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Pelé, Jairzinho, Denilson y Orlando son algunos de los nombres que escuchó Alexandre Borges Guimaraes a través de la radio durante el partido de Brasil contra Portugal en el Mundial de Inglaterra 1966. Lo hacía a la edad de siete años y mientras pateaba la pelota en las calles de Río de Janeiro. “Qué lindo sería ser futbolista profesional y jugar un Mundial”, dijo. Ese momento, imborrable en su memoria. Ese lindo anhelo lo hizo realidad 24 años después, en Italia 1990, certamen en el que, con la selección de Costa Rica, se convirtió en ídolo al asistir con un cabezazo a Hernán Medford en el gol que significó la victoria sobre Suecia y la clasificación a octavos de final.
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“Toda mi niñez la viví en Río de Janeiro y la pasión creció jugando al fútbol todo el tiempo, oyéndolo en la radio y yendo al estadio Maracaná de la mano de mi padre”, contó Borges Guimaraes, quien nació el 7 de noviembre de 1959 en Brasil y se mudó a Costa Rica siendo joven porque su papá, que era médico de la Organización Mundial de la Salud, fue trasladado a ese país. Guimaraes obtuvo la nacionalidad tica en 1984, cuatro años después de debutar en primera división. Su amor por esa nación fue creciendo y consiguió llevarla, ya como director técnico, a Corea y Japón 2002 y Alemania 2006.
Esos logros le hicieron entender que estaba “en el camino correcto del alto rendimiento”. Que realizaba las acciones correctas, que el sueño mundialista era la prueba de que tenía las capacidades para triunfar en diferentes lugares. Y consiguió acumular una enorme experiencia al dirigir también en Guatemala, México, Emiratos Árabes Unidos, China, India y a la selección de Panamá. En junio de este año fue nombrado entrenador del América de Cali y solo tiene tiempo para “trabajar y trabajar” en una ciudad en la que se siente feliz y desde la que conversó con El Espectador.
¿Qué análisis hace de la manera como se juega en el fútbol colombiano?
El fútbol colombiano, por lo que he podido ver, tiene diferentes interpretaciones del juego, y eso me ha sorprendido para bien. Es un fútbol en el que yo quería estar. Anhelaba vivirlo y entrenar a los jugadores de aquí. Hasta ahora, ha sido un acierto haber venido.
¿Cómo le gusta que jueguen sus equipos y a cuáles del mundo le gusta ver?
No tengo un equipo en particular. Así como me gusta el City de Guardiola, me gusta el Liverpool de Klopp. Me gusta el fútbol, no me gusta encasillarme en un modelo. Quiero equipos agresivos, que hagan muy buenas transiciones y que tengan jugadores técnicos.
¿Cuáles son sus objetivos con el América?
Volverlo a clasificar a una copa internacional, poder llegar por lo menos a jugar una final, seguir promoviendo a los jugadores jóvenes que tiene el club y darle una identidad que hace rato no tiene. (¿Por qué Faryd Mondragón tiene un contrato millonario con Coldeportes?)
¿De qué manera trabaja los esquemas tácticos?
Lo hago de acuerdo a los jugadores que tenga. Lo que hemos hecho acá es justo eso: una adaptación de una última versión que he estado trabajando en los equipos anteriores. Esa versión se descompone en varias situaciones del juego y poco a poco la van entendiendo.
¿Piensa en otro proyecto a largo plazo?
No tengo. A través del tiempo he visto que, más que planear, lo que importa es hacer bien el trabajo en el que uno está, y que las consecuencias de ese trabajo te pueden llevar a otras cosas buenas. Por ahora pienso en complacer a la hinchada del América, que, como toda hinchada de equipo grande, es exigente y quiere ver siempre al equipo arriba.
*Artículo publicado en agosto de este año