Alberto Gamero, el arquitecto del nuevo Millonarios
Más que por sus dos títulos con el cuadro embajador, el técnico es admirado por el estilo de juego que ha implementado
En la época dorada del fútbol samario, por allá a finales de los años 60 y la década de los 70, las calles del barrio Bastidas y la cancha de Pescaíto vieron crecer a un menudo jugador de cabello encrespado que se codeaba con las figuras del momento, la mayoría de los integrantes de las familias Calero, Valderrama y Palacios.
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Se trataba de Alberto Miguel Gamero Morillo, Tito, como le decían, un defensa recio y temperamental que se ganó la admiración de sus compañeros y el respeto de sus rivales. Aunque técnicamente no desentonaba con el talento que brota hasta debajo de las piedras en la capital del Magdalena, su mayor virtud era la disciplina táctica.
Integró la selección departamental que ganó el campeonato nacional de 1980, con Carlos el Pibe Valderrama como estandarte. Y debutó en el Unión dos años después.
Llegó a Millonarios en 1988 y ese mismo año salió campeón bajo las órdenes de Luis Augusto Chiqui García, una de las primeras personas que le sugirió que después de colgar los guayos se dedicara a la dirección técnica.
Pasó después por Envigado, Medellín y Unicosta, antes de retirarse con 546 partidos disputados y nueve goles anotados.
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Sin embargo, su verdadero éxito vendría después. Se preparó para ser entrenador y comenzó como preparador físico de Eduardo Pimentel en el Chicó F. C., tras un breve paso por Chía Fair Play y Bogotá F. C.
Cuando Chicó subió a primera división y se radicó en Tunja, Gamero se hizo cargo del primer equipo y en 2008, contra todos los pronósticos, logró el título de la liga al superar en la definición por cobros desde el punto penalti al poderoso América de Cali.
Cambió de aires en 2013, cuando fue a dirigir Águilas Doradas. Fue luego al Tolima y tras un par de buenas campañas, con título de Copa Colombia incluido, fue contratado por el Junior, en donde apenas dirigió 14 partidos.
Regresó a Ibagué y salió campeón de la Liga en 2018, otra vez por penaltis, ante Nacional en Medellín. Y en diciembre de 2019 cumplió su gran sueño de llegar a dirigir Millonarios, en reemplazo de Jorge Luis Pinto.
La pandemia le impidió comenzar el proyecto como quería. Ese primer año tuvo que conformarse con ganar una liguilla de eliminados, que provocó burlas de sus rivales y desconfianza entre aficionados embajadores.
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Pero él y los directivos sabían para dónde iban. Y ya en 2021 los frutos comenzaron a verse. El cuadro azul jugó la final del primer semestre y, aunque cayó con el Tolima, dejó buenas sensaciones.
En 2022 ganó la Copa Colombia y fue primero en la reclasificación del año, pero además promovió y consolidó varios jugadores de las divisiones menores, algunos de ellos vendidos al exterior por grandes sumas de dinero. El equipo, además de resultados deportivos, generaba ingresos y, sobre todo, enamoraba con su estilo de juego, alabado por propios y extraños.
Faltaba, sin embargo, la estrella, esa que consiguió este sábado al vencer, otra vez por penaltis, a Nacional.
Como Gabriel Ochoa Uribe y Luis Augusto García, Tito Gamero logró salir campeón de Liga con tres clubes y confirmó que en buena medida es el creador del nuevo Millonarios, un gigante que estaba dormido.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador
En la época dorada del fútbol samario, por allá a finales de los años 60 y la década de los 70, las calles del barrio Bastidas y la cancha de Pescaíto vieron crecer a un menudo jugador de cabello encrespado que se codeaba con las figuras del momento, la mayoría de los integrantes de las familias Calero, Valderrama y Palacios.
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Se trataba de Alberto Miguel Gamero Morillo, Tito, como le decían, un defensa recio y temperamental que se ganó la admiración de sus compañeros y el respeto de sus rivales. Aunque técnicamente no desentonaba con el talento que brota hasta debajo de las piedras en la capital del Magdalena, su mayor virtud era la disciplina táctica.
Integró la selección departamental que ganó el campeonato nacional de 1980, con Carlos el Pibe Valderrama como estandarte. Y debutó en el Unión dos años después.
Llegó a Millonarios en 1988 y ese mismo año salió campeón bajo las órdenes de Luis Augusto Chiqui García, una de las primeras personas que le sugirió que después de colgar los guayos se dedicara a la dirección técnica.
Pasó después por Envigado, Medellín y Unicosta, antes de retirarse con 546 partidos disputados y nueve goles anotados.
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Sin embargo, su verdadero éxito vendría después. Se preparó para ser entrenador y comenzó como preparador físico de Eduardo Pimentel en el Chicó F. C., tras un breve paso por Chía Fair Play y Bogotá F. C.
Cuando Chicó subió a primera división y se radicó en Tunja, Gamero se hizo cargo del primer equipo y en 2008, contra todos los pronósticos, logró el título de la liga al superar en la definición por cobros desde el punto penalti al poderoso América de Cali.
Cambió de aires en 2013, cuando fue a dirigir Águilas Doradas. Fue luego al Tolima y tras un par de buenas campañas, con título de Copa Colombia incluido, fue contratado por el Junior, en donde apenas dirigió 14 partidos.
Regresó a Ibagué y salió campeón de la Liga en 2018, otra vez por penaltis, ante Nacional en Medellín. Y en diciembre de 2019 cumplió su gran sueño de llegar a dirigir Millonarios, en reemplazo de Jorge Luis Pinto.
La pandemia le impidió comenzar el proyecto como quería. Ese primer año tuvo que conformarse con ganar una liguilla de eliminados, que provocó burlas de sus rivales y desconfianza entre aficionados embajadores.
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Pero él y los directivos sabían para dónde iban. Y ya en 2021 los frutos comenzaron a verse. El cuadro azul jugó la final del primer semestre y, aunque cayó con el Tolima, dejó buenas sensaciones.
En 2022 ganó la Copa Colombia y fue primero en la reclasificación del año, pero además promovió y consolidó varios jugadores de las divisiones menores, algunos de ellos vendidos al exterior por grandes sumas de dinero. El equipo, además de resultados deportivos, generaba ingresos y, sobre todo, enamoraba con su estilo de juego, alabado por propios y extraños.
Faltaba, sin embargo, la estrella, esa que consiguió este sábado al vencer, otra vez por penaltis, a Nacional.
Como Gabriel Ochoa Uribe y Luis Augusto García, Tito Gamero logró salir campeón de Liga con tres clubes y confirmó que en buena medida es el creador del nuevo Millonarios, un gigante que estaba dormido.
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