El debate por la participación trans en competencias deportivas
En marzo, la nadadora Lia Thomas se convirtió en la primera atleta transgénero en ganar una competencia de primera división. Aunque su tiempo estuvo dentro del promedio, reabrió la discusión por la inclusión de deportistas trans y las preguntas por la existencia de una ventaja biológica frente una competencia justa.
Mariana Escobar Bernoske
Cuando se habla de las medidas de exclusión y prohibiciones para la participación de deportistas trans surge una pregunta crucial: ¿se trata de justicia o de transfobia? En junio, la Federación Internacional de Natación (Fina) puso un veto que prohíbe a mujeres trans participar en pruebas oficiales si experimentaron una pubertad masculina, mientras que a los hombres trans se les permite competir sin restricción. Esta es la tercera medida deportiva, después del rugby y ciclismo, dirigida contra mujeres trans en el último año. (¿Por qué “Yo marcho trans”?)
Las condiciones en las que mujeres trans pueden competir en las categorías correspondientes a su identidad de género han sido discutidas, principalmente por los efectos de la testosterona. Los niveles de esta hormona, además de influir en las características sexuales, se relacionan con la fuerza física y la resistencia. Durante la infancia, la capacidad atlética entre niños y niñas es igual, pero al llegar la pubertad la testosterona aumenta en los varones y su rendimiento deportivo que, por lo general, supera al de las mujeres. (Laura, niña trans de 13 años, le escribe esta carta a su yo de 9 años)
En un mundo ideal medidas como la de la Fina tendrían sentido, “pero hay un problema de fondo, y es que las personas trans rara vez tienen acceso a este tipo de tratamientos antes de su pubertad”, comenta Laura Rivera, investigadora líder del Centro de Estudios en Medición de la Actividad Física de la Universidad del Rosario. Por eso, en el caso de deportistas como Lia Thomas, que antes de transitar ya era atleta, deben suspender su participación mientras sus hormonas son equiparables con las de una mujer cisgénero, cuya identidad de género y sexo asignado al nacer son iguales.
Actualmente existen estudios que muestran que después de aproximadamente cuatro meses de supresión de la testosterona los niveles entre mujeres cis y trans son comparables. Además, se ha revelado que “cuando el tránsito hormonal se da pasada la pubertad, sí tiene efectos de debilitamiento como pérdida de masa muscular y ósea”, explica Mario Angulo, endocrinólogo pediátrico director de la Clínica de Género para niños y adolescentes del Valle de Lili. Sin embargo, las investigaciones en el contexto del deporte de alto rendimiento de personas trans son pocos y no concluyentes.
Los estudios más conocidos en el tema son de Joana Harper, atleta trans y científica que ha asesorado al Comité Olímpico Internacional (COI). Los resultados arrojan que, aunque una mujer trans experimenta una reducción significativa en su masa muscular, incluso después de tres años, todavía tiende a tener más fuerza. Eso no significa que tenga una ventaja, pues depende de la disciplina que practique y no se sabe si estos resultados se mantendrían en atletas profesionales.
Las condiciones “normales” en atletas no son iguales al resto de la población. Lo común es que el nivel más bajo de testosterona en hombres sea cuatro veces mayor que el más alto nivel femenino. Sin embargo, “la idea de una deportista que tiene un nivel de testosterona ‘normal’ es insostenible”, según un estudio financiado por el COI y la Agencia Mundial Antidopaje. Esta investigación analizó a 700 atletas de élite de 15 deportes y encontró que el 16,5 por ciento de los hombres tenían niveles bajos y el 13,7 por ciento de las mujeres tenían altos niveles de testosterona.
Desde que se introdujo la primera política para atletas trans a nivel olímpico en 2003, de los más 63.000 atletas que han participado en los Juegos, solo dos mujeres trans han llegado a clasificar a unos Olímpicos. Y una compitió en Tokio 2020, se trata de Laurel Hubbard, deportista neozelandesa de halterofilia, quien participó en la categoría de los 87 kg. Hubbard no pasó a la final, pero agradeció al COI por “su compromiso con los principios del olimpismo y establecer que el deporte es algo para todas las personas, que es inclusivo y accesible”.
Con los años, el Comité Olímpico ha modificado sus regulaciones frente a las personas transgénero. En un principio exigía cirugía de reafirmación de sexo, luego solo mantener los niveles de testosterona por debajo de un límite durante al menos un año antes de la primera competición. Sin embargo, en noviembre de 2021, ante la falta de estudios que prueben la existencia o no de una ventaja, decidió que cada federación puede aplicar sus propios criterios.
En el caso de Colombia, Juan Diego Párraga, vicepresidente de la Asociación de Medicina del Deporte (AMEDCO), explica que cualquier persona sin importar su identidad de género debe definir si quiere competir en la categoría femenina o masculina y, de acuerdo con su elección, deberá pasar una serie de exámenes hormonales para que se le permita competir. Asimismo, hace énfasis en que el cambio de la categoría de género se puede hacer solo una vez.
Pero en este debate el problema de fondo no es la participación de las personas trans como tal, sino los estereotipos y estigmas que aún prevalecen alrededor de las personas con identidades de género diversas. Juan Pablo Molinos, secretario de deportes de la Federación Argentina LGBT (FALGBT), cuenta que las personas transgénero están drásticamente subrepresentadas en los deportes y quienes compiten no suelen ser dominantes y casos de triunfo como el de Lia Thomas son la excepción.
Para las mujeres trans consultadas por El Espectador, los argumentos de quienes se oponen a la inclusión son transfóbicos y machistas, pues no solo niegan sus identidades de género, sino que refuerzan los estereotipos de que un varón “siempre” va a ganar y que las mujeres son débiles y necesitan protección. De igual forma, al compartir sus experiencias con la hormonación, coinciden en haber presentado una disminución en su rendimiento y afirman que en la cancha siempre se han topado con compañeras muy fuertes, por lo que desde sus vivencias esa “ventaja biológica” no existe.
“Si históricamente se considera que las mujeres son débiles y no se forman en términos deportivos, pues obviamente nunca van a llegar a tener el mismo rendimiento que un cuerpo que sí lo hace”, afirma Deysi Olarte, politóloga de la Secretaría de Integración Social de Bogotá y basquetbolista. Para ella es un tema social, pues tiene que ver con talla, peso y formación deportiva. (Las mujeres también han hecho historia en el deporte colombiano)
Estas características, en palabras de Nidia Valladares, ingeniera industrial y coordinadora del equipo de fútbol femenino de Lobas en Ciudad de México, son equiparables entre mujeres trans y cis. Para Nidia el problema es el estigma, “lo ven como ‘te pasaste del del bando de los chicos al bando de las chicas porque quieres ser más fuerte y ganar’, y no, solo intentamos sentirnos cómodas y hacer lo que nos gusta”.
Por su parte, para Mariana Martínez, transactivista afro y jugadora de voleibol en Medellín, es fundamental abrir espacios para el diálogo que reconozcan el deporte como un derecho fundamental. “Somos muy pocas las que participamos y aspiramos profesionalmente. Si ya hay una discriminación al momento de asumir nuestra identidad, asumirnos también como deportistas implica deconstruir esos prejuicios”, reflexiona.
El nuevo marco del COI también explica que los “exámenes físicos invasivos”, utilizados para verificar el género de atletas, eran “irrespetuosos y potencialmente dañinos”. Prácticas que ya habían sido denunciadas por organizaciones de derechos humanos como Human Rights Watch y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas. Como comenta Jazmín Maldonado del Club deportivo Muxes, el primer equipo de futbol profesional abiertamente LGBTIQ+ en México, “el deporte suele ser considerado apolítico, pero nos brinda muchas oportunidades de alzar la voz en contra de estas medidas anti trans”.
Para los profesionales de la salud consultados, en el deporte nunca hay una verdadera igualdad de condiciones, pues una mínima diferencia, sea física o social, puede ser determinante al ganar o perder. También destacan que la barrera más grande radica en la educación física durante la infancia. Las mujeres, al estar segregadas de estos espacios, tienen un impacto en el desarrollo de las habilidades psicomotoras y espaciales. Por esto, excluir a personas con identidades de género diversas no significa fomentar espacios de competencia justa.
“Así como hoy en día es clarísimo que no puede haber un criterio de exclusión ni por religión, ni etnia, la identidad de género de una persona tampoco debe serlo”, menciona Carolina Herrera Small, psicóloga clínica de Liberarte, organización especializada en personas LGBTIQ+. De hecho, el deporte puede ser entendido como un espacio en el que se construyen y refuerzan estereotipos asociados al género y por eso permanece una idea de que existen deportes “masculinos” y otros “femeninos”. (“El racismo no es solo una opinión”: Margarette Macaulay, comisionada de CIDH)
Todas las personas entrevistadas llegan a la conclusión de que los espacios deportivos son reflejo de cómo nos comportamos como sociedad en el espacio público. Por eso la incursión de las mujeres trans tiene que ver con el respeto y reconocimiento pleno de su identidad en la cotidianidad. Ellas no están ahí para ganarles supuestamente a las mujeres cis o tener una ventaja competitiva, sino por ser coherentes con quienes son.
¿Qué pasa con los hombres trans?
La decisión de las autoridades internacionales de la natación, el rugby y el ciclismo de excluir de las competencias únicamente a las mujeres trans ha sido criticada por tener prejuicios de género. Principalmente, porque el argumento de la ventaja biológica derivada de la pubertad solo aplica en un sentido pues, los hombres trans estarían evidentemente en desventaja, a pesar de que utilizan bajo supervisión endocrinológica terapias hormonales basadas en testosterona con el fin de tener el género con el cual se sienten identificados. (La UIS y la Universidad del Rosario estrenan baños neutros, ¿qué hay detrás?)
Por otra parte, se considera como una decisión que refuerza el imaginario social de que los hombres transgénero adquieren ciertos privilegios sociales por el hecho de ser hombres. Esto es algo que Chris Mosier, el primer atleta transgénero en competir en los Olímpicos reflexiona en su plataforma transathlete.com. Mosier cuenta que el que se les permita participar sin “restricción” alguna, está directamente relacionado con que no consideran que puedan llegar a tener el nivel de un varón cis, precisamente porque los cuerpos femeninos se asumen como más débiles.
Esta idea la comparte Iván Lara, director de la Asociación Nacional de Deporte LGBT en México (ANADE), quien considera que las políticas contra la participación de deportistas trans son discriminación de género a nivel profesional. Asimismo, resalta que el ser hombre o ser mujer es algo que socialmente construimos y por consiguiente no hay una única forma de serlo. Por eso preguntarse por qué los hombres trans pueden participar en deportes, pero las mujeres trans no, es hacer evidente la manera en que funciona la transfobia.
“Siguen creyendo que ellos son ‘ellas’. Si se meten a jugar con hombres, les pegan o les pasa algo dentro del partido, sigue siendo su problema porque tú como ‘mujer’, te quisiste meter con los hombres. Pero ¿qué pasa si una mujer trans juega con las mujeres? Pues seguimos considerando que son hombres y van a lastimar a una mujer cisgénero. Entonces, en su perspectiva, eso no se vale, es una desventaja y hay que evitarlo”, agrega Lara.
En junio, al mismo tiempo que la Fina prohibía la participación de mujeres trans, la Federación Alemana de Fútbol (DFB) estableció que jugadores trans, intersexuales y no binaries pueden decidir en qué equipo participar. La DFB comentó que “esto no pone en peligro la integridad de la competencia (…) todas las personas tienen diferentes fortalezas y capacidades físicas que solo conducen al éxito en equipo, independientemente del género”. Por esto, actualmente hay una división frente si la medida del COI de que cada federación determine las condiciones de participación para deportistas trans es la apropiada.
Hay quienes han propuesto derribar la clasificación binaria y reclasificar las competencias en capacidades funcionales, similar a lo que ocurre en el deporte paralímpico, de acuerdo al nivel de cada deportista. Sin embargo, para todas las fuentes entrevistadas las categorías de “femenino” y “masculino” son importantes porque hacen parte del reconocimiento identitario.
*Esta nota hace parte de la campaña “La misma meta”, del Deportista del Año, El Espectador y Movistar por la inclusión y la igualdad en el deporte. Te invitamos a apoyar y firmar nuestro compromiso.
Cuando se habla de las medidas de exclusión y prohibiciones para la participación de deportistas trans surge una pregunta crucial: ¿se trata de justicia o de transfobia? En junio, la Federación Internacional de Natación (Fina) puso un veto que prohíbe a mujeres trans participar en pruebas oficiales si experimentaron una pubertad masculina, mientras que a los hombres trans se les permite competir sin restricción. Esta es la tercera medida deportiva, después del rugby y ciclismo, dirigida contra mujeres trans en el último año. (¿Por qué “Yo marcho trans”?)
Las condiciones en las que mujeres trans pueden competir en las categorías correspondientes a su identidad de género han sido discutidas, principalmente por los efectos de la testosterona. Los niveles de esta hormona, además de influir en las características sexuales, se relacionan con la fuerza física y la resistencia. Durante la infancia, la capacidad atlética entre niños y niñas es igual, pero al llegar la pubertad la testosterona aumenta en los varones y su rendimiento deportivo que, por lo general, supera al de las mujeres. (Laura, niña trans de 13 años, le escribe esta carta a su yo de 9 años)
En un mundo ideal medidas como la de la Fina tendrían sentido, “pero hay un problema de fondo, y es que las personas trans rara vez tienen acceso a este tipo de tratamientos antes de su pubertad”, comenta Laura Rivera, investigadora líder del Centro de Estudios en Medición de la Actividad Física de la Universidad del Rosario. Por eso, en el caso de deportistas como Lia Thomas, que antes de transitar ya era atleta, deben suspender su participación mientras sus hormonas son equiparables con las de una mujer cisgénero, cuya identidad de género y sexo asignado al nacer son iguales.
Actualmente existen estudios que muestran que después de aproximadamente cuatro meses de supresión de la testosterona los niveles entre mujeres cis y trans son comparables. Además, se ha revelado que “cuando el tránsito hormonal se da pasada la pubertad, sí tiene efectos de debilitamiento como pérdida de masa muscular y ósea”, explica Mario Angulo, endocrinólogo pediátrico director de la Clínica de Género para niños y adolescentes del Valle de Lili. Sin embargo, las investigaciones en el contexto del deporte de alto rendimiento de personas trans son pocos y no concluyentes.
Los estudios más conocidos en el tema son de Joana Harper, atleta trans y científica que ha asesorado al Comité Olímpico Internacional (COI). Los resultados arrojan que, aunque una mujer trans experimenta una reducción significativa en su masa muscular, incluso después de tres años, todavía tiende a tener más fuerza. Eso no significa que tenga una ventaja, pues depende de la disciplina que practique y no se sabe si estos resultados se mantendrían en atletas profesionales.
Las condiciones “normales” en atletas no son iguales al resto de la población. Lo común es que el nivel más bajo de testosterona en hombres sea cuatro veces mayor que el más alto nivel femenino. Sin embargo, “la idea de una deportista que tiene un nivel de testosterona ‘normal’ es insostenible”, según un estudio financiado por el COI y la Agencia Mundial Antidopaje. Esta investigación analizó a 700 atletas de élite de 15 deportes y encontró que el 16,5 por ciento de los hombres tenían niveles bajos y el 13,7 por ciento de las mujeres tenían altos niveles de testosterona.
Desde que se introdujo la primera política para atletas trans a nivel olímpico en 2003, de los más 63.000 atletas que han participado en los Juegos, solo dos mujeres trans han llegado a clasificar a unos Olímpicos. Y una compitió en Tokio 2020, se trata de Laurel Hubbard, deportista neozelandesa de halterofilia, quien participó en la categoría de los 87 kg. Hubbard no pasó a la final, pero agradeció al COI por “su compromiso con los principios del olimpismo y establecer que el deporte es algo para todas las personas, que es inclusivo y accesible”.
Con los años, el Comité Olímpico ha modificado sus regulaciones frente a las personas transgénero. En un principio exigía cirugía de reafirmación de sexo, luego solo mantener los niveles de testosterona por debajo de un límite durante al menos un año antes de la primera competición. Sin embargo, en noviembre de 2021, ante la falta de estudios que prueben la existencia o no de una ventaja, decidió que cada federación puede aplicar sus propios criterios.
En el caso de Colombia, Juan Diego Párraga, vicepresidente de la Asociación de Medicina del Deporte (AMEDCO), explica que cualquier persona sin importar su identidad de género debe definir si quiere competir en la categoría femenina o masculina y, de acuerdo con su elección, deberá pasar una serie de exámenes hormonales para que se le permita competir. Asimismo, hace énfasis en que el cambio de la categoría de género se puede hacer solo una vez.
Pero en este debate el problema de fondo no es la participación de las personas trans como tal, sino los estereotipos y estigmas que aún prevalecen alrededor de las personas con identidades de género diversas. Juan Pablo Molinos, secretario de deportes de la Federación Argentina LGBT (FALGBT), cuenta que las personas transgénero están drásticamente subrepresentadas en los deportes y quienes compiten no suelen ser dominantes y casos de triunfo como el de Lia Thomas son la excepción.
Para las mujeres trans consultadas por El Espectador, los argumentos de quienes se oponen a la inclusión son transfóbicos y machistas, pues no solo niegan sus identidades de género, sino que refuerzan los estereotipos de que un varón “siempre” va a ganar y que las mujeres son débiles y necesitan protección. De igual forma, al compartir sus experiencias con la hormonación, coinciden en haber presentado una disminución en su rendimiento y afirman que en la cancha siempre se han topado con compañeras muy fuertes, por lo que desde sus vivencias esa “ventaja biológica” no existe.
“Si históricamente se considera que las mujeres son débiles y no se forman en términos deportivos, pues obviamente nunca van a llegar a tener el mismo rendimiento que un cuerpo que sí lo hace”, afirma Deysi Olarte, politóloga de la Secretaría de Integración Social de Bogotá y basquetbolista. Para ella es un tema social, pues tiene que ver con talla, peso y formación deportiva. (Las mujeres también han hecho historia en el deporte colombiano)
Estas características, en palabras de Nidia Valladares, ingeniera industrial y coordinadora del equipo de fútbol femenino de Lobas en Ciudad de México, son equiparables entre mujeres trans y cis. Para Nidia el problema es el estigma, “lo ven como ‘te pasaste del del bando de los chicos al bando de las chicas porque quieres ser más fuerte y ganar’, y no, solo intentamos sentirnos cómodas y hacer lo que nos gusta”.
Por su parte, para Mariana Martínez, transactivista afro y jugadora de voleibol en Medellín, es fundamental abrir espacios para el diálogo que reconozcan el deporte como un derecho fundamental. “Somos muy pocas las que participamos y aspiramos profesionalmente. Si ya hay una discriminación al momento de asumir nuestra identidad, asumirnos también como deportistas implica deconstruir esos prejuicios”, reflexiona.
El nuevo marco del COI también explica que los “exámenes físicos invasivos”, utilizados para verificar el género de atletas, eran “irrespetuosos y potencialmente dañinos”. Prácticas que ya habían sido denunciadas por organizaciones de derechos humanos como Human Rights Watch y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas. Como comenta Jazmín Maldonado del Club deportivo Muxes, el primer equipo de futbol profesional abiertamente LGBTIQ+ en México, “el deporte suele ser considerado apolítico, pero nos brinda muchas oportunidades de alzar la voz en contra de estas medidas anti trans”.
Para los profesionales de la salud consultados, en el deporte nunca hay una verdadera igualdad de condiciones, pues una mínima diferencia, sea física o social, puede ser determinante al ganar o perder. También destacan que la barrera más grande radica en la educación física durante la infancia. Las mujeres, al estar segregadas de estos espacios, tienen un impacto en el desarrollo de las habilidades psicomotoras y espaciales. Por esto, excluir a personas con identidades de género diversas no significa fomentar espacios de competencia justa.
“Así como hoy en día es clarísimo que no puede haber un criterio de exclusión ni por religión, ni etnia, la identidad de género de una persona tampoco debe serlo”, menciona Carolina Herrera Small, psicóloga clínica de Liberarte, organización especializada en personas LGBTIQ+. De hecho, el deporte puede ser entendido como un espacio en el que se construyen y refuerzan estereotipos asociados al género y por eso permanece una idea de que existen deportes “masculinos” y otros “femeninos”. (“El racismo no es solo una opinión”: Margarette Macaulay, comisionada de CIDH)
Todas las personas entrevistadas llegan a la conclusión de que los espacios deportivos son reflejo de cómo nos comportamos como sociedad en el espacio público. Por eso la incursión de las mujeres trans tiene que ver con el respeto y reconocimiento pleno de su identidad en la cotidianidad. Ellas no están ahí para ganarles supuestamente a las mujeres cis o tener una ventaja competitiva, sino por ser coherentes con quienes son.
¿Qué pasa con los hombres trans?
La decisión de las autoridades internacionales de la natación, el rugby y el ciclismo de excluir de las competencias únicamente a las mujeres trans ha sido criticada por tener prejuicios de género. Principalmente, porque el argumento de la ventaja biológica derivada de la pubertad solo aplica en un sentido pues, los hombres trans estarían evidentemente en desventaja, a pesar de que utilizan bajo supervisión endocrinológica terapias hormonales basadas en testosterona con el fin de tener el género con el cual se sienten identificados. (La UIS y la Universidad del Rosario estrenan baños neutros, ¿qué hay detrás?)
Por otra parte, se considera como una decisión que refuerza el imaginario social de que los hombres transgénero adquieren ciertos privilegios sociales por el hecho de ser hombres. Esto es algo que Chris Mosier, el primer atleta transgénero en competir en los Olímpicos reflexiona en su plataforma transathlete.com. Mosier cuenta que el que se les permita participar sin “restricción” alguna, está directamente relacionado con que no consideran que puedan llegar a tener el nivel de un varón cis, precisamente porque los cuerpos femeninos se asumen como más débiles.
Esta idea la comparte Iván Lara, director de la Asociación Nacional de Deporte LGBT en México (ANADE), quien considera que las políticas contra la participación de deportistas trans son discriminación de género a nivel profesional. Asimismo, resalta que el ser hombre o ser mujer es algo que socialmente construimos y por consiguiente no hay una única forma de serlo. Por eso preguntarse por qué los hombres trans pueden participar en deportes, pero las mujeres trans no, es hacer evidente la manera en que funciona la transfobia.
“Siguen creyendo que ellos son ‘ellas’. Si se meten a jugar con hombres, les pegan o les pasa algo dentro del partido, sigue siendo su problema porque tú como ‘mujer’, te quisiste meter con los hombres. Pero ¿qué pasa si una mujer trans juega con las mujeres? Pues seguimos considerando que son hombres y van a lastimar a una mujer cisgénero. Entonces, en su perspectiva, eso no se vale, es una desventaja y hay que evitarlo”, agrega Lara.
En junio, al mismo tiempo que la Fina prohibía la participación de mujeres trans, la Federación Alemana de Fútbol (DFB) estableció que jugadores trans, intersexuales y no binaries pueden decidir en qué equipo participar. La DFB comentó que “esto no pone en peligro la integridad de la competencia (…) todas las personas tienen diferentes fortalezas y capacidades físicas que solo conducen al éxito en equipo, independientemente del género”. Por esto, actualmente hay una división frente si la medida del COI de que cada federación determine las condiciones de participación para deportistas trans es la apropiada.
Hay quienes han propuesto derribar la clasificación binaria y reclasificar las competencias en capacidades funcionales, similar a lo que ocurre en el deporte paralímpico, de acuerdo al nivel de cada deportista. Sin embargo, para todas las fuentes entrevistadas las categorías de “femenino” y “masculino” son importantes porque hacen parte del reconocimiento identitario.
*Esta nota hace parte de la campaña “La misma meta”, del Deportista del Año, El Espectador y Movistar por la inclusión y la igualdad en el deporte. Te invitamos a apoyar y firmar nuestro compromiso.