El papá del fútbol de salón
El 'Pantalonudo' Jaime Arroyave es el artífice de los éxitos del deporte que trajo a Colombia en 1966. La copa de campeón mundial lleva su nombre.
Luis Guillermo Ordóñez O.
Jaime Arroyave Rendón tiene cinco hijos naturales y uno más que decidió adoptar y traer desde Brasil en septiembre de 1966.
Los primeros son todos profesionales exitosos con familias ya consolidadas. El sexto se convirtió en el deporte nacional, el fútbol de salón.
Porque no es exagerado decir que el dirigente nacido en Gomezplata, Antioquia, hace 83 años, es el papá de la única disciplina de conjunto que le ha dado a Colombia un título mundial.
Él, sin embargo, dice con modestia que lo único que hizo fue traer a nuestro país un deporte que se inventó el uruguayo Juan Carlos Ceriani, por allá en los años 30, cuando se dio cuenta de que los niños no tenían en dónde jugar fútbol y utilizaban las canchas de baloncesto.
“El profesor Ceriani redactó un reglamento basado en reglas waterpolo, baloncesto, balonmano y fútbol. Y comenzó a organizar torneos en la Asociación Cristiana de Jóvenes, en Montevideo”, dice Arroyave, quien explica que después esa disciplina se popularizó en Brasil.
Y fue justamente en un viaje a ese país que el entonces entrenador colombiano descubrió el fútbol de salón. “Fui a un seminario en São José dos Campos, cerca de São Paulo, y cuando el avión iba aterrizando vi un poco de canchas pequeñas, con porterías más pequeñas aún, así que pregunté de qué se trataba. ‘Futebol do salao’, me dijeron. Iba con Albano Ariza, con quien nos trajimos un reglamento que tradujimos meses después para organizar el primer torneo en Colombia, patrocinado por el Seguro Social. Fue un interbarrios que comenzó en enero de 1967, con 517 equipos”, recuerda con nostalgia en el sillón azul de su casa del barrio Teusaquillo de Bogotá.
Cuenta también que “mi amigo Mike Forero, entonces editor de El Espectador, fue quien lo llamó microfútbol, porque decía que fútbol de salón sonaba como a parqués y damas chinas”.
Al poco tiempo ya había tres ligas departamentales: las de Cundinamarca, Quindío y Norte de Santander, con las que fundó la Federación de Fútbol de Salón, hoy con 27 regionales.
Y durante 38 años Arroyave estuvo al frente de la entidad luchando contra “los del fútbol, que siempre nos han querido absorber, porque hicieron un plagio vergonzoso de nuestro juego, que antes se llamó Fútbol 5 y ahora Fútbol Sala Fifa”.
Sus argumentos son claros: “El reglamento es casi igual al nuestro, con cuatro cambios. El pantalón del árbitro, el saque lateral, el balón y la autorización al arquero para pasar la mitad de la cancha”.
Don Jaime cuenta que hace como 20 años los desafiliaron del Comité Olímpico Colombiano, pero que él nunca tiró la toalla. “Nosotros luchamos con la razón, ellos con el poderío del dinero”, asegura.
Durante su gestión el microfútbol se consolidó como un deporte popular que se practica sobre todo en los barrios y colegios. A nivel competitivo se realizaron varios torneos Mil Ciudades y desde hace dos temporadas se juega la Copa Profesional.
“Dejé la Federación en 2008 y llegó Manuel Sánchez, quien sin duda le ha dado un nuevo aire. No tenía la facilidad para conseguir patrocinios y manejar relaciones. Él sí. Logró una importante alianza con Postobón gracias al doctor Héctor Fernando García, quien nos ha dado una mano muy importante”, revela Arroyave, quien está muy ligado a la entidad.
Gracias a ese patrocinio se garantizó la realización por cinco años de los torneos profesionales, tanto masculino como femenino. Y se pudo organizar con éxito rotundo el Mundial de Fútbol de Salón, que finalizó anoche en Bogotá, en una final para la que no se conseguían boletas desde el martes pasado.
“Este es un equipo sensacional. Ya nos llamaron para que la selección de Colombia vaya a una gira de exhibición por Arabia. En el mundial ratificó que es el mejor del mundo. El torneo fue espectacular, con gran apoyo de los medios y la ayuda de Coldeportes y el IDRD”, enfatiza el popular Pantalonudo, apodo que le puso el narrador Carlos Arturo Rueda en un campeonato nacional en 1955. “Yo era asistente técnico de la selección de las Fuerzas Armadas y para el desfile tuve que utilizar un uniforme color caqui que me quedaba grandísimo, por lo que me lo doblé en la cintura. Él me vio y dijo: ‘Allá va el Pantalonudo’. Y así me quedé.
Y es que Arroyave no sólo ha sido un dirigente exitoso. Su carrera como técnico en el fútbol aficionado no tiene comparación. Comenzó muy joven en Medellín, en donde fundó el equipo Olímpico, pero terminó en Bogotá, ciudad a la que llegó por cosas del destino.
“Estaba prestando el servicio militar y días después de El Bogotazo, el 9 de abril de 1948, me mandaron con un batallón dizque por cuatro meses y me quedé para siempre”, dice entre risas antes de contar que su primer título importante lo conquistó dirigiendo a Monaguillos, como se llamaron por muchos años los equipos menores del Santa Fe.
Después su maestro y amigo, Gabriel Ochoa Uribe, se lo llevó para Millonarios, club con el que ganó 60 campeonatos en diferentes categorías y al que le formó 43 jugadores que fueron figuras del equipo profesional. “Por ninguno de esos dieron un peso. Por otros dos, Willington Ortiz y Eladio Vásquez, pagaron $5.000 por cada uno”.
Arroyave también se coronó seis veces como técnico campeón del tradicional Hexagonal del Olaya, aunque él reconoce que “yo no entrenaba equipos, yo sabía escoger los jugadores”.
Alternó su trabajo en el club embajador con el de técnico del equipo de fútbol y director de deportes de la Universidad Nacional, entidad de la que salió pensionado. También estuvo en la Policía Nacional, de la que se retiró como sargento mayor.
“Tocaba tener varias actividades, porque con el fútbol no ganaba mucho, aunque me daba inmensas alegrías, sobre todo al ver a alguno de mis jugadores debutar en el equipo profesional, como cuando el doctor Ochoa me dijo que sus dos laterales izquierdos titulares se le habían lesionado y le mandé a Alonso Pocillo López, quien nunca más soltó ese puesto”, recuerda.
Hoy Arroyave disfruta de lo que sembró durante varias décadas y se siente un hombre realizado en compañía de sus ocho nietos y su primer bisnieto.
Sin embargo, no puede evitar las lágrimas cuando toma un balón entre sus manos, lo mira y dice una de sus frases favoritas: “Quien abra este cofre encontrará el nombre de la persona con la que pasé los mejores años de mi vida”. En su caso no es una persona, son Millonarios y el fútbol de salón los motivos de sus mayores alegrías.
Lo mismo le pasa al recordar alguno de los miles de jugadores que formó o al reconocer que no fue futbolista porque “no tuve buena condición”, aunque llegó a actuar como puntero derecho.
Anoche también lloró, como lo hace con frecuencia, como lo hizo en 2000, cuando Colombia conquistó el primer título mundial de fútbol de salón. Él no jugó, pero está claro que fue el principal artífice de tanta alegría.
"De Millonarios sólo les falta robarse la historia"
Basta con decir que no les daba tetero a sus hijos si no decían “Millonarios”, para entender la profunda relación de Jaime Arroyave con el club embajador, en el que trabajó como director de las divisiones menores entre 1959 y 1987.
Aunque nunca le gustó dirigir profesionales, en tres ocasiones, todas en tiempos de crisis, se hizo cargo del equipo profesional. La que recuerda con mayor agrado fue la de 1978. “Estuve cuatro meses y le entregué el equipo a Pedro Dellacha, porque la base era de jugadores argentinos y vi que no estaba muy de acuerdo con que yo pusiera a los de acá. Después Millonarios fue campeón de la mano de Daniel Onega”.
Se pensionó en el club, aunque después le quitaron ese privilegio hasta que Carlos González Puche y Orlando Rico, abogados y exjugadores ganaron el pleito para que lo reintegraran.
“Se acabaron las divisiones menores porque el equipo comenzó a morir cuando llegaron los dineros del narcotráfico. Antes había dirigentes para quienes estaba primero el amor por el club, que los intereses personales. A los directivos de los últimos años los Nule les quedan en palotes. De Millonarios sólo les falta robarse la historia”.
Eso sí, advierte que José Roberto Arango, actual presidente embajador, apenas llegó le pagó el dinero que le debían.
Jaime Arroyave Rendón tiene cinco hijos naturales y uno más que decidió adoptar y traer desde Brasil en septiembre de 1966.
Los primeros son todos profesionales exitosos con familias ya consolidadas. El sexto se convirtió en el deporte nacional, el fútbol de salón.
Porque no es exagerado decir que el dirigente nacido en Gomezplata, Antioquia, hace 83 años, es el papá de la única disciplina de conjunto que le ha dado a Colombia un título mundial.
Él, sin embargo, dice con modestia que lo único que hizo fue traer a nuestro país un deporte que se inventó el uruguayo Juan Carlos Ceriani, por allá en los años 30, cuando se dio cuenta de que los niños no tenían en dónde jugar fútbol y utilizaban las canchas de baloncesto.
“El profesor Ceriani redactó un reglamento basado en reglas waterpolo, baloncesto, balonmano y fútbol. Y comenzó a organizar torneos en la Asociación Cristiana de Jóvenes, en Montevideo”, dice Arroyave, quien explica que después esa disciplina se popularizó en Brasil.
Y fue justamente en un viaje a ese país que el entonces entrenador colombiano descubrió el fútbol de salón. “Fui a un seminario en São José dos Campos, cerca de São Paulo, y cuando el avión iba aterrizando vi un poco de canchas pequeñas, con porterías más pequeñas aún, así que pregunté de qué se trataba. ‘Futebol do salao’, me dijeron. Iba con Albano Ariza, con quien nos trajimos un reglamento que tradujimos meses después para organizar el primer torneo en Colombia, patrocinado por el Seguro Social. Fue un interbarrios que comenzó en enero de 1967, con 517 equipos”, recuerda con nostalgia en el sillón azul de su casa del barrio Teusaquillo de Bogotá.
Cuenta también que “mi amigo Mike Forero, entonces editor de El Espectador, fue quien lo llamó microfútbol, porque decía que fútbol de salón sonaba como a parqués y damas chinas”.
Al poco tiempo ya había tres ligas departamentales: las de Cundinamarca, Quindío y Norte de Santander, con las que fundó la Federación de Fútbol de Salón, hoy con 27 regionales.
Y durante 38 años Arroyave estuvo al frente de la entidad luchando contra “los del fútbol, que siempre nos han querido absorber, porque hicieron un plagio vergonzoso de nuestro juego, que antes se llamó Fútbol 5 y ahora Fútbol Sala Fifa”.
Sus argumentos son claros: “El reglamento es casi igual al nuestro, con cuatro cambios. El pantalón del árbitro, el saque lateral, el balón y la autorización al arquero para pasar la mitad de la cancha”.
Don Jaime cuenta que hace como 20 años los desafiliaron del Comité Olímpico Colombiano, pero que él nunca tiró la toalla. “Nosotros luchamos con la razón, ellos con el poderío del dinero”, asegura.
Durante su gestión el microfútbol se consolidó como un deporte popular que se practica sobre todo en los barrios y colegios. A nivel competitivo se realizaron varios torneos Mil Ciudades y desde hace dos temporadas se juega la Copa Profesional.
“Dejé la Federación en 2008 y llegó Manuel Sánchez, quien sin duda le ha dado un nuevo aire. No tenía la facilidad para conseguir patrocinios y manejar relaciones. Él sí. Logró una importante alianza con Postobón gracias al doctor Héctor Fernando García, quien nos ha dado una mano muy importante”, revela Arroyave, quien está muy ligado a la entidad.
Gracias a ese patrocinio se garantizó la realización por cinco años de los torneos profesionales, tanto masculino como femenino. Y se pudo organizar con éxito rotundo el Mundial de Fútbol de Salón, que finalizó anoche en Bogotá, en una final para la que no se conseguían boletas desde el martes pasado.
“Este es un equipo sensacional. Ya nos llamaron para que la selección de Colombia vaya a una gira de exhibición por Arabia. En el mundial ratificó que es el mejor del mundo. El torneo fue espectacular, con gran apoyo de los medios y la ayuda de Coldeportes y el IDRD”, enfatiza el popular Pantalonudo, apodo que le puso el narrador Carlos Arturo Rueda en un campeonato nacional en 1955. “Yo era asistente técnico de la selección de las Fuerzas Armadas y para el desfile tuve que utilizar un uniforme color caqui que me quedaba grandísimo, por lo que me lo doblé en la cintura. Él me vio y dijo: ‘Allá va el Pantalonudo’. Y así me quedé.
Y es que Arroyave no sólo ha sido un dirigente exitoso. Su carrera como técnico en el fútbol aficionado no tiene comparación. Comenzó muy joven en Medellín, en donde fundó el equipo Olímpico, pero terminó en Bogotá, ciudad a la que llegó por cosas del destino.
“Estaba prestando el servicio militar y días después de El Bogotazo, el 9 de abril de 1948, me mandaron con un batallón dizque por cuatro meses y me quedé para siempre”, dice entre risas antes de contar que su primer título importante lo conquistó dirigiendo a Monaguillos, como se llamaron por muchos años los equipos menores del Santa Fe.
Después su maestro y amigo, Gabriel Ochoa Uribe, se lo llevó para Millonarios, club con el que ganó 60 campeonatos en diferentes categorías y al que le formó 43 jugadores que fueron figuras del equipo profesional. “Por ninguno de esos dieron un peso. Por otros dos, Willington Ortiz y Eladio Vásquez, pagaron $5.000 por cada uno”.
Arroyave también se coronó seis veces como técnico campeón del tradicional Hexagonal del Olaya, aunque él reconoce que “yo no entrenaba equipos, yo sabía escoger los jugadores”.
Alternó su trabajo en el club embajador con el de técnico del equipo de fútbol y director de deportes de la Universidad Nacional, entidad de la que salió pensionado. También estuvo en la Policía Nacional, de la que se retiró como sargento mayor.
“Tocaba tener varias actividades, porque con el fútbol no ganaba mucho, aunque me daba inmensas alegrías, sobre todo al ver a alguno de mis jugadores debutar en el equipo profesional, como cuando el doctor Ochoa me dijo que sus dos laterales izquierdos titulares se le habían lesionado y le mandé a Alonso Pocillo López, quien nunca más soltó ese puesto”, recuerda.
Hoy Arroyave disfruta de lo que sembró durante varias décadas y se siente un hombre realizado en compañía de sus ocho nietos y su primer bisnieto.
Sin embargo, no puede evitar las lágrimas cuando toma un balón entre sus manos, lo mira y dice una de sus frases favoritas: “Quien abra este cofre encontrará el nombre de la persona con la que pasé los mejores años de mi vida”. En su caso no es una persona, son Millonarios y el fútbol de salón los motivos de sus mayores alegrías.
Lo mismo le pasa al recordar alguno de los miles de jugadores que formó o al reconocer que no fue futbolista porque “no tuve buena condición”, aunque llegó a actuar como puntero derecho.
Anoche también lloró, como lo hace con frecuencia, como lo hizo en 2000, cuando Colombia conquistó el primer título mundial de fútbol de salón. Él no jugó, pero está claro que fue el principal artífice de tanta alegría.
"De Millonarios sólo les falta robarse la historia"
Basta con decir que no les daba tetero a sus hijos si no decían “Millonarios”, para entender la profunda relación de Jaime Arroyave con el club embajador, en el que trabajó como director de las divisiones menores entre 1959 y 1987.
Aunque nunca le gustó dirigir profesionales, en tres ocasiones, todas en tiempos de crisis, se hizo cargo del equipo profesional. La que recuerda con mayor agrado fue la de 1978. “Estuve cuatro meses y le entregué el equipo a Pedro Dellacha, porque la base era de jugadores argentinos y vi que no estaba muy de acuerdo con que yo pusiera a los de acá. Después Millonarios fue campeón de la mano de Daniel Onega”.
Se pensionó en el club, aunque después le quitaron ese privilegio hasta que Carlos González Puche y Orlando Rico, abogados y exjugadores ganaron el pleito para que lo reintegraran.
“Se acabaron las divisiones menores porque el equipo comenzó a morir cuando llegaron los dineros del narcotráfico. Antes había dirigentes para quienes estaba primero el amor por el club, que los intereses personales. A los directivos de los últimos años los Nule les quedan en palotes. De Millonarios sólo les falta robarse la historia”.
Eso sí, advierte que José Roberto Arango, actual presidente embajador, apenas llegó le pagó el dinero que le debían.