Carlos Bejarano: “Va a haber un final feliz”
Para el arquero del América, Carlos Bejarano, la B no es una opción. A los escarlatas les quedan cuatro finales. La primera este sábado frente al Cali (6:00 p.m., por RCN).
Thomas Blanco Lineros
Es un baile de cinco, pero del que nadie quiere participar. Suena la música de la B, pasan las canciones. Y Tigres no consigue con quién zapatear. Su pareja es la incógnita que resolverá el futuro. Los fantasmas empiezan a asomarse y el América de Cali ha escrito una historia muy similar a la que vivió hace poco menos de seis años. El inicio y el nudo parecen un plagio. El desenlace aún puede ser auténtico: quedan cuatro finales. La primera, frente a su clásico rival: el Deportivo Cali.
Con 129 puntos en su lucha por no descender, el cuadro escarlata tiene uno más que Cortuluá y uno y dos menos que Bucaramanga y Jaguares, respectivamente. Pero, por promedio, se mantiene en la zona de descenso por tener un partido más que leopardos y felinos.
Un hombre de experiencia
En las polvorientas calles de Quibdó (Chocó) nació un niño disciplinado que seguía al pie de la letra los preceptos de su madre. Al fin y al cabo no era un imposible. Carlos Bejarano fue de esos niños a los que no les dolía estudiar. Lo disfrutaba. Pero cuando fue creciendo, de la mano fue prosperando su afición por el fútbol. Necesitó de un poco de rebeldía y valentía para convencer a sus padres de que quería coger otro camino. Tal vez no tan transitado como todos los demás, pero del que sentía un llamado especial. Desde que jugaba por recocha de volante 10, hasta que una selección de Chocó en un torneo de Ibagué se quedó sin arquero. Por la humanidad y el biotipo, Bejarano fue el elegido. “Y vean en dónde estoy ahora”.
El chocoano es uno de los mejores porteros de la Liga Águila, pero no puede ser convocado a la selección de Colombia porque para las eliminatorias africanas de Brasil 2014 jugó con Guinea Ecuatorial un partido oficial en la derrota 3-2 frente a Sierra Leona. Igual, el guardameta no se arrepiente de nada. “Fue una decisión que pensé con cabeza fría. No tengo un pariente, primo, amigo, nada. Me llamaron. Jimmy Bermúdez, quien había tomado la decisión de jugar allí, me convenció. Hicimos el papeleo y ya”.
Pero por estos días su mente está enfocada en impedir que el América vuelva a vivir la pesadilla de las 1.807 noches en la B. Sobre todo porque Bejarano fue una de las claves para que el equipo saliera de ese pantano.
El partido del pasado martes, en el que el conjunto caleño venció 3-2 a Patriotas, era una condena a repetir la historia o una inyección de vida. Y eso lo sabía la dirigencia, por lo que contrataron a Carlos Páez, el mismo que motivó a la selección de Colombia para enfrentar a Perú en el duelo definitivo para ir a Rusia 2018.
El uruguayo viajaba hace 45 años con su equipo de rugby, los Old Christians, a Santiago de Chile. El avión se estrelló en la cordillera de los Andes. De los 46 pasajeros, sobrevivieron 16. Entre ellos Páez, quien tuvo que enfrentar por 72 días temperaturas de menos 30 grados y se alimentó de los cuerpos de sus compañeros fallecidos. Rendirse nunca fue una opción.
“Empieza por hacer lo necesario, luego lo que es posible, y terminarás haciendo lo imposible, como hicimos nosotros”, fue lo primero que les dijo, una frase de san Francisco de Asís. La permanencia no es un imposible. Hay optimismo, unidad y confianza en el vestuario. De esos detalles habló el portero Carlos Bejarano con El Espectador.
¿Llegó el grupo motivado para vencer a Patriotas?
La historia de Páez es muy bonita y todo, pero no quiere decir que por eso ganamos. Eso no cambió nada. Conseguimos un triunfo que nos dio un respiro y vida para lo que viene.
¿Sienten mucha presión en cada partido?
Sería un mentiroso si dijera que no. Esto es el América de Cali. El margen de error es diminuto y sólo nos sirve ganar.
¿Y cómo están los ánimos en el vestuario?
El equipo está muy unido. Estamos optimistas en que todo va a salir bien. Somos los únicos que podemos revertir esta situación.
¿Las críticas le han hecho daño al grupo?
Llevamos un año sufriendo adentro y también fuera de la cancha. Esto no ha terminado. La gente siempre va a decir muchas cosas. Pero tenemos que ser conscientes de que sólo podemos responder en el campo de juego.
Los hinchas también han dejado de ir al estadio.
No han vuelto por el momento que estamos viviendo. Antes veíamos 25.000 personas, ahora van por mucho 10.000. Pero, bueno, esa es su forma de protestar y hay que respetarla. Nosotros tenemos que hacer que vuelvan a creer en nosotros. Y, la verdad, creemos que las cosas van a cambiar. Va a haber un final feliz.
¿Cuáles son las cuentas que hacen? De los rivales, el calendario del Bucaramanga es el más complicado.
Aquí hay algo muy claro: los únicos números que tenemos que mirar son los nuestros. Primero debemos hacer nuestra parte, pero sí es cierto que el último partido será con el Bucaramanga.
El formato del promedio hace que el equipo que ascienda tenga que hacer milagros para quedarse. ¿Qué piensan de eso?
Eso es como los árbitros. Así se equivoquen y obren mal, hay que respetar las reglas que nos ponen. Que han estado claras desde el comienzo. Para todos.
Es un baile de cinco, pero del que nadie quiere participar. Suena la música de la B, pasan las canciones. Y Tigres no consigue con quién zapatear. Su pareja es la incógnita que resolverá el futuro. Los fantasmas empiezan a asomarse y el América de Cali ha escrito una historia muy similar a la que vivió hace poco menos de seis años. El inicio y el nudo parecen un plagio. El desenlace aún puede ser auténtico: quedan cuatro finales. La primera, frente a su clásico rival: el Deportivo Cali.
Con 129 puntos en su lucha por no descender, el cuadro escarlata tiene uno más que Cortuluá y uno y dos menos que Bucaramanga y Jaguares, respectivamente. Pero, por promedio, se mantiene en la zona de descenso por tener un partido más que leopardos y felinos.
Un hombre de experiencia
En las polvorientas calles de Quibdó (Chocó) nació un niño disciplinado que seguía al pie de la letra los preceptos de su madre. Al fin y al cabo no era un imposible. Carlos Bejarano fue de esos niños a los que no les dolía estudiar. Lo disfrutaba. Pero cuando fue creciendo, de la mano fue prosperando su afición por el fútbol. Necesitó de un poco de rebeldía y valentía para convencer a sus padres de que quería coger otro camino. Tal vez no tan transitado como todos los demás, pero del que sentía un llamado especial. Desde que jugaba por recocha de volante 10, hasta que una selección de Chocó en un torneo de Ibagué se quedó sin arquero. Por la humanidad y el biotipo, Bejarano fue el elegido. “Y vean en dónde estoy ahora”.
El chocoano es uno de los mejores porteros de la Liga Águila, pero no puede ser convocado a la selección de Colombia porque para las eliminatorias africanas de Brasil 2014 jugó con Guinea Ecuatorial un partido oficial en la derrota 3-2 frente a Sierra Leona. Igual, el guardameta no se arrepiente de nada. “Fue una decisión que pensé con cabeza fría. No tengo un pariente, primo, amigo, nada. Me llamaron. Jimmy Bermúdez, quien había tomado la decisión de jugar allí, me convenció. Hicimos el papeleo y ya”.
Pero por estos días su mente está enfocada en impedir que el América vuelva a vivir la pesadilla de las 1.807 noches en la B. Sobre todo porque Bejarano fue una de las claves para que el equipo saliera de ese pantano.
El partido del pasado martes, en el que el conjunto caleño venció 3-2 a Patriotas, era una condena a repetir la historia o una inyección de vida. Y eso lo sabía la dirigencia, por lo que contrataron a Carlos Páez, el mismo que motivó a la selección de Colombia para enfrentar a Perú en el duelo definitivo para ir a Rusia 2018.
El uruguayo viajaba hace 45 años con su equipo de rugby, los Old Christians, a Santiago de Chile. El avión se estrelló en la cordillera de los Andes. De los 46 pasajeros, sobrevivieron 16. Entre ellos Páez, quien tuvo que enfrentar por 72 días temperaturas de menos 30 grados y se alimentó de los cuerpos de sus compañeros fallecidos. Rendirse nunca fue una opción.
“Empieza por hacer lo necesario, luego lo que es posible, y terminarás haciendo lo imposible, como hicimos nosotros”, fue lo primero que les dijo, una frase de san Francisco de Asís. La permanencia no es un imposible. Hay optimismo, unidad y confianza en el vestuario. De esos detalles habló el portero Carlos Bejarano con El Espectador.
¿Llegó el grupo motivado para vencer a Patriotas?
La historia de Páez es muy bonita y todo, pero no quiere decir que por eso ganamos. Eso no cambió nada. Conseguimos un triunfo que nos dio un respiro y vida para lo que viene.
¿Sienten mucha presión en cada partido?
Sería un mentiroso si dijera que no. Esto es el América de Cali. El margen de error es diminuto y sólo nos sirve ganar.
¿Y cómo están los ánimos en el vestuario?
El equipo está muy unido. Estamos optimistas en que todo va a salir bien. Somos los únicos que podemos revertir esta situación.
¿Las críticas le han hecho daño al grupo?
Llevamos un año sufriendo adentro y también fuera de la cancha. Esto no ha terminado. La gente siempre va a decir muchas cosas. Pero tenemos que ser conscientes de que sólo podemos responder en el campo de juego.
Los hinchas también han dejado de ir al estadio.
No han vuelto por el momento que estamos viviendo. Antes veíamos 25.000 personas, ahora van por mucho 10.000. Pero, bueno, esa es su forma de protestar y hay que respetarla. Nosotros tenemos que hacer que vuelvan a creer en nosotros. Y, la verdad, creemos que las cosas van a cambiar. Va a haber un final feliz.
¿Cuáles son las cuentas que hacen? De los rivales, el calendario del Bucaramanga es el más complicado.
Aquí hay algo muy claro: los únicos números que tenemos que mirar son los nuestros. Primero debemos hacer nuestra parte, pero sí es cierto que el último partido será con el Bucaramanga.
El formato del promedio hace que el equipo que ascienda tenga que hacer milagros para quedarse. ¿Qué piensan de eso?
Eso es como los árbitros. Así se equivoquen y obren mal, hay que respetar las reglas que nos ponen. Que han estado claras desde el comienzo. Para todos.