En el barrio Belén Buenavista de Medellín, Edwin Cardona vivía hacinado con sus tres hermanos menores y sus padres en una habitación precaria. Él dormía en un colchón en el piso, con una camiseta de fútbol que nunca se quitaba. Este volante de Santa Fe, antes de ser una de los jugadores más prometedores, fue un imán de desventuras durante su infancia y el fútbol fue su única arma para doblegar tanta suerte adversa.
Su papá Andrés Giovanni laburó como albañil, lavando carros, barriendo calles, conduciendo un taxi y oficiando como almacenista de una empresa de ingenieros. Trabajaba por contratos de seis meses y era el único brazo económico del hogar. “Éramos muy pobres, pero felices”, dice su mamá Paula Bedoya.
Edwin sólo jugaba fútbol en una cancha ubicada a cuadra y media de su casa. “Una vez, cuando tenía nueve años, se me perdió como dos horas y pensé que se lo habían robado”, cuenta su madre Paula. “Pero estaba en otra cancha recogiendo balones en un partido de grandes. Lo hacía sólo para patear la pelota en el entretiempo”. A veces no comía, pero siempre entrenaba con Belén Buenavista, el equipo del barrio.
Sus padres se iban en la bicicleta de la casa para ver los partidos de Edwin durante los torneos del Ponyfútbol. Pero su equipo nunca ganó un juego en ese certamen infantil, a pesar de los goles de Edwin. Tiempo después reforzó al equipo Campoamor y en un Pony con esa escuela, los veedores de Atlético Nacional lo ficharon para las divisiones menores. Tenía 13 años.
Trataba de no faltar a ningún entrenamiento. En efecto, eso lo hacía feliz. Se iba en bicicleta, a pie, le decía a un tío que le diera plata para el pasaje y le pedía prestado a un compañero para devolverse. Siempre fue optimista, aunque los menesteres no dieran tregua.
Durante ese tiempo su madre contrajo un cáncer de ovarios que la dejó por mucho tiempo en cama después de la recuperación. “Edwin fue el más pendiente de mí, porque era el mayor y su padre se mantenía trabajando. Me acompañaba y me calmaba cuando lloraba. Me decía que él saldría adelante y que todos íbamos a dejar de sufrir”, cuenta Paula, quien califica a Edwin de humilde, cariñoso y buen hijo.
Atlético Nacional se hizo cargo del arrendamiento de su nueva casa en el barrio Antioquia y lo subsidiaba con un dinero para gastos personales ($35.000), que luego se convertían en gastos del hogar. A medida que ascendía en las divisiones menores, mejoraba la calidad de vida de la familia. Una paradójica motivación de vida.
“Yo les decía a mis compañeros que soñaba con jugar en el estadio y luego lo pude cumplir”, recuerda. Debutó como profesional en la segunda fecha del Apertura 2009, cuando el Nacional de Luis Fernando Suárez perdió 2-0 contra América. Seis meses después marcó su primer gol, también contra América. “Es un futbolista con mucha personalidad y talento. Es joven y en la medida en que tenga más madurez y experiencia, sin duda alguna será el creativo de este club”, decía Giovanni Moreno cuando jugaba en Nacional en ese entonces.
Ya no tuvo que compartir más tenis ni guayos con sus hermanos, tampoco que dividir un plato de comida. La suerte empezó a cambiar. Les dio una mejor vida a ellos gracias a su sueldo. Luego hizo parte de las selecciones de Colombia Sub-17 y Sub-20. Aunque por decisión de Eduardo Lara se perdió el Mundial Sub-20 que se realizó el año pasado en el país.
Las críticas
Los juicios aumentaron aún más. Se dijo que fue por indisciplina y otros hicieron alusión al peso. Él lo vio como una decisión técnica: “Sentí dolor, pues fueron dos torneos a los que no pude asistir. Primero el prejuvenil de 2010 en Nigeria por lesión y ahora el de Colombia por disposición técnica”.
En Nacional también decidieron prescindir de él en diciembre pasado. Más rumores. Finalmente optó por cambiar de aire y fichar por Santa Fe. “Espero con ansias esta nueva oportunidad y dejar callada a la gente que no confió en mí”, dijo a su llegada.
Ahora vive en Bogotá con su esposa Carolina y su bebé María Ángel, de 15 meses. Dice estar feliz, aunque al principio dudó en aceptar venir a la capital. “Llegar acá no es fácil, el clima, la ciudad y jugar con un equipo grande es de mucha responsabilidad. Pero ahora estoy contento y tengo que mostrar todas mis condiciones”, añadió.
“Atrás quedaron sus problemas y líos. Eso no nos interesa a nosotros. Lo que sí nos importa es su talento y capacidad y por eso lo hemos recibido como una familia que somos”, dice Yulián Anchico, compañero suyo en Santa Fe.
“Quiero salir campeón”
Ya lleva cuatro goles, con el que marcó el sábado pasado en la victoria 4-0 sobre Atlético Huila. Además, su equipo está en racha. “Muchas veces en 20 minutos no se puede demostrar el talento que uno tiene, pero me dieron la confianza y se supo aprovechar. Estoy defendiendo estos colores y tengo que dejarlo todo en la cancha porque quiero salir campeón”, aseguró el antioqueño, que dice entenderse a la perfección con Ómar Pérez, capitán albirrojo.
“Me siento muy orgulloso de jugar al lado de él. Cuando lo enfrentaba con Nacional siempre me sorprendía con la calidad de juego que tiene y ahora quiero aprender mucho de Ómar”.
Las cosas parecen haber cambiado para Edwin Cardona. Las críticas en Medellín no viajaron con él a la capital y el Mundial Sub-20 ya está olvidado. En su casa hay más tranquilidad. Su padre ahora hace ruta escolar con su propio auto y sus hermanos Geraldine, en la selección Antioquia femenina, y Mateo, en las divisiones menores de Envigado, quieren seguir sus pasos.
En el barrio Belén Buenavista de Medellín, Edwin Cardona vivía hacinado con sus tres hermanos menores y sus padres en una habitación precaria. Él dormía en un colchón en el piso, con una camiseta de fútbol que nunca se quitaba. Este volante de Santa Fe, antes de ser una de los jugadores más prometedores, fue un imán de desventuras durante su infancia y el fútbol fue su única arma para doblegar tanta suerte adversa.
Su papá Andrés Giovanni laburó como albañil, lavando carros, barriendo calles, conduciendo un taxi y oficiando como almacenista de una empresa de ingenieros. Trabajaba por contratos de seis meses y era el único brazo económico del hogar. “Éramos muy pobres, pero felices”, dice su mamá Paula Bedoya.
Edwin sólo jugaba fútbol en una cancha ubicada a cuadra y media de su casa. “Una vez, cuando tenía nueve años, se me perdió como dos horas y pensé que se lo habían robado”, cuenta su madre Paula. “Pero estaba en otra cancha recogiendo balones en un partido de grandes. Lo hacía sólo para patear la pelota en el entretiempo”. A veces no comía, pero siempre entrenaba con Belén Buenavista, el equipo del barrio.
Sus padres se iban en la bicicleta de la casa para ver los partidos de Edwin durante los torneos del Ponyfútbol. Pero su equipo nunca ganó un juego en ese certamen infantil, a pesar de los goles de Edwin. Tiempo después reforzó al equipo Campoamor y en un Pony con esa escuela, los veedores de Atlético Nacional lo ficharon para las divisiones menores. Tenía 13 años.
Trataba de no faltar a ningún entrenamiento. En efecto, eso lo hacía feliz. Se iba en bicicleta, a pie, le decía a un tío que le diera plata para el pasaje y le pedía prestado a un compañero para devolverse. Siempre fue optimista, aunque los menesteres no dieran tregua.
Durante ese tiempo su madre contrajo un cáncer de ovarios que la dejó por mucho tiempo en cama después de la recuperación. “Edwin fue el más pendiente de mí, porque era el mayor y su padre se mantenía trabajando. Me acompañaba y me calmaba cuando lloraba. Me decía que él saldría adelante y que todos íbamos a dejar de sufrir”, cuenta Paula, quien califica a Edwin de humilde, cariñoso y buen hijo.
Atlético Nacional se hizo cargo del arrendamiento de su nueva casa en el barrio Antioquia y lo subsidiaba con un dinero para gastos personales ($35.000), que luego se convertían en gastos del hogar. A medida que ascendía en las divisiones menores, mejoraba la calidad de vida de la familia. Una paradójica motivación de vida.
“Yo les decía a mis compañeros que soñaba con jugar en el estadio y luego lo pude cumplir”, recuerda. Debutó como profesional en la segunda fecha del Apertura 2009, cuando el Nacional de Luis Fernando Suárez perdió 2-0 contra América. Seis meses después marcó su primer gol, también contra América. “Es un futbolista con mucha personalidad y talento. Es joven y en la medida en que tenga más madurez y experiencia, sin duda alguna será el creativo de este club”, decía Giovanni Moreno cuando jugaba en Nacional en ese entonces.
Ya no tuvo que compartir más tenis ni guayos con sus hermanos, tampoco que dividir un plato de comida. La suerte empezó a cambiar. Les dio una mejor vida a ellos gracias a su sueldo. Luego hizo parte de las selecciones de Colombia Sub-17 y Sub-20. Aunque por decisión de Eduardo Lara se perdió el Mundial Sub-20 que se realizó el año pasado en el país.
Las críticas
Los juicios aumentaron aún más. Se dijo que fue por indisciplina y otros hicieron alusión al peso. Él lo vio como una decisión técnica: “Sentí dolor, pues fueron dos torneos a los que no pude asistir. Primero el prejuvenil de 2010 en Nigeria por lesión y ahora el de Colombia por disposición técnica”.
En Nacional también decidieron prescindir de él en diciembre pasado. Más rumores. Finalmente optó por cambiar de aire y fichar por Santa Fe. “Espero con ansias esta nueva oportunidad y dejar callada a la gente que no confió en mí”, dijo a su llegada.
Ahora vive en Bogotá con su esposa Carolina y su bebé María Ángel, de 15 meses. Dice estar feliz, aunque al principio dudó en aceptar venir a la capital. “Llegar acá no es fácil, el clima, la ciudad y jugar con un equipo grande es de mucha responsabilidad. Pero ahora estoy contento y tengo que mostrar todas mis condiciones”, añadió.
“Atrás quedaron sus problemas y líos. Eso no nos interesa a nosotros. Lo que sí nos importa es su talento y capacidad y por eso lo hemos recibido como una familia que somos”, dice Yulián Anchico, compañero suyo en Santa Fe.
“Quiero salir campeón”
Ya lleva cuatro goles, con el que marcó el sábado pasado en la victoria 4-0 sobre Atlético Huila. Además, su equipo está en racha. “Muchas veces en 20 minutos no se puede demostrar el talento que uno tiene, pero me dieron la confianza y se supo aprovechar. Estoy defendiendo estos colores y tengo que dejarlo todo en la cancha porque quiero salir campeón”, aseguró el antioqueño, que dice entenderse a la perfección con Ómar Pérez, capitán albirrojo.
“Me siento muy orgulloso de jugar al lado de él. Cuando lo enfrentaba con Nacional siempre me sorprendía con la calidad de juego que tiene y ahora quiero aprender mucho de Ómar”.
Las cosas parecen haber cambiado para Edwin Cardona. Las críticas en Medellín no viajaron con él a la capital y el Mundial Sub-20 ya está olvidado. En su casa hay más tranquilidad. Su padre ahora hace ruta escolar con su propio auto y sus hermanos Geraldine, en la selección Antioquia femenina, y Mateo, en las divisiones menores de Envigado, quieren seguir sus pasos.