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El 22 de octubre de 2003 entró en vigencia la Ley 845, por medio de la cual se dictaban normas de prevención y lucha contra el dopaje. Tenía como finalidad defender los derechos constitucionales de acceso a la salud y la práctica deportiva, así como la promoción de los principios del juego limpio y la ética.
En su tercer capítulo explicaba también que los clubes, ligas y federaciones deportivas eran responsables del seguimiento médico de sus deportistas, para lo cual debían tomar las medidas necesarias en el desarrollo de sus programas de entrenamiento y competencia.
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Esa evaluación o control médico debía ser realizado por profesionales de la salud especializados en medicina deportiva. De igual manera, las federaciones de cada disciplina deberían expedir licencias deportivas, conformadas por una historia clínica, técnica y administrativa de cada deportista, sujetas a la presentación de un certificado de aptitud médica, otorgado por uno de los galenos del Sistema Nacional del Deporte, quien debía certificar la ausencia de alguna contraindicación a la práctica de las actividades físicas y deportivas.
Hacer todo eso realidad no ha sido sencillo, y aunque falta un largo trecho por recorrer, los deportistas de élite, esos que integran las selecciones nacionales, cuenta con especialistas en diferentes áreas de la medicina como apoyo en su proceso.
“Eso depende en buena medida de la estructura de los entes territoriales que manejan el deporte. Hay departamentos que están muy adelantados, como Antioquia, Valle, Boyacá, Risaralda, Bogotá, Bolívar, entre otros, pero todos los deportistas que representan a Colombia internacionalmente tienen su historia clínica y la supervisión y el seguimiento de médicos, fisioterapeutas, psicólogos, nutricionistas, metodólogos y todo el personal que requieran”, explica Baltazar Medina, quien después de 12 años dejará de ser el presidente del Comité Olímpico Colombiano (COC).
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El dirigente advierte que “es una población considerable, de varios cientos de deportistas de alto rendimiento, a quienes se les evalúa y monitorea constantemente con las directrices del Centro de Ciencias del Deporte”.
El médico Juan Diego Párraga, quien es el enlace entre Mindeporte, el COC y las federaciones, agrega que “a un altísimo porcentaje de esos deportistas se les hacen anualmente valoraciones precompetitivas exhaustivas para detectar fortalezas, debilidades y diseñar un plan de entrenamiento. Se trata de que sea un trabajo multidisciplinario articulado para prevenir lesiones y mejorar el rendimiento deportivo”.
Gracias al Proyecto Avanzado de Desarrollo (PAD) y al programa Talentos Colombia, dos planes bandera del ministro Ernesto Lucena, se ha logrado descentralizar ese servicio y cada vez más institutos departamentales cuentan con mayores recursos humanos y tecnológicos para apoyar a sus atletas destacados, pero también a las promesas y, ojalá pronto, a todos los deportistas federados, es decir, los que están inscritos en una liga regional.
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Todo eso, sin embargo, funciona gracias a la inversión del Gobierno Nacional y las administraciones departamentales, porque el aporte de la empresa privada es escaso.
Mindeporte cuenta con 60 profesionales para cubrir 59 federaciones, tanto de disciplinas convencionales como paralímpicas, aunque hay varias, no muchas, que tienen su propio personal. A ellos se suman los especialistas de algunos entes territoriales.
En el país hay al menos 250 deportólogos reconocidos, casi 100 de ellos afiliados a la Asociación de Medicina del Deporte de Colombia (Amedco) y seis universidades en las que se puede hacer esa especialización. Sin embargo, en la mayoría de los clubes deportivos aficionados y escuelas de formación no existe departamento médico y, si lo hay, está a cargo de un médico general o un fisioterapeuta.
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“Los clubes aún ven el seguimiento médico de sus deportistas como un gasto y no como una inversión. La mayoría de los departamentos médicos están atados porque necesitan recursos para hacer las pruebas, exámenes y seguimientos que se necesitan, pero eso depende del presupuesto que asignan los dirigentes. Y en un alto porcentaje no dan lo que se pide”, asegura Jaime Andrés Roa, especialista en medicina del deporte.
No sobra advertir que en Colombia los únicos clubes profesionales son los de las categorías A y B del fútbol, algunos de ciclismo y uno que otro de baloncesto y fútbol de salón. Todos los demás tienen el carácter de aficionados, y sus recursos, por lo general, son bastante limitados.
El caso Román
Es evidente que el país ha avanzado significativamente en el campo de la medicina deportiva, tanto, que Colombia es pionera en América Latina en lo que tiene que ver con la aplicación de las ciencias del deporte, así todavía no se cuente con la infraestructura ideal.
Por eso, en el gremio médico deportivo, no cayeron bien las críticas por el caso del defensa de Millonarios Andrés Felipe Román, a quien en los exámenes físicos para ser transferido al club Boca Juniors le detectaron una miocardiopatía hipertrófica, que es un engrosamiento anormal del músculo del corazón.
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“En primer lugar, no quisiera estar en los zapatos del cuerpo médico de Millonarios, que es idóneo y preparado, pero es que los criterios en cardiología, y especialmente en un tema como este, no son en blanco o negro, hay muchos grises y se pueden confundir”, asegura al respecto el doctor Jaime Roa, mientras que Fernando Pastrana, anterior jefe médico del club embajador, en una charla con Mundo Millos, explicó la situación así: “Al jugador se le había hecho un seguimiento previo con electrocardiogramas y ecocardiogramas, con los que se miden las cavidades y el espesor de los ventrículos del músculo del corazón, que tienen unos parámetros para determinar si está normal o anormal. Hay una condición que se llama corazón de atleta, propia de las personas que han hecho deporte desde pequeñas y tienen un corazón muy desarrollado. A eso hay que pararle bolas, de todas maneras, porque cuando se dilata el corazón se puede explotar, que es lo que pasa en el caso de la muerte súbita. Román estaba en un límite, 1,5, que se consideraba todavía normal y se le hizo seguimiento. En Argentina le hicieron un ecocardiograma que les dio 1,7 y el médico de una vez salió a dar declaraciones y a hacer público el resultado sin el consentimiento del jugador. Cuando volvió a Colombia, a Román le hicieron nuevamente el ecocardiograma, el doctor José Mario Saltarín, y le volvió a dar 1,5, así como una valoración de la Clínica Shaio, que determinó que tienen un corazón de atleta. Pero aquí les creímos fue a los argentinos, como si fueran los dueños absolutos de la verdad. Sin embargo, al jugador se le hizo una resonancia magnética cardíaca que salió normal y se mandaron unas pruebas genéticas a Alemania. Por el boom que se armó se decidió hacer lo que se hace cuando se diagnostica una miocardiopatía hipertrófica, que es parar al jugador tres meses, desacondicionarlo, que el corazón pierda un poquito de tamaño y a manera de prueba volverlo a entrenar para ver cómo se comporta”.
El doctor Jaime Andrés Roa, docente de la Escuela Nacional del Deporte y quien trabajó con América de Cali y con el Movistar Team, agrega: “Lo que están haciendo es lo que dictan los protocolos, es lo más prudente. A veces el afán de la firma del contrato o la inscripción del jugador no da tiempo para eso”.
Lo que hay que reconocer también es que buena parte de los clubes de fútbol, especialmente los de la B, no tienen las condiciones ideales para manejos médicos.
“Todavía estamos a años luz en términos de infraestructura y legislación, pero se ha invertido mucho en recurso humano y tecnológico. Ya hay conciencia de que se necesitan las ciencias aplicadas para mejorar el rendimiento”, concluye el doctor Juan Diego Párraga, quien advierte que el esfuerzo de la mayoría de sus colegas generalmente no es bien remunerado, pues sus salarios no están acordes con la responsabilidad que asumen, especialmente después de que se promulgara la Ley 2083 del 18 de febrero de 2021, que determinó que el incentivo administración o suministro de sustancias dopantes tendrá consecuencias penales, un riesgo adicional para el personal médico que trabaja con los deportistas de alto rendimiento.