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Fútbol: el juego infinito es una enciclopedia sentimental del fútbol escrita por Jorge Valdano, jugador, campeón mundial con su país, Argentina, entrenador (del Real Madrid, del Valencia, del Tenerife), escritor, comentarista de radio y televisión, a quien se debe en gran parte que la palabra alcanzara tanta relevancia para lograr una metáfora de este deporte marcado por la incertidumbre del resultado. A él se debe, también, la práctica de una teoría avalada por Johan Cruyff y por Pep Guardiola: la pelota es el epicentro de este terremoto llamado fútbol.
¿Ha triunfado el fútbol en el que usted cree?
No hay un solo fútbol, hay muchos. En el campo sí ha triunfado un fútbol más pleno, más estético. El reino del tiqui-taca es la demostración. Hace pocos días se consagró El Cholo Simeone como el Che Guevara del fútbol; hace 25 años el Che se llamaba Johan Cruyff.
Y hace años despreciaban hasta el lenguaje con el que usted lo defendía…
Depende de dónde. Se nos santificaba en Brasil y era más difícil introducirlo en España. No existía aquí un debate alrededor del fútbol. Además de la Quinta del Buitre, de Cruyff y de la selección española, creo que hubo un buen grupo de periodistas que combatieron en defensa de un fútbol nuevo. Eso contribuyó al gran cambio.
La pelota era el argumento.
Sí, una especie de revolución formativa. Al tiempo que Brasil y Argentina han ido perdiendo amor a la pelota, aquí parece que hemos ido entendiendo que la pelota es el ombligo del juego. Y en todas las escuelas, no solo en las de Madrid y Barcelona, se hace muy buen trabajo en divisiones inferiores.
¿Qué influencia ha tenido la palabra, de usted, de otros, en este cambio?
Siempre he creído que el fútbol sin palabras es muy poca cosa. Entiendo que mucha gente que ha luchado desde la palabra por cambiar las cosas ha tenido tanta fuerza como lo que ocurrió en el campo. Es la fuerza transformadora de las ideas a través de la palabra.
En su libro explica su propia obsesión por la pelota…
Esa obsesión sí la tenía desde pequeño. Luego se convirtió en parte de mi ideario. Para mí, el fútbol empieza en la pelota. Yo comía amasando la pelota debajo de la mesa. Y alrededor de la pelota venían los amigos, el juego.
Ese adolescente que describe Fontanarrosa en un cuento que sucede en Rosario, la tierra de Messi: la pelota va tras él, es su acompañante…
Fontanarrosa tenía una extraordinaria capacidad para llevar lo simbólico al terreno de lo real. El cuento de ese chico argentino que se olvida de la pelota en un banco y que cuando llega a la esquina, gira la cabeza, silba y la pelota va tras él, me sobresaltó en su momento, porque efectivamente era el sueño de todo niño argentino, que la pelota te obedeciera hasta ese punto. Argentina ama tanto a Maradona porque la pelota le obedeció a él más que a nadie en la historia del fútbol.
Dice en su libro que el fútbol ahora no tiene corazón…
El fútbol nunca ha tenido corazón. Lo que quiero resaltar es que al fútbol le resultamos indiferentes; juega el Real Madrid contra el Atlético de Madrid y el fútbol no entiende quién tiene o no tiene una Copa; no tiene nada personal contra ninguno de los dos equipos, sencillamente le resultamos indiferentes, como le resultamos indiferentes a la vida. Desde ese punto de vista no tiene corazón. Lo cierto es que el fútbol se ha abierto a una industria y la industria no se caracteriza precisamente por tener corazón.
Es despiadado.
Yo no diría despiadado; en todo caso, azaroso, caprichoso. Sí es apasionante… El otro día veía en Milán a dos ejércitos que iban a San Siro. Todos eran madrileños, votan en el mismo colegio electoral, toman café en el mismo bar, van al mismo cine, pero a esa hora estaban separados por un escudo. Y todos sabíamos que unos irían al paraíso y otros al infierno; eso lo tenía que dirimir el partido. Ahí está la fuerza del fútbol, en el misterio del resultado. Un partido antes de empezar vale millones de dólares y al terminar ha dejado de tener valor de cambio.
¿En qué ejército iba usted?
Al final del partido, cuando Cristiano mete gol, da la impresión de que explota una bomba y se produce un gran corrimiento de tierra: por un lado está la montaña en la que está subido el campeón, y por otro, un foso profundo donde está metido el perdedor. Yo estaba arriba de la montaña, pero era imposible no lamentar lo que le había ocurrido al Atleti después de ese recorrido tan glorioso en el campeonato.
¿Solo en ese momento es usted madridista?
Lo soy siempre. Pero soy un madridista clásico, un madridista crítico. Los madridistas clásicos somos muy poco complacientes. Miremos esta temporada llena de conflictos, con un entrenador que vuela a mitad de temporada, con los aficionados feroces en su crítica ante el club y ante el mismo equipo; sin embargo, por un misterio muy difícil de entender el equipo termina levantando nada menos que la Copa de Europa. Ese espíritu rebelde ante la derrota, esa capacidad de resucitar cuando parece muerto, es una característica muy valiosa del Madrid. A mitad de temporada, cuando se iba tan mal, un madridista amigo me dijo: “Como sigamos así nos vamos a tener que conformar sólo con la Champions”. ¡Ja, ja, ja!
¿Se enfrentaban dos estilos? ¿Cuál sería el estilo del Madrid ahora?
No, no tiene un estilo definido. Tiene una personalidad que medimos mejor desde lo espiritual que desde lo estético. No hay una escuela que defina al Madrid. Es un equipo que se rebela ante la derrota. El aficionado le exige entrega y espectáculo. Desde Di Stéfano.
¿Qué le hubiera reprochado el Jorge Valdano de ahora al Jorge Valdano que dirigió el Madrid desde el despacho?
Lo tengo clarísimo, pero no soy tan ingenuo como para darles esa facilidad de argumento a los malintencionados que abundan en el fútbol.
En el libro aparecen Messi y Cristiano, dos héroes, enfrentados…
Y también Raúl y Xavi. A Raúl lo defino como una obra de arte del madridismo, porque todo lo que hacía excitaba al aficionado de toda la vida, por su capacidad de entrega, por su astucia, por su instinto ganador. Todo eso ha hecho de Raúl una leyenda. Xavi representa como nadie al Barcelona, porque ha hecho del pase la línea de flotación del fútbol; nadie en la historia de este juego ha convertido la pelota en medio de comunicación como lo ha hecho Xavi en la cancha. Y cuando analizo a los otros dos, pongo de manifiesto el valor de instinto que representa Messi y el valor de voluntad que representa Cristiano.
¿Qué le ha dado esta riña al fútbol?
En Nicaragua o en El Salvador, en tantos países, cuando juegan el Madrid o el Barça la vida se paraliza. Se dividen al 50 %, madridistas o barcelonistas. El fútbol siempre necesita exponentes que nos pongan ante la excelencia y aquí tenemos dos maneras de encontrarla. Eso le ha dado al fútbol esa dicotomía.