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El ultimate alza vuelo

Colombia, con el pasar de los años, se metió en la élite mundial de la disciplina y espera ratificarlo en los próximos World Games.

Gabriel Hernández López / ElEspectador.com
20 de febrero de 2010 - 10:00 p. m.
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Satisfacción y orgullo fueron las sensaciones que Corey Tirrel no escondió en noviembre pasado durante el torneo de exhibición de Ultimate Eterna Primavera, realizado en Medellín y en el cual participaron más de 210 jugadores profesionales invitados de diferentes rincones del planeta.

Tirrel, a principio de la década de los 90, vino al país como estudiante de intercambio a la Universidad de los Andes y desde allí cambió la concepción del frisbee, el plato volador hasta entonces utilizado en paseos familiares como simple elemento de distracción. El estadounidense transformó esa práctica recreativa en una disciplina deportiva en Colombia, la cual ahora cuenta con asociación nacional, ubicada entre las mejores 10 del ranking mundial.

Según Mauricio Moore, director de la Asociación de Jugadores de Ultimate de Colombia (AJUC), el país, “con un equipo joven, compite hombro a hombro con los fuertes de la disciplina, que llevan más de 30 años de práctica”.
Desde que Tirrel convocó a un grupo de estudiantes y los llevó a un Mundial de Clubes (1993), la práctica empezó a tomar vuelo y a ser parte de la rutina diaria de los muchos que abandonaron otros equipos deportivos de la universidad, no por falta de voluntad, sino porque simplemente había muchos mejores que ellos.

“Es que en ultimate, la técnica no importa tanto como en los deportes tradicionales. Aquí prevalece el físico, porque finalmente es lo que cuenta. Esta es una disciplina en donde lo importante son las ganas. Se puede empezar a practicar a cualquier edad e incluso llegar a ser uno de los mejores en el mundo”, advierte Moore.

Actualmente en Colombia existen 120 clubes registrados en la AJUC y son cerca de 4.000 los jugadores que se encargan de ubicar al país en el octavo puesto de la clasificación mundial de la World Flying Disc Federation (WFDF).

El siguiente paso para Moore “es buscar los nuevos talentos y por eso este año se realizará el primer torneo nacional de universidades y colegios. Queremos encontrar a los jugadores que conformarán el equipo nacional que nos representará en los próximos Juegos Mundiales, justas a las cuales tenemos cupo por ser sede”.

“No clasificamos a los recientes World Games por muy poco. Fueron seis los países competidores; todos entraron de acuerdo con la clasificación mundial, además del país sede y nosotros éramos octavos”, explicó el director de la AJUC, músico de profesión, pero que encontró en el ultimate su verdadera vocación.

Esa fue justamente la ubicación del equipo nacional en el pasado Torneo Mundial de Naciones en 2008 (antes había quedado 23), suficiente para empezarse a ganar el respeto internacional, incrementado gracias a la selección Sub-20 (Júnior) que en 2006 alcanzó el tercer lugar en dicha competición.

Para este año varios torneos acapararán la atención de los amantes de la disciplina en el país. En mayo, por ejemplo, Bogotá será la sede del Torneo Universitario, en el cual los Andes y la Nacional son los equipos llamados a la final, debido a su amplio favoritismo.

Para el segundo semestre, específicamente en octubre, las miradas se volcarán a Cali, donde se llevará a cabo el Torneo Anual de Clubes que cumple su décima edición y que además será clasificatorio para los diferentes torneos mundiales de equipos.

De acuerdo con las perspectivas de la AJUC, cerca de 200 jugadores podrán consolidarse internacionalmente en la presente temporada, gracias a que Colombia estará representada por siete clubes en las diferentes competiciones internacionales y en todas las categorías (Júnior, Sub-23 y Mayores).

El frisbee entonces no detiene su marcha, de a poco gana adeptos y sigue alzando vuelo para que el ultimate sea de los primeros deportes en el país.

El abecé de este deporte

Los equipos son conformados por siete jugadores.

Se juega en un campo rectangular de 64 por 37 metros; con dos rectángulos de 23 por 37 metros, ubicados en los lados adyacentes (zonas de anotación).

El punto se da cuando un jugador recibe el disco en la zona de anotación.

No se puede retener el frisbee durante más de 10 segundos.

Al recibir el disco dentro del campo, el jugador no se puede desplazar hacia ningún costado, sólo puede pasar el disco.

El equipo pierde la posesión del frisbee cuando un oponente intercepta un pase, o si se deja caer en el momento de la recepción.

Se juega a un tiempo determinado (por lo general es una hora) dividido en dos segmentos, o a una marcación de puntos preasignada. Nunca hay empates.

El saque inicial, o después de cada anotación, se da con todos los jugadores de un equipo ubicados en un sector de la cancha y lanzando el disco lo más lejano posible en campo de los oponentes.

El ultimate no requiere de árbitros. Prevalecen la honestidad y el espíritu de competencia.

Morrison sirvió su imaginación en un platillo

El padre del frisbee, Fred Morrison, falleció el pasado 9 de febrero en su natal Utah a causa de un cáncer de pulmón. Comenzó vendiendo platillos voladores de plástico en ferias en los años cuarenta y acabó disfrutando de por vida de la patente de su creación, cuyo nombre comercial quedó fijado en Estados Unidos en 1957 como frisbee. Hoy es un deporte muy popular y de historia disputada.

Nació en 1920. Fue un héroe de la Segunda Guerra Mundial. Pasó 48 días en un campo de concentración nazi. Al regresar a su país se dejó llevar por su fascinación por los objetos voladores.

El nombre de su primera línea de discos en plástico, que puso en venta en 1948, fue Flyin-Saucers. Luego cambió el diseño y el nombre por Pluto Platter. Con esa marca, en una feria, lo descubrió la empresa de juguetes Wham-O, que compró la patente, concediéndole los derechos de autor de por vida.

Por Gabriel Hernández López / ElEspectador.com

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